El embarazo y el parto suponen un gran esfuerzo físico para las mujeres, pero el nacimiento tampoco es un camino de rosas para el bebé.
Una nueva publicación demuestra en qué grado se deforma la cabeza del bebé con la presión durante el parto vaginal.
Gracias a la realización de resonancias magnéticas antes y después del parto, los investigadores muestran el grado en que los huesos del cráneo del bebé se desplazan y se superponen entre ellos, lo que provoca una deformación de todo el cráneo.
La cabeza del bebé adquiere una forma semejante a la del pan de azúcar, un cono alargado con la punta redondeada para poder pasar por la pelvis.
El propio cerebro también cambia de forma cuando esto ocurre.
La compresión de la cabeza no es más que una de las muchas e increíbles alteraciones físicas que se producen en los bebés durante su nacimiento. Experimentan un gran cambio a lo largo del parto, a medida que pasan del entorno seguro del útero a su existencia independiente.
Muchos sistemas del cuerpo humano cambian para hacerlo posible, y algunos sufren ese cambio previamente.
Por ejemplo, la producción de orina del feto contribuye al líquido amniótico (el fluido que rodea al bebé) durante la última parte del embarazo. En cambio, otros órganos deben experimentar un cambio repentino justo después del parto, como la expansión de los pulmones.
Estos procesos biológicos sonfundamentales para aumentar las posibilidades de supervivencia durante los primeros minutos «en el exterior». Sin embargo, sorprendentemente, todavía estamos descubriendo muchos de los detalles.
Incremento repentino del oxígeno
Antes del nacimiento del bebé, la sangre pasa por la placenta para deshacerse de los deshechos y recoger el oxígeno y los nutrientes que provienen de la madre. Mientras el bebé se está desarrollando en el útero necesita un nivel de oxígeno relativamente bajo.
Después de nacer, está expuesto de forma repentina a niveles de oxígeno más altos (potencialmente peligrosos). Este cambio requiere diferentes formas de proteger al recién nacido, para lo cual el bebé cuenta con mecanismos para hacer frente a esa repentina cantidad de oxígeno.
La ictericia leve, una coloración amarilla temporal de la piel debido a un retraso en la activación de las enzimas hepáticas, puede ser uno de esos mecanismos de protección observados en muchos bebés.
Los cambios físicos y las alteraciones biológicas y químicas de los sistemas del cuerpo humano son necesarios para hacer frente al mundo exterior.
Adiós, placenta
Antes de nacer, la mayor parte de la circulación sanguínea del bebé pasa por la placenta, pero no por los pulmones.
Después del parto, el flujo placentario se detiene. En lugar de pasar del corazón del bebé a la placenta, la sangre del corazón debe dirigirse hacia los pulmones recién expandidos.
Una nueva investigación nos ayuda a entender la relación entre las primeras respiraciones del bebé y la expansión del flujo sanguíneo pulmonar.
Entender estos procesos durante los primeros minutos nos ayuda a saber exactamente cuándo pinzar el cordón umbilical o en qué momento los recién nacidos prematuros o enfermos necesitan ayuda respiratoria.
No siempre sale bien
Los múltiples cambios necesarios para que el bebé esté listo para nacer no siempre se producen.
Por ejemplo, si un bebé nace de forma prematura, es posible que no se haya producido alguna o ninguna de estas adaptaciones.
Los bebés prematuros pueden tener problemas para expandir los pulmones o para conseguir cerrar partes importantes de las «tuberías» que llevan el flujo sanguíneo hasta los pulmones. También pueden tener dificultades para reemplazar el oxígeno y otros gases en los pulmones.
También es posible que otros sistemas del cuerpo humano, como la piel, el sistema digestivo o los sistemas químicos, no estén del todo preparados.
A pesar de esto, todos los bebés, excepto los más prematuros, se benefician de los empujones del parto, cuando se dan. Los cambios asociados al inicio del parto, especialmente la inflamación, desencadenan señales biológicas que avisan al bebé para que se prepare para nacer.
Nacimiento por cesárea
Sorprendentemente, cualquier pequeña diferencia con respecto al tiempo normal de un embarazo a término completo (sobre 40 semanas) puede tener consecuencias.
Los bebés nacidos por cesárea sin haberse iniciado el parto no realizan la transición al mundo exterior con la misma facilidadque en los casos en los que el parto sí se ha iniciado. Tienen una mayor tasa de ingreso en unidades neonatales por problemas respiratorios, incluso después de tener en cuenta otros factores de riesgo.
Cada semana de adelanto con respecto al parto a las 40 semanas prácticamente duplica el riesgo de ingreso en unidades neonatales.
En la actualidad, se recomienda valorar los riesgos del parto junto a los riesgos de falta de madurez para establecer la fecha del nacimiento, así como no dar a luz demasiado pronto a menos que sea médicamente necesario.
Algunas de esas consecuencias pueden modificarse mediante esteroides. Nuestros cuerpos producen esteroides de forma natural, también los de los bebés. Conocidos también como «hormonas del estrés», son especialmente importantes para garantizar la maduración pulmonar durante el nacimiento.
En ocasiones, los esteroides que se le dan a la madre pueden engañar al bebé para que «prepare un plan de escape» y tenga los pulmones listos para el parto antes de que ocurra.
Independientemente del nacimiento prematuro, los investigadores están analizando en profundidad si existe alguna consecuencia a largo plazo en la salud o el desarrollo provocada por el nacimiento por cesárea sin el proceso de parto.
Cabeza aplastada
¿Pero por qué tenemos un sistema del parto tan arriesgado, en el que el bebé tiene que deformar su cráneo para nacer?
A los humanos nos define nuestro cerebro. En nuestra especie, el proceso de evolución ha sido un ejercicio de equilibrio en el que el tamaño del cerebro y su madurez han sido sopesados (en términos de supervivencia) con respecto al riesgo de obstrucción durante el parto.
Los bebés humanos tienen un nivel de madurez relativamente inferior al de algunos de nuestros parientes primates más cercanos, pero no podemos alcanzar un nivel de madurez mayor con seguridad antes del parto. En nuestra especie, ese crecimiento adicional se debe producir aproximadamente durante el primer año después del nacimiento.
Además, el hecho de caminar en posición erguida ha provocado una inclinación en nuestra pelvis que estrecha el canal del parto (el espacio entre los huesos de la pelvis por el cual debe pasar el bebé).
El nacimiento todavía es peligroso. A nivel mundial, el parto obstruido sigue siendo una causa importante de muerte, tanto de las madres como de los bebés, y una de las principales causas de problemas de incontinencia a largo plazo entre las madres que sobreviven.
Esta cuerda floja por la que los seres humanos caminamos, entre el tamaño de la cabeza y las posibles consecuencias negativas para las madres y los bebés, es en esencia el motor de la existencia de la obstetricia moderna.
Esperemos que más investigaciones con el fin de comprender el equilibrio entre todos estos riesgos, junto con la observación de los cambios de los bebés desde el útero hasta el mundo exterior, nos ayuden a conseguir un parto más seguro. Esto mejorará la salud inmediata y a largo plazo tanto de las madres como de los bebés.
*Ian Wright es profesor de Investigación en Pediatría y Salud Infantil de la Universidad de Wollongong, en Australia.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Está reproducido bajo la licencia Creative Commons.