Un argentino preso en Omán por tener Rivotril: «El guardia me decía Maradona»

La celda era oscura, de unos tres por tres metros, no mucho más. Ahí adentro había cerca de 20 personas. No tenía ventanas y para tener cierta ubicación temporal Hernán Tamargo debía pedirle permiso al guardia para ir al baño, y así poder clavarle los ojos a un reloj de pared, aunque el movimiento de las agujas nunca le trajera el sol. En ese centro de detención en Omán, en Medio Oriente, una de las 10 monarquías absolutas que quedan en el mundo, los detenidos siempre estaban en las penumbras: «El guardia no se acordaba mi nombre, entonces como soy argentino me decía ´hey Maradona, te llaman para interrogarte´», dijo Tamargo, hoy de 27 años.

Estuvo detenido en 2017 por tener un blíster de clonazepam, un conocido psicofármaco, muy común en la Argentina. Según el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos, en 2016 se vendieron 120 millones de envases con 30 comprimidos de algún tipo de psicofármaco. Él jamás había consumido ese tipo de drogas, pero su madre le insistió para que se lleve algunas píldoras en la valija porque lo veía un poco deprimido a raíz de una ruptura amorosa.

Hernán Tamargo, de 27 años, estuvo preso en una cárcel de Medio Oriente por tener un blister de Rivotril
Hernán Tamargo, de 27 años, estuvo preso en una cárcel de Medio Oriente por tener un blister de Rivotril Fuente: LA NACION – Crédito: Fabián Marelli

Tamargo abre la puerta de su departamento en Flores, ciudad de Buenos Aires. Al entrar hay una gran biblioteca blanca con cientos de osos de peluche que él colecciona hace años. «De chico viví un tiempo en Estados Unidos y con lo único que jugaba era con peluches, desde ahí que me gusta coleccionarlos».

Hernán Tamargo colecciona peluches desde que era chico. Ya tiene una colección con cientos de ellos
Hernán Tamargo colecciona peluches desde que era chico. Ya tiene una colección con cientos de ellos Fuente: LA NACION – Crédito: Fabián Marelli

Estudió el profesorado en ciencias políticas y actualmente trabaja en una escuela para adultos donde da clases de inglés y prácticas de la educación. Además es editor en una revista digital. Al terminar la carrera quiso hacer una experiencia en el exterior y a través de una página de internet vio que en varios países buscaban profesores de inglés. Entonces se fue a la India, enseñó inglés en una escuela rural y a cambio le daban comida y le permitían hospedarse en un hogar para ancianos.

«Era en una zona rural que se llama Guyarat, que limita con Paquistán. Es muy lindo y distinto a lo que es Nueva Delhi, que puede resultar un lugar un poco abrumador. Luego de la India quería tener otra experiencia similar y vi que Air Arabia tenía vuelos baratos a Kenia, donde hice mi segunda experiencia como profesor cuando salí del centro de detención. Ir a Omán no estaba planificado pero había pasajes que por las escalas me daban la posibilidad de ir a Jordania y a Omán».

Hernán Tamargo frente el Taj Mahal, en la India
Hernán Tamargo frente el Taj Mahal, en la India Crédito: Gentileza: Hernán Tamargo

Así fue como llegó a ese país, que al suroeste limita con Yemen, uno de los países más pobres del mundo donde se está desarrollando una cruenta guerra civil. Al oeste limita con Arabia Saudita y al noroeste con los Emiratos Árabes Unidos. Es una región que no se caracteriza por las libertades individuales y el cumplimiento de los derechos humanos. Si bien Omán es un país pacífico que se mantiene al margen de los conflictos, está en una zona compleja: en junio de este año dos barcos petroleros fueron atacados con explosivos en el Golfo de Omán.

