«Siento que contagiarme o no es sólo cuestión de suerte»: Argentina atraviesa el peor brote de dengue de su historia con una grave escasez de repelentes

Hace no muchos años, el dengue era para la mayoría de los argentinos una enfermedad tropical que solo afectaba a quienes viajaban a países limítrofes más cálidos.

El aumento de las temperaturas por el cambio climático hizo que esta infección viral, que es transmitida por un mosquito llamado Aedes aegypti, se hiciera endémica en el norte del país. Pero el grueso de la población, ubicada en el centro, casi no se enteraba.

Esto cambió dramáticamente este año, con un brote histórico de dengue que ha convertido a Argentina en el tercer país más afectado de la región, después de Brasil y Paraguay, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

«Estamos observando proliferación del mosquito vector en zonas donde precisamente no se habían reportado antes», sostuvo Jarbas Barbosa, director de la OPS, el brazo regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según la OPS, esto ha llevado a que haya un «aumento récord» de casos en las Américas, con más de 3,5 millones de infectados y más de 1.000 muertes.

“Esto es motivo de preocupación, ya que representa tres veces más casos que los reportados para esta misma fecha en 2023″, señaló Barbosa.

Pero si bien la cantidad de contagios en Argentina (el 3,7% de la región), resulta apenas una fracción de la de Brasil -que concentra el 83% de infectados- el vertiginoso crecimiento que ha tenido la enfermedad en este país ha sido sorprendente.

Según el Ministerio de Salud argentino, en la temporada pasada (desde agosto de 2022 hasta julio de 2023), para la décima semana de 2023 se habían registrado unos 4.800 casos de dengue y dos fallecimientos.

Esta temporada, durante el mismo período, hubo 120.000 contagios y 79 muertes.

Eso representa un aumento del 2.500% en los casos y de casi 4.000% en los decesos a causa del dengue.

Un equipo sanitario rocía con insecticidas para matar mosquitos en un parque público de Buenos Aires, Argentina 26 de marzo de 2024.

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Pie de foto,Un equipo sanitario rocía con insecticidas para matar mosquitos en un parque público de Buenos Aires, Argentina.

Según el último boletín epidemiológico del ministerio, publicado en la segunda semana de marzo, ya son más de 180.000 los argentinos que se han infectado y 129 quienes han muerto desde que comenzó el brote actual, en agosto de 2023.

Pero los médicos alertan de que las cifras reales de contagio son mucho mayores, ya que estudios científicos han comprobado que por cada paciente con síntomas (que incluyen fiebre, dolor en las articulaciones y dolor de cabeza) hay otras tres personas con dengue asintomático, que no fueron registradas en el sistema de Salud.

Esto plantea un gran desafío para la salud pública a futuro, ya que las personas contagiadas de una cepa del virus del dengue, que más adelante son infectados con otra de las cuatro variantes que existen, corren mayor riesgo de contraer la forma más grave de la enfermedad, que puede causar hemorragias internas, shock e incluso la muerte.

Sin repelentes

Un cartel anuncia la falta de repelente.

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Pie de foto,La falta de repelentes en medio del brote preocupa a los argentinos.

Lo que hace que esta epidemia sea particularmente dramática para muchos argentinos, en especial para quienes viven en el área metropolitana de Buenos Aires, la región más densamente poblada del país, es la falta de repelentes para evitar la picadura del mosquito.

La escasez de este insumo clave empezó a notarse en marzo, a medida que se entraba en las semanas de mayor presencia del Aedes aegypti, a comienzos del otoño.

Pero en los últimos 15 días, cuando justamente se atraviesa el peor momento de la epidemia, ha sido casi imposible conseguirlo. En supermercados, comercios y farmacias se repite una y otra vez la misma frase: «No tenemos».

Y en los pocos lugares donde aún se consigue -sobre todo aplicaciones de comercio electrónico- los precios de reventa son astronómicos.

