Joe Frazier y Muhammad Ali protagonizaron, el 8 de marzo de 1971, la promocionada ‘Pelea del siglo’. Aquella histórica noche de boxeo en el Madison Square Garden de Nueva York en la que Ali perdió su invicto, se convirtió, del otro lado del océano, en la primera retransmisión emitida totalmente en color por la TV española. Veinte meses después, a fines de noviembre de 1972, dos camiones de la cadena británica BBC, cargados con cámaras y artefactos preparados para difundir una señal de televisión más moderna, llegaron a Barcelona. El Palau Blaugrana, un pabellón cubierto propiedad del FC Barcelona, sería el escenario de la tercera edición del Masters de tenis masculino, el ‘Campeonato de los Campeones’. Por contrato, el evento debía transmitirse en colores, pero la TVE (televisión española) no contaba con su propio equipamiento para hacerlo y recurrió a la ayuda de expertos.
La capital de Cataluña no disponía de instalaciones techadas de tenis y, para la organización del certamen que reuniría a las mejores ocho raquetas del mundo, fue todo un reto adaptar el Palau Blaugrana, que había sido inaugurado tan sólo un año antes. La cancha sintética del Masters llegó desde Francia, en camión: el 24 de noviembre, tres días antes del comienzo del evento, según un informe del diario La Vanguardia, se descargaron las piezas de «color cacao sobre fondo verde» que se habían utilizado en el torneo indoor de París. El Real Club de Tenis Barcelona aportó los focos de su cancha principal para aumentar la luminosidad en la transmisión de TV. Y en los mismos transportes de la BBC llegó una joya: la silla de umpire del court central de Wimbledon.
Dos españoles, Manuel Orantes y Andrés Gimeno; un sudafricano, Bob Hewitt; un rumano, Ilie Nastase; un checo, Jan Kodes; y tres estadounidenses, Stan Smith, Jimmy Connors y Tom Gorman, fueron los protagonistas en la cancha. Tras el round-robin, Nastase y Gorman ocuparon los dos primeros lugares del Grupo A; Smith y Connors ganaron las plazas en el B. En la primera semifinal, Nastase derrotó a Connors. Y en la segunda se produjo un hecho de nobleza, prácticamente inédito en el primer nivel del tenis, que la historia se encargó de ponderar como uno de los actos de mayor caballerosidad de todos los tiempos.
Esa temporada, Smith había ganado nueve títulos, incluido Wimbledon; además, había sido figura en la conquista de EE.UU. en la Copa Davis, tras una acalorada final contra la Rumania de Ion Tiriac y Nastase. En esa definición en Bucarest también había competido Gorman (perdió sus dos puntos de singles). Pero un mes y medio después, el 1 de diciembre, en el ‘Masters Tournament’, Gorman estaba dominado a Smith, que, desde 1970, se había impuesto en ocho de los nueve partidos entre ambos. Gorman, de 26 años, se encontró en gran ventaja por 7-6, 6-7, 7-5, 5-4 y con dos match points (con Smith sacando 15-40), pero el nacido en Seattle, que debía sumar sólo un punto para alcanzar la final, falló el siguiente tanto (30-40) y se retiró. ¡¿Cómo?! Sí. Antes de que Smith sirviera de nuevo, se acercó a la red, le avisó al juez que no seguiría y le estrechó la mano a su rival. Autoridades, espectadores, todos, quedaron atónitos.
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Gorman alcanzó su ranking individual más alto (10°) el 1 de mayo de 1974. Hoy tiene 74 años y vive en la ciudad de Atlanta. Allí, junto con su familia, enfrenta estos tiempos de encierro y angustia por el brote de coronavirus. «Estamos preocupados, confundidos y muy cautelosos en nuestros movimientos. Excepto para hacer mandados esenciales manteniendo nuestra distancia social, nos quedamos en casa, nos lavamos las manos todo el tiempo y vemos muchas películas», le cuenta Gorman a LA NACION. Amable y detallista, sus recuerdos tenísticos viajan de un lado al otro. Vale la pena conocer, en primera persona, por qué decidió lo que decidió en aquella noche catalana de hace casi 47 años.
