Es muy difícil que exista un «Chapo Guzmán estadounidense».
No porque no se muevan millones de dólares y no existan traficantes de drogas en ese país -el mayor consumidor de cocaína del mundo- sino por la forma en la que se organiza el narcotráfico en EE.UU.
Así lo explican expertos e incluso la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) reconoce la presencia de mafias locales.
Desde mediados de siglo pasado se ha sabido de capos de la droga con nacionalidad de Estados Unidos, pero la probabilidad de que uno de ellos de producción, traslado, distribución y comercialización de una sustancia ilícita es muy baja.
No existen carteles famosos, como los mexicanos, ni grupos armados que se disputan territorios de cultivo de coca, como en Colombia, sin embargo, sí existen organizaciones dedicadas al narcotráfico en Estados Unidos que transportan estupefacientes por todo su territorio.
Aunque, en líneas generales, todavía existe desconocimiento respecto a los protagonistas y funcionamiento del tráfico en ese país.
1. Compradores mayoristas
Los narcotraficantes y organizaciones que forman parte del primer eslabón dentro de Estados Unidos son los que tienen cierto rango y capacidad de pagar por una carga recién llegada desde México.
A través de ellos, la cocaína y drogas sintéticas comienzan a viajar a los diferentes mercados existentes en el extenso territorio estadounidense.
«Estas organizaciones compran a granel los cargamentos de droga a los mexicanos, pero no es que los mexicanos no tengan la capacidad de distribución. No les interesa», explica a BBC Mundo Jesús Esquivel, autor del libro «Los narcos gringos» (2016).
El investigador sostiene que los carteles latinoamericanos saben que son menos vulnerables a capturas o a una confiscación de la carga al utilizar intermediarios locales «que se pueden diseminar fácilmente dentro de la sociedad estadounidense sin llamar la atención».
Esquivel señala que las organizaciones mexicanas no tienen una «oficina en Miami», sino personeros.
Consultado respecto a por qué entonces las agencias de seguridad estadounidenses anuncian con frecuencia la detención de ciudadanos de México y otros países por llevar sustancias controladas, el periodista señaló que son muchos más los casos de estadounidenses, pero que no reciben atención por los medios de comunicación porque no están vinculados a hechos violentos.
2. Mimetizados
El investigador sobre narcotráfico Hernando Zuleta apunta que uno de los motivos por los que las organizaciones estadounidenses y sus líderes son poco conocidos es su forma de actuar.
«En el microtráfico tienen mucha presencia las pandillas estadounidenses y de diferentes países centroamericanos, pero no se llevan la parte grande del pastel. Entonces todo el mundo se pregunta quiénes son los líderes gringos, porque tiene que haberlos», señala a BBC Mundo.
El profesor universitario explica que los «jefes de la distribución en el interior de Estados Unidos», por lo que se sabe, manejan un perfil muy distinto a la imagen instalada del narcotraficante latinoamericano y que han logrado exportar ese modelo.
Pone como ejemplo que investigaciones recientes muestran una nueva ola de narcotraficantes colombianos que «se mimetizan en la clase media alta» de su país.
«Me parece verosímil este fenómeno y creo que es una estrategia para no estar en el radar, como sucede en Estados Unidos», concluye.
Al respecto, Jesús Esquivel indica que «no es lo mismo ser un vendedor de drogas en Manhattan que uno de un barrio pobre de Houston» y por eso hay que adaptarse al entorno.
«No es que estén tras una oficina o establecidos observando el movimiento de los narcóticos, sino se acoplan a los lugares donde se encuentran», explica.
Esquivel añade que por ello es que no son ostentosos y optan por el bajo perfil, no pueden llamar la atención porque existe mucho control y si uno de ellos es detectado sufrirá incautaciones y la pérdida de su dinero.
«Actúan con mucho cuidado porque en Estados Unidos hay diferentes instituciones policiales, además de las agencias federales».
3. La telaraña
Como se ha señalado, el primer eslabón de la cadena es el comprador mayorista que adquiere las sustancias controladas que llegan desde Latinoamérica, Asia y otras partes del mundo.
A partir de allí sigue una red de grupos y prestadores de servicios que se extiende hasta los mercados en los más de 9 millones de kilómetros cuadrados que tiene EE.UU.
Las estimaciones más conservadoras sostiene que más solo la cocaína mueve más de 100.000 millones en ese país.
Otras de las sustancias que se consumen en el país son la marihuana (legal bajo diferentes modalidades en algunos estados), las metanfetaminas, la heroína y el fentanilo, cuyos niveles de mortalidad alarmaron a Estados Unidos.
Jesús Esquivel señala que, entre los compradores a granel, existen clubes de motociclistas que tienen ramificaciones en muchas ciudades y, por ello, son difíciles de detectar.
«Un cartel mueve toneladas de cocaína, pero al entrar a Estados Unidos son miles de estadounidenses los que se encargan de repartir esas toneladas en partes cada vez más pequeñas. Es como una telaraña, por eso es tan complicado», señala.
El investigador pone como ejemplo de esa dificultad el traslado de precursores químicos que llegan a territorio estadounidense desde China.
«La droga pasa por distintas etapas hasta llegar al mercado que las demanda. La distancia para la demanda de drogas no existe», concluye.
Por su parte el profesor Zuleta señala que es en este punto donde las pandillas entran en acción.
«Existen jerarquías particulares y no son homogéneas, por supuesto, pero evidentemente tienen capacidad económica, capacidad de corrupción y soborno», indica.
El investigador añade que desde allí es que se contratan distribuidores minoristas, transportistas hasta llegar a los consumidores (que en Estados Unidos son más de 4 millones).
4. El papel de los mexicanos en Estados Unidos
La DEA, en su informe anual «Evaluación nacional de amenazas de drogas» de 2019 reconoce la existencia de grupos «criminales locales y pandillas» vinculadas al negocio de los estupefacientes.
«Colaboran directamente con grupos criminales locales y pandillas en todo Estados Unidos para distribuir y transportar drogas a nivel minorista», señala el reporte.
Por ello, expertos señalan que la entidad le otorga mucho mayor protagonismo a los miembros mexicanos de las organizaciones de crimen transnacional presentes en su país y resta importancia a sus mafias locales.
Por ejemplo, agencia anunció en abril de este año que detectó un «sofisticado túnel» que partía desde la frontera mexicana y llegaba hasta el área de San Diego, en el sureste de EE.UU.
Su peculiaridad es que era la primera vez que el cargamento incautado incluía cinco diferentes tipos de droga: cocaína, heroína, marihuana y fentanilo cotizado en US$29 millones.
Otro hallazgo anunciado recientemente por la agencia estadounidense es que identificó «ocho grandes centros de transporte de metanfetamina», la mayoría de ellos en el sur de EE.UU.
La peculiaridad es que en ambos casos la DEA atribuyó prácticamente toda la responsabilidad a los grupos narcos mexicanos, de los que señaló que actúan en «varias celdas compartimentadas a las que se les asignan funciones específicas, como la distribución o el transporte de drogas, la consolidación de los ingresos de las drogas o el lavado de dinero».
«Las operaciones mexicanas en Estados Unidos generalmente funcionan como una cadena de suministro: los operadores de la cadena conocen su función específica, pero desconocen otros aspectos de una operación», indica la agencia.
Sobre el tema, Falco Ernst, uno de los investigadores en jefe de la organización Crisis Group, una organización de análisis en varios países, rechaza que sean mexicanos los que controlen todos los eslabones de la cadena hasta llegar al comprador final.
Al igual que Zuleta y Esquivel, el experto resalta el papel de las pandillas, mafias locales y clubes de motociclistas dentro del sistema de distribución.
Según Ernst, lo que existe es un «modelo mixto» en el que hay participación mexicana con distintos niveles de jerarquía y protagonismo en las diferentes etapas y lugares.
Explica que la presencia de representantes de las organizaciones criminales mexicanas en el territorio estadounidense no se limita a solo enviar embajadores, pero que no se sabe nada de que alguno de los verdaderos capos opere desde ese lado de la frontera.