Fuentes de una de las empresas que producen repelentes en el país le dijeron a BBC Mundo que se trató un de error de previsión, y que fabricar el producto lleva meses.

El gobierno de Javier Milei atribuyó el problema a un «cuello de botella que se va a subsanar en los próximos días».

“Es un problema entre la oferta y la demanda», señaló el ministro de Salud, Mario Russo, en una de sus primeras apariciones públicas, en Radio Continental.

Pero los críticos al gobierno «libertario», que se opone a la intervención estatal, acusan a las autoridades de no haber anticipado el brote y de no haber coordinado una solución desde el Estado.

«La inacción del gobierno hizo que cada empresario obtenga la información tarde. Ahora ya no se llega: aumentar la producción o importar lleva tiempo y ya viene el frío. Así, la solución llegaría recién cuando el dengue se haya ido», denunció en su cuenta de X el senador radical Martín Lousteau.

Mientras tanto, muchos argentinos se volcaron a las redes sociales para expresar su frustración y preocupación.

«Conozco un montón de gente con dengue y la está pasando realmente muy mal. No consigo off ni cualquier repelente por ningún lado. Siento que contagiarme o no es sólo cuestión de suerte«, escribió en X la actriz y comediante Malena Guinzburg.

Los más desesperados también utilizan las redes para compartir con amigos y vecinos información sobre dónde conseguir los pocos repelentes que aún circulan, y Tik Tok, Instagram, Facebook y Whatsapp están repletos de «recetas caseras» que explican cómo usar vainilla, ajo o incluso shampoo para prevenir las picaduras.

La vacuna

Un recipiente de vidrio con mosquitos.

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Pie de foto,Investigadores argentinos estudian las características genéticas de los mosquitos.

Para agregar a la incertidumbre, circulan versiones cruzadas sobre la conveniencia o no de aplicarse la vacuna Qdenga contra el dengue, aprobada en Argentina hace un año.

Algunos médicos, en especial pediatras, recomiendan la aplicación de esta vacuna, desarrollada por el laboratorio japonés Takeda, que requiere dos dosis, y se comercializa por unos US$150.

Otros consideran que, si bien la vacuna ha sido declarada segura tanto por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica de Argentina (Anmat) como por la Agencia Europea del Medicamento (EMA), aplicarla ahora podría no ser lo más conveniente, ya que, para ser efectiva contra la infección -y sobre todo para prevenir la versión más grave del dengue-, se deben aplicar ambas dosis, que se administran con un intervalo de tres meses mínimo.

De esta forma, quien se la aplique ahora logrará la inmunización recién cuando sea invierno, y, para entonces, el mosquito debería dejar de circular de forma natural.

Sin embargo, más allá de la discusión entre profesionales, el propio ministro de Salud dijo que la vacuna todavía «no está validada» para aplicar a la población y sostuvo que «no es efectiva para mitigar un brote».

«La Anmat aprobó la seguridad de la vacuna Qdenga en abril de 2023, pero desde aquel momento ni el gobierno anterior, ni los infectólogos, ni los organismos internacionales alcanzaron el consenso para recomendarla como estrategia para incluirla en el calendario nacional de vacunación», señaló la cartera en un comunicado.

«La vacuna continúa siendo sometida a estudios para establecer su efectividad según el rango etario y regiones endémicas. En este proceso, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aún no la autorizó», remarca, en una declaración que causó polémica, ya que parece darle más peso al organismo estadounidense, cuando el argentino y el europeo ya dieron su aprobación.

«Instamos a las empresas vinculadas con la producción de vacunas a evitar presiones que pretenden apresurar decisiones que pueden poner en riesgo a los argentinos», afirma el mensaje.

Así las cosas, muchos creen que hoy el enfoque debería estar puesto en limpiar los hogares y patios, para evitar que el Aedes aegypti se siga criando dentro de las casas, dado que pone sus huevos en envases con poca agua y alcantarillas internas.

Y mientras tanto, muchos argentinos esperan, resignados, a que llegue el frío.