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Phelps: casi como un país dentro de su propia nación

Él solo, en apenas cuatro Juegos, logró la misma cantidad de oros que la Argentina

Claudio Cerviño

LA NACION

Es el mismo que se levantó de su silla, en la Villa Olímpica, para ir a saludar a Novak Djokovic porque lo admira. Anteanoche, cuando se consagró por 19a vez en los Juegos, Michael Phelps, el atleta olímpico más grande de todos los tiempos, ganando con sus compañeros la posta 4x100m libres, se permitió un gesto paternal. En el podio, escuchando el himno de Estados Unidos, el benjamín del equipo, Ryan Held (21 años), apoyó su cabeza sobre el hombro derecho de la leyenda. Conmovido, y antes de romper en llanto, escuchó las palabras que necesitaba: «Está bien que llores». ¡Cómo no hacerle caso!

Una historia en sí misma la de Phelps, el consuetudinario ganador de medallas. Son 23 ya, 19 doradas, 2 plateadas y 2 de bronce. ¡Una obscenidad! Casi como un país dentro de su propia nación. Es tan inmenso que él solo, en apenas cuatro participaciones olímpicas (2004, 2008, 2012 y 2016) obtuvo la misma cantidad de oros que la Argentina en toda su historia, desde aquella coronación del polo en 1924. Cuando nació en Baltimore en 1985, por ejemplo, las medallas doradas argentinas trepaban a 13. Los caminos se juntaron ya en Londres 2012 y la curiosa paridad (por ahora) se prolonga en Río 2016.

El Estadio Acuático Olímpico de Barra de Tijuca se enfervoriza con cada irrupción de Phelps. El clima de las pruebas de natación siempre es muy especial, en constante estado de ebullición. Obvio que los representantes brasileños tienen un respaldo ensordecedor, pero la devoción por Phelps no se queda atrás. Es la historia. Es saber que probablemente sean sus últimos Juegos. Es saber que difícilmente haya otro igual.

Con 31 años, ahora los vive como el patriarca del grupo. Dosifica energías porque los 4×100 libres fueron apenas el comienzo de varias especialidades. Es su progresión histórica: 8 medallas en Atenas (6 oros y 2 bronces), otras 8 (todas doradas) en Pekín para superar los 7 éxitos del legendario Mark Spitz, 6 en Londres (4 oros y 2 plateadas) y una más (oro) en Río como punto de partida. Anoche mismo se clasificó para la final de los 200m mariposa, que correrá hoy a las 22.28. Regulando en las eliminatorias (3° en su serie, con 1m55s73, más de 4s arriba de su récord mundial) y logrando por la noche la clasificación con 1m54s12s. «¿Cansado? Pensaba que con 1m57s alcanzaría, pero vi un par que hicieron 1m55s y supe que no podía quedarme demasiado», sostuvo.

Con algunas molestias en el hombro derecho -desde hace tiempo se somete a tratamientos de medicina china, con aplicaciones tipo ventosas-, desde el entorno de Phelps deslizaron que ese no sería el problema mayor, sino los horarios nocturnos. La NBC paga 8000 millones de dólares por los derechos de los Juegos Olímpicos y quiere al Tiburón en horario central en Estados Unidos. «¿A qué hora me dormí el lunes? A las 3», afirmó Phelps. «Y a las 11 ya estaba de vuelta camino al estadio», enfatizó. Deberá convivir con los dolores y las pautas comerciales.

Esas 23 medallas van camino a incrementarse y probablemente sus 19 oros también. Lo esperan por lo menos cuatro pruebas más, que podrían trepar a cinco. Y nunca pierde el entusiasmo, menos ahora que tiene la sombra de Katie Ledecky, la otra estrella del equipo, que arrancó su participación pulverizando el récord de los 400m libres (3m56s46) en su primer oro. Justo la distancia en la que el año pasado amagaron jugar una apuesta en Arizona y, según cuentan el equipo, el que desistió fue? Phelps.

Incentivos no le faltan, obvio. Los récords en sí mismos, pero también el apoyo de la gente. Lo vivió en esa final de la posta con Caeleb Dressel, Held y Nathan Adrian. «Era increíble cómo gritaba la gente. Y tenía mucha tensión encima. Estaba esperando mi turno, que llegara Caeleb, y sentía que el corazón me estaba a punto de explotar. Creo que, en47s10/100, nadé los 100 metros más rápidos de mi vida», confesó Phelps, tras la victoria sobre la posta francesa por 99/100, en una distancia que no es su preferida.

«Tuve unos compañeros increíbles, estos chicos son buenísimos. En Tokio van a ganar mucho y yo ya no voy a estar». Empieza a despedirse. Sus carreras tienen «alta demanda» de tickets. El mundo Phelps, con identidad propia.

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