Katie Ledecky tiene 20 años y 16 medallas de oro, cinco Juegos Olímpicos, 11 en Mundiales. Las últimas se la colgó este domingo en la coqueta Duna Arena de Budapest, primero en los 400 libres, que dominó fiel a sus costumbre, luego en el 4×100 relevos, prueba en la que fue clave para que la selección de Estados Unidos cante el The Star-Spangled Banner. Ledecky no nada, gana. La estadounidense tiene una relación íntima con la victoria, cada vez que se tira a la pileta se va con un oro. Hubo una excepción, en Río 2016, cuando se quedó con la plata. Eso sí, la carrera era 4×100 en relevos. Es decir, nadaba con otras compañeras. «¿Qué está persiguiendo?», se pregunta Dave Marsh, entrenador de Estados Unidos; «seguramente su mejor personal y lo está haciendo con furia». «Pero», añade; «¿de dónde viene la furia? No lo sabemos, pero la estufa está encendida».
No se sabe de dónde saca el kerosene Ledecky; en cambio sí se conoce la historia criada en el seno de una familia capaz de sobreponerse a la atrocidad más feroz. Su abuela Berta tuvo que dejar la antigua Checoslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial; su abuelo Jaromir se marchó rumbo a Estados Unidos en 1948, perseguido por el régimen prosoviético. Unos escaparon de los nazis, los otros de los comunistas. Todos judíos. Jaromir conoció a Berta en Nueva York y formaron la una familia de abogados y empresarios. Katie, por ejemplo, además de dedicarse a batir colgarse oros en cada torneo, también estudia Administración de Empresas en la Universidad de Stanford. «Soy feliz con lo que hago en la natación y en la vida. Me divