El autor argentino acaba de publicar El cepillo del rey, su primer libro para chicos en cuyo origen estuvo la comunicación a la distancia con su hija; proyectos de cine y de música
«Este libro es para mi hija Lucía», dice en la primera página de El cepillo del rey, el primer trabajo para chicos de Pedro Mairal. La dedicatoria es literal: el autor de Salvatierra inventó el cuento que publicó este mes Sudamericana para contarle a su hija a la distancia, desde Francia. Durante aquel viaje, Mairal escribió un diario, donde registró hechos y anécdotas. Ahora, mientras espera la publicación de Maniobras de evasión, libro de no ficción editado por la Universidad Diego Portales de Chile, que saldrá en el país en junio por Emecé, trabaja en el guión cinematográfico de su última novela, La uruguaya.
En 2015, durante dos meses, Mairal estuvo en una residencia para escritores en Rennes, Francia. «Fue una gran experiencia. Compartí departamento con Washington Cucurto. Dimos un taller de escritura para hijos de inmigrantes. Cucurto les enseñó a hacer tapas de cartón, como las de Eloísa Cartonera, y se llevaron los libros con sus nombres. Cucurto pintaba. Yo escribí bastante y también hice música».
Foto: Marcelo Gómez
-¿De dónde salieron los personajes del cuento infantil?
-En el departamento no teníamos Wi-Fi, así que iba a una cafetería para tener conexión de internet y comunicarme con mi familia. Era extraño porque no había privacidad. Mi hija, que tenía tres años, me pedía que hiciera ruidos de animales. Yo imitaba un tigre y alrededor todos miraban a un tipo enloquecido. Después le compré unos juguetes y los hacía actuar delante de la cámara. Había una princesa y un cocodrilo. No tenían nada que ver uno con el otro, pero me gustó cómo interactuaban. Me parecieron muy cómplices.
-¿Así surgió El cepillo del rey?
-Sí. En el diario, empecé a escribir «Había una vez una princesa que le gustaba ir a nadar a los pantanos prohibidos…» A mi hija le iba contando el cuento por partes. Usaba objetos cotidianos para las historias. Gaby Thiery, la ilustradora del libro, captó muy bien esa idea. Usó botones, peines, cubiertos. El texto quedó en el diario hasta que volví. Me pareció que ahí había algo y no sabía qué hacer. Se lo mandé a una editora conocida y le encantó. Nunca me había relacionado con la literatura infantil. La raíz del cuento es para mi hija, pero después entendí que al escribirlo no estaba pensando en chicos. Me asustaba un poco la idea: el cocodrilo se come a los pretendientes de la princesa. Y cuando vi el trabajo visual me encantó: tiene un aire a Tim Burton. Estoy muy contento con cómo quedó el libro. Tengo otras ideas pero todavía muy crudas. No es un género menor ni se escribe así nomás. Hay que ponerle la misma energía literaria que a los textos para adultos.
-¿Qué dijo tu hija cuando vio que aquel cuento se convirtió en un libro?
-Yo se lo contaba todas las noches. Y cuando lo vio, y vio las ilustraciones, quedó fascinada. Fue como volverle real algo que era sólo fantasía. En el Filba, en una biblioteca de Bariloche, lo leí frente a un grupo de chicos de entre 3 y 11 años y fue muy lindo escucharlos reír de cosas que a uno le hicieron gracia en algún momento. Siempre me gusta ver las reacciones de la gente. Existen tantos libros como lectores. Cada uno le pone cosas propias. Me gusta cuando la gente se apropia de mis historias.
-¿Pensás publicar el diario de viaje?
-No sé. No lo escribí con esa idea. Hay una idea de publicarlo por partes en Orsai. Tiene ilustraciones de Cucurto. El pintaba algunas cosas que nos pasaban. Yo sacaba fotos de sus dibujos y con eso ilustré el diario.
-¿Y la música?
-Estoy haciendo canciones. Aprendiendo, además, porque no es lo mío. Compongo y hago letras. Y las voy grabando con la computadora. Dentro de algunos meses las voy a empezar a mostrar. No pretendo hacer un disco. No es mi plan.
-Trabajás en la adaptación de La uruguaya para el cine. ¿Cómo surge ese proyecto?
-Lo estoy escribiendo con Hernán Casciari y Christian Basilis, editores de Orsai. Compró los derechos la productora de Javier Beltramino y en el proyecto está involucrado Diego Peretti, que la quiere codirigir. A Jorge Drexler le gustó mucho el libro y habló con el productor para hacer la canción del final. Eegí hacerlo con ellos porque, después de Una noche con Sabrina Love, me quedé con ganas de participar del guión. Esa vez no pude. Después escribí algunos guiones, uno que no se llegó a filmar y dos largos con Carlos Sorín. Desarrollé cierta cercanía con lo audiovisual. Entonces, ahora, quería meterme.
-¿Es una adaptación literal?
-No. Vamos a hacer algo muy libre porque hay situaciones que son fáciles de filmar, pero ésas justamente no conforman la historia. Estamos viendo cómo trabajar esa cuestión. Probablemente vamos a abrir la historia y a abandonar la subjetividad del personaje. La subjetiva constante en cine es insostenible. Es como una realidad virtual, que sólo enfoca a una persona.
-¿Pero qué te pasa en este caso cuando la materia prima es tuya?
-No me quiero hacer el superado… preguntame esto dentro de tres meses y vemos. Haber vivido la experiencia de la adaptación de Una noche con Sabrina Love me mostró que la película tiene que ser otra cosa. No puede ser una versión ilustrada del libro. Necesariamente tiene que traicionar el libro. En este caso, me interesa esta idea que estamos trabajando de los contraplanos: lo que no muestra el libro, quizá la película lo pueda narrar. Si la gente quiere ver la novela filmada tal vez se decepcione. Pero es otro lenguaje, otras reglas.