«Cuando antes del torneo descubrimos que los partidos de las semifinales iban a comenzar tarde, a las diez de la noche, Smith, Connors y yo entrenamos en una cancha de tenis de expatriados estadounidenses en Torremolinos durante cuatro días. Comenzamos tarde las sesiones para aclimatarnos a las posibles semifinales. Y, efectivamente, los tres y Nastase jugamos esa instancia.
«Ilie jugó contra Jimmy en la primera semifinal y ganó en tres sets [6-2, 6-3 y 6-2]. Stan y yo comenzamos casi a medianoche. Yo estaba jugando mi mejor tenis. Siempre fue un gran desafío interpretar a Stan debido a su tamaño [1,93m] y a su alcance. También tenía un servicio con un pique alto. Entonces, mi estrategia era intentar golpear sus saques no tan buenos y presionar golpeando la pelota directamente hacia él. La misma táctica aplicaba yo al servir, en dirección a su cuerpo. Mi estrategia estaba funcionando y el entrenamiento previo al Masters estaba dando sus frutos. Cuando gané el tercer set, me encontré en ventaja y me sentí muy positivo. Comenzando el cuarto set estaba lleno de energía y confianza, pero en el quinto game hice un movimiento incómodo en un tiro sencillo y sentí un dolor agudo en la espalda. De inmediato reconocí un sentimiento de dolor que ya había experimentado algunas veces. Lo extraño es que a veces podía parecer grave y en otras se resolvía solo. Pero después de un par de puntos más me di cuenta de que era la primera opción», relata.
«Comencé a sentir espasmos y algo de ciática. Internamente no podía creerlo porque, por experiencia previa, sabía que si le ganaba a Stan, se me haría imposible jugar la final al día siguiente. En los games de servicio que siguieron solo sacaba y me quedaba atrás, cuando a mí me gustaba atacar. Recuerdo haber pensado: ‘Ok, Stan me quebrará, ganará el cuarto set y luego me retiraré’. Pero ocurrió otra cosa extraña. Como yo no estaba mostrando gran cosa al respecto, Stan no estaba muy seguro de lo que estaba sucediendo porque conocía mi juego, gané mis juegos de servicio y me encontré con Stan sirviendo 4-5 y 15-40, doble match point para mí. En el siguiente punto pegué un tiro de revés tan fuerte como pude, fue malo y mientras avanzaba seguí caminando directamente hacia la silla de árbitro y le dije que me veía obligado a retirarme. Hubo confusión porque no había mostrado que estaba herido y era tarde, como las 3 de la mañana. Después de una discusión con los organizadores, se anunció y se explicó lo que pasaba a la multitud, que tuvo una reacción mixta. Siempre supe que no podría jugar la final y que el Masters y los fans merecían una final».
-¿Cómo reaccionó Smith?
-Con la confusión, se acercó y se lo expliqué. Más tarde me dijo que notó que había algo extraño porque conocía mi juego y no estaba igual. Recuerdo que me dijo: ‘¿Estás seguro?’. Stan ha sido muy amable: cada vez que me presenta en eventos, menciona que lo que hice en el Masters fue un increíble acto de deportividad.
Un especial de la cadena Tennis Channel sobre aquella histórica actitud de Gorman frente a Smith en 1972.
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-¿Qué relación tenía con él?
-Lo conocí por primera vez cuando vino a Seattle para jugar en juveniles. Fue allí donde tuve el primero de muchos partidos contra él. También nos enfrentamos en los torneos universitarios. Y durante los primeros años en la gira nos hicimos cercanos, en parte, porque teníamos el mismo agente, ProServ. Tuve el honor de ser su padrino en su boda en 1974. ¡Y once años después Stan fue el padrino en mi boda! Fue un competidor muy dedicado y comprometido. Recuerdo haberlo visto estirarse en algunas poses extrañas en la cancha que me llevaban a preguntarle qué estaba haciendo y me decía: ‘Yoga’. Algunos de los partidos de Stan están vivos en mi memoria. Un partido memorable fue la victoria en cinco sets sobre Tiriac, en la final de la Copa Davis 1972, para asegurar la victoria. Hubo muchas controversias en ese partido, Tiriac ganó el cuarto set, Stan se mantuvo firme, se recuperó y ganó 6-0 el set final.
-¿Por qué su actitud es casi inédita en la historia del tenis?
-No puedo hablar por las actitudes de otros jugadores, pero sé que hay muchas presiones diferentes y más sobre los jugadores actuales.
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En doce temporadas de carrera, Gorman logró 8 títulos individuales (entre 1970 y 1976) y 9 en dobles. Fue semifinalista en singles del Wimbledon (1971), US Open (1972) y Roland Garros (1973). Campeón de la Copa Davis como jugador en 1972 y, como capitán, en 1990 y 1992, año en el que contó con un equipo de los sueños: John McEnroe, Pete Sampras, Andre Agassi y Jim Courier.
«¿Cómo fue capitanear tantas estrellas? Un honor. Ganamos en 1990. Perdimos con Francia en la final de 1991 en Lyon y eso nos dejó con ganas de venganza. En 1992, una vez que John, Andre, Pete, Jim y Rick Leach [1° del mundo en dobles en 1990] se comprometieron, la USTA hizo lo posible para que los cuatro partidos en casa fueran cómodos. Jugamos contra Argentina en Hawaii la primera ronda y ganamos 5-0; tenía sentido ese sitio porque los jugadores vendrían de Australia. El segundo partido contra República Checa en Fort Myers, cerca del torneo Key Biscayne. Las semifinales fueron contra Suecia en Minneapolis, en polvo de ladrillo, cuando Stefan Edberg acababa de ganar el US Open. Y la final fue en cancha dura cubierta en Fort Worth, Texas, contra Suiza. La característica más singular de nuestro equipo fue que los cuatro singlistas podían ser número 1 y aunque en las otras 48 semanas del año fueran rivales, en la Copa Davis se comprometieron grupalmente y se ayudaron para ganar. Mis recuerdos favoritos son McEnroe y Sampras ganando sus partidos de dobles. Y la emoción de John, Pete y Agassi cuando Courier ganó al punto del campeonato, contra Suiza. No habrá otro equipo que reúna tantos títulos de Grand Slam».
-Fue capitán de EE.UU. en el 4-1 ante la Argentina en 1988, la serie en la que Agassi le detuvo con la mano un saque a Martín Jaite, un hecho que todavía está fresco. ¿Qué recuerda? ¿Retó a Agassi por esa actitud?
-Mi recuerdo de Buenos Aires es doble: en 1971 y 1988. En 1971, como jugador, estaba buscando el último lugar para el Masters y necesitaba ganar un partido más para asegurarlo. Volé de Johannesburgo a Buenos Aires, gané un partido y logré entrar en el Masters, en París. ¡Pero por un tecnicismo un francés tomó mi lugar! En 1988 fue un viaje emocionante y un gran desafío. Tenía muchas ganas de volver a estar en la cancha central de Buenos Aires. Tengo en mi memoria que hacía frío, usábamos guantes para mantenernos calientes [fue en julio]. En cuanto al hecho con Andre, debido a mi ubicación no vi lo que realmente sucedió y no estaba seguro de los detalles en el primer momento. Después del partido sí tuvimos una discusión completa sobre el incidente. Pero nada grave.
-Solo tuvo un enfrentamiento con Guillermo Vilas: en las semifinales de Baltimore 1977 y ganó el argentino por un doble 6-4. ¿Qué recuerdo conserva de él? ¿Tuvo relación?
