Varios puntos estratégicos se han vuelto sitios de venta y de consumo. Y muchos llegan desde otras ciudades del país atraídos por los mejores precios y hasta por una mejor atención para los adictos.
Una pareja de Ohio empuja el carrito de compras con todas sus pertenencias hacia la calle 34 Este, mientras los turistas se amuchan junto a ellos. Un hombre mayor de Massachusetts duerme afuera de Pennsylvaia Station, por la que 600 mil personas pasan diariamente. No muy lejos, una mujer de Carolina del Norte se agacha junto a un cartel de cartón.
Los centros de tránsito de Nueva York son usados por millones de turistas y personas que van a su trabajo cada año. Pero últimamente, estos centros se han convertido cada vez más en un destino para personas con adicción a opioides u otras drogas. Muchos llegan de sitios del país que han visto un enorme aumento en los indicadores de consumo de droga y de sobredosis fatales.
Nueva York tiene su propia crisis de drogas: las muertes por sobredosis aumentaron fuertemente en 2016 con la llegada de fentanilo, y las autoridades dicen que la ciudad se ha convertido en un centro importante de comercialización ilegal del opioide sintético. Pero, salvo algunos sitios del Bronx y de Staten Island, la crisis de los opioides no suele ser visible públicamente.
Sin embargo, este no es el caso de Penn Station, ni de la terminal de ómnibus de Port Authority en Midtown Manhattan, Jamaica Station en Queens u otros centros de tránsito. Allí, las personas atrapadas por la adicción forman filas en las veredas, esperando, pidiendo dinero, durmiendo en campamentos improvisados. Los números crecen a medida que el clima se vuelve más cálido, y su presencia recuerda una época en la que Nueva York era un lugar más áspero.
“Son refugiados de la droga”, dijo Dimitri Mugianis, asesor en New York Harm Reduction Educators, una organización sin fines de lucro que trabaja con consumidores y con sus familias para promover un uso más seguro de la droga. “Están buscando una vida mejor”.
Mugianis dijo que los consumidores de opioides vienen a Nueva York por la droga, pero también porque encuentran mayor tolerancia y contención aquí que en sus ciudades natales, y más acceso a servicios como el cambio de jeringas.
Rebecca Conklin, de Thomasville, Carolina del Norte, una de las más de treinta personas en situación de calle cerca de centros de tránsito a quienes el New York Times entrevistó, dijo a la salida de Penn Station que vino a la ciudad hace más o menos dos años, desamparada y con la necesidad de tratamientos médicos y un nuevo comienzo.