La acción de YPF se disparó ayer más del 6% en las Bolsas de Buenos Aires y Nueva York, y aunque después en esta última plaza terminó con un alza del 3,85%, fue claro que los inversores tomaron como un dato promisorio la liberación del mercado de los combustibles anunciada el lunes. El desanimo final pudo haberse debido a la leve baja que registró el precio internacional del petróleo y a las insistentes declaraciones oficiales sobre que no habría motivos para un alza de los combustibles.
Sin embargo, todo indica que con los precios libres, la petrolera tenderá a recuperar rentabilidad, siendo que una de las razones por la que viene dando resultados negativos, es la falta de adecuación de los valores de los combustibles a la evolución de la inflación y del tipo de cambio, como ha resaltado en los últimos balances.
La idea de que por tener una participación del 55% en el mercado, YPF puede evitar los aumentos y actuar al unísono con una decisión (poco creíble) del gobierno, tiene además una fuerte limitación económica. Si hipotéticamente las principales competidoras suben los precios, la petrolera no tiene posibilidades de quedarse atrás porque carece de condiciones para aumentar ilimitadamente su participación en las ventas.
Con algo más de realismo, una fuente del Ministerio de Hacienda dijo ayer que se estudia una modificación en el impuesto a los combustibles (ITC), de modo que este suba cuando baja el precio internacional del crudo y al revés, baje cuando la cotización se eleva , de manera de mantener la recaudación y no aumentarla. Sin embargo, esta posibilidad no está planteada en el proyecto del presupuesto 2018, siendo que el ministro de Energía, Juan José Aranguren, había anticipado hace tiempo que los precios de las naftas se liberarían a principios del año próximo.
Por otra parte, dentro de la carga impositiva que llega al 45% del valor de un litro de nafta (y más en algunas jurisdicciones donde hay gravámenes locales), el 21% corresponde al IVA que no podría ser modificado solo para los combustibles sin generar una polémica complicada con la oposición en el Congreso.
En las últimas horas además el titular de Energía dijo que los precios de los combustibles no van subir porque hay «un moderado equilibrio» con el valor internacional del crudo y con el tipo de cambio. La apreciación se contradice con el cálculo de las petroleras para las cuales los valores al público debían tener un aumento promedio del 6% a partir del 1 de octubre.
Esa estimación, anterior al anuncio de la liberación, consideró un precio de u$s55,5 para el barril de Medanito, el crudo de más calidad que se extrae en la Argentina, alrededor de u$s 2 por debajo del que regía en julio cuando se decidió el último aumento al público, y una variación en el tipo de cambio del 7,5% en el tipo de cambio, dado que los valores anteriores se calcularon a un dólar de $16,46 y hoy es de 17,7 o más. Además hubo un ajuste en los biocombustibles que son el 10% del producto final.
El punto es a qué precio van a vender las productoras el crudo local con la desregulación. Si el Brent se queda en torno a u$s58 como esta semana, el Medanito (que da la pauta para las otras variedades locales) debería superar ese valor y ubicarse en alrededor de u$s60 porque es de mejor calidad que el petróleo del Mar del Norte.
No queda claro si Aranguren cree que se va a mantener el precio actual del Medanito y con qué fundamentos lo sostiene. O si piensa que el tipo de cambio va a volver a bajar después del 22 de octubre. Pero uniendo los dos efectos, los precios al público de naftas y gasoil no subirían menos del 10%. Eso sí, ninguna petrolera lo va a aplicar antes de las elecciones.