-Guillermo fue un tenista fantástico. Su historial en la cancha de arcilla fue fenomenal. ¡Pero realmente creo que su mayor logro fue ganar el Abierto de Australia en el césped dos veces! Solo jugué con Guillermo una vez, como dices. No lo conocí bien, pero admiré sus hábitos de trabajo.
-¿Qué diferencias de personalidad encuentra entre McEnroe/Agassi/Sampras y Federer/Nadal/Djokovic?
-Lo que observé al ver a los grandes jugadores de la historia fue que tenían una actitud positiva como resultado de muchos años de arduo trabajo. Cada uno de los que mencionaste tenía personalidades diferentes que se expresaban y se expresan en forma única. No soy psicólogo, pero todos tenían esa cosa que, cuando llegó la hora de la verdad, la aceptaron y la asumieron. Lo que funcionó para uno no iba a funcionar para el otro, sobre todo en cómo se expresaron emocionalmente durante los partidos.
-¿Quién es el mejor tenista que ha visto jugar y por qué?
-Esa es una gran pregunta que se puede debatir para siempre. Mis dos opciones principales son Rod Laver y Roger Federer. Creo que otra buena opción es clasificar a los grandes por épocas. Por ejemplo, a Pancho Gonzáles en los años 50, a Laver y Emerson en los 60, a Borg y Vilas en los 70, a McEnroe y Lendl de los 80, a Sampras y Agassi en los 90, a Federer y Nadal en los 2000, y a Federer, Nadal, Djokovic y Murray desde 2010.
-¿Connors no está en la lista?
-Es que Jimmy abarcó dos décadas. Su grandeza sería entre mediados de los 70 y los 80.
-¿Cómo es su relación actual con el tenis? ¿Asiste a los torneos?
-Ya no juego al tenis, pero sí lo hago al golf. En 2015 dejé de ser el director de tenis en La Quinta Resort & Club, que estaba a minutos de Indian Wells. Muchos jugadores se quedaban allí durante el torneo. Me dio la oportunidad de ver de cerca la grandeza de Roger, Novak y Andy Murray; Rafa practicaba en otro lugar. También vi a las mejores jugadoras. Lo que presencié durante esos siete años fue que los mejores trabajan más duro que todos los demás. Ese es su secreto.
-Permítame volver a su actitud en la Copa de Maestros 1972. Al retirarse aquella noche, se perdió mucho dinero y puntos para el ranking, pero conservó sus principios. ¿Alguna vez se arrepintió?
-Jamás. Básicamente estuve inmóvil durante unos días antes de volar de regreso a los Estados Unidos. No luché con esa decisión ni nunca me arrepentí. Fue la decisión correcta.
Tom Gorman
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Tito Vázquez, capitán del equipo argentino en la serie de 1988 ante EE.UU.
La comparación con Nicklaus en la Copa Ryder 1969
Randy Walker, que trabajó durante 12 años en la división de Marketing y Comunicaciones de la Asociación de Tenis de los Estados Unidos (USTA), conoce a Tom Gorman con profundidad y, ocurrente, comparó aquel gesto noble en el Masters de 1972 con un hecho histórico sucedido en el golf. «El gesto de Gorman es similar, de cierta manera, a la famosa ‘concesión’ hecha por Jack Nicklaus al final de su match en la Copa Ryder de 1969 frente a Tony Jacklin, cuando le dio a su rival el putt que empató el duelo, en lugar de permitir la oportunidad de que lo fallara y perdiera toda la competencia», apuntó Walker.
Y añadió, ante LA NACION: «Tom es una de las personas más amables y elegantes que he conocido en el tenis. Es un hombre con la más alta integridad, que siempre buscó hacer lo correcto y en beneficio del deporte. Cuando conocí a Tom durante mi tiempo en la USTA y posteriormente durante mis estudios de la historia del tenis, aprendí de su increíble gesto en su partido contra Stan Smith pero no me sorprendió en absoluto por su clase y deportividad».