Mayo de 2015. Tbilisi, capital de Georgia. Zelimkhan Khangoshivili, destacado comandante checheno durante la segunda guerra entre Rusia y su provincia cesionista de Chechenia entre 2001 y 2005, escapa de milagro cuando desconocidos disparan ocho veces contra su auto. No es el primer atentado que sufre y dice basta. Asustado, abandona Georgia y se instala con su familia en Berlín, donde las autoridades germanas aceptan que viva con una identidad falsa.
23 de agosto pasado. Mientras paseaba por un parque de la capital germana, Khangoshivili recibe tres tiros a muy corta distancia por la espalda. Muere al instante. Una ejecución en toda regla según varios testigos.
Un hombre que se le acerca caminando por detrás le dispara dos balas a la cabeza y otra en la espalda con una pistola Glock 26 provista de un silenciador.
El asesino deja rastro y hay testigos del crimen. Se cambia de ropa en unos arbustos del parque y huye en una bicicleta eléctrica. Dos adolescentes cuentan poco después a la Policía que vieron como un hombre que corresponde a la descripción del sospechoso tiraba al río Spree una pistola con el silenciador, una bicicleta y una peluca. Buzos de la Policía recuperan los objetos y pocos minutos después agentes policiales detienen a un ruso de 49 años.
El diario estadounidense «The Wall Street Journal», basándose en informaciones de los servicios secretos estadounidenses, asegura que el hombre detenido –que sigue bajo custodia de las autoridades alemanas- había estado en prisión en Rusia hasta hacía poco tiempo por un asesinato. Tenía un pasaporte ruso a nombre de un tal Vadim Sokolov, un pasaporte verdadero con un nombre ficticio, un documento no falsificado y que por lo tanto sólo las autoridades rusas podrían haber emitido.
Según el semanario alemán «Der Spiegel», la autenticidad del pasaporte del detenido –a pesar de llevar un nombre inventado- hace poco creíble el alegato de Moscú de que no tiene nada que ver con el asesinato porque nadie podría hacerse con un pasaporte verdadero con una identidad falsa sin la participación de las autoridades rusas.
Los investigadores alemanes, según la prensa germana, investigan también la pista chechena. Además de al antiguo KGB, también estarían mirando a la posibilidad de que a Khangoshivili lo asesinaran por orden del presidente checheno Ramzan Kadyrov, un estrecho aliado del Kremlin pero que en el pasado ya ha actuado de forma que puso en aprietos al presidente ruso Vladimir Putin.
Según «The Wall Street Journal», Washington no tiene dudas de la implicación de Moscú.