«Ahí podes sacar la visa de entrada directamente en el aeropuerto, eso también hizo que elija ese destino. Omán se abrió hace relativamente poco al turismo, antes de los noventa había un dictador excéntrico que cerró las fronteras»

Al llegar al aeropuerto él se movía con total tranquilidad, sin sospechar que estaba entrando drogas prohibidas a un país que hasta restringe el acceso de los turistas a las bebidas alcohólicas. «Me empezaron a revistar. Yo tenía un blíster de Rivotril, entre otros medicamentos para la malaria y la fiebre tifoidea porque luego me iba a Kenia y Tanzania, pero para estos últimos tenía la receta. La historia de que el Rivotril me lo dio mi mamá y que nunca lo había consumido era verdad, pero al mismo tiempo era bastante absurda, por lo que entendía que ellos no me crean. Además tenía dos paquetes de yerba, lo que empeoró la situación».

«Habían prohibido el acceso al país con psicofármacos hace tres meses y yo no tenía la receta. La policía de narcóticos ahí es muy estricta porque el narcotráfico es una de las principales fuentes de financiamiento del Estado Islámico, y en Omán, hasta el momento, lograron que no se instalen células del grupo terrorista en el país», agregó.

Un policía le trajo una lista de drogas prohibidas y luego lo llevaron a una sala aparte para interrogarlo. «Querían que confiese que era un adicto, que me inyectaba heroína, que fumaba marihuana. La verdad que uno de los guardias era muy agresivo. En un momento ese guardia se fue y yo me puse a llorar, entonces a otro policía le di lástima y me empezó a mostrar jugadas de Mascherano en la selección y el Barcelona«.

Luego lo trasladaron hacía una puerta de salida y lo esposaron. Lo dejaron 40 minutos adentro de un patrullero con 45 grados de calor. En el medio de la espera subieron a otro detenido al auto: «Vos qué hiciste, me preguntó. A mí me parecía surreal tener esa conversación, como si yo fuera un delincuente», dice entre risas.

Hernán Tamargo, de 27 años, estuvo preso en una cárcel de Medio Oriente por tener un blister de Rivotril
Hernán Tamargo, de 27 años, estuvo preso en una cárcel de Medio Oriente por tener un blister de Rivotril Fuente: LA NACION – Crédito: Fabián Marelli

Lo llevaron a un complejo de la policía a 30 minutos del aeropuerto y lo alojaron en una celda donde todos estaban encerrados por cuestiones vinculadas a las drogas. «A uno lo habían agarrado tomando cocaína en el auto y a otro le entraron a la casa porque estaba fumando marihuana. Esos iban a estar como un año y medio encerrados. Dentro de la celda había dos grupos, uno de la India y Bangladesh, y del otro lado estaban los árabes. Como el primero que me habló era de Bangladesh, me fui con ellos. Eran muy amables, me decían ´don´t worrys, don´t worrys´».

Durante los cuatro días que estuvo encerrado no pudo hacer ni un llamado y solo salía de la celda para ir al baño, había una letrina para todos los detenidos. Tamargo impuso respeto a través del fútbol, deporte del que es fanático. «Los árabes creían que era paquistaní, porque era muy blanco para ser de la India. Cuando a uno le dije que era argentino se quedó boquiabierto y me dio un apretón de manos. Me empezó a hablar de Messi y del Barcelona».

Mientras estuvo detenido también lo interrogaron de forma agresiva y una noche a la una de la madrugada se lo llevaron en plena oscuridad a un hospital militar para hacerle un análisis de orina. «Me dijeron que si estaba limpio me liberaban. Pero, aunque el examen me dio bien, no me largaban». Además, durante su estadía Tamargo se vio obligado a romper con su vegetarianismo: «Tuve que comer carne después de siete años».

Hasta que llegó el día en el que volvió a ver el sol. En Omán se iba a hospedar en lo de un local que alquilaba una de las habitaciones de su casa. Por lo que al momento de su liberación llamaron a ese hombre para que lo venga a buscar, aunque no respondió. «Entonces uno de los que me interrogó de manera agresiva me dijo que él me llevaba. Durante el viaje a la ciudad me dijo que lamentaba si yo me había quedado con una mala imagen de los omaníes, y que la próxima vez que vaya a Omán él me iba a hacer un city tour, muy bizarro».

Luego de algunas horas el hombre que lo iba a hospedar respondió el llamado y lo recibió a Tamargo en su casa. «Me preparó un banquete para recibirme y, paradójicamente, esa casa fue el mejor lugar donde me he hospedado. Me dijo que quería que me vaya con una linda imagen del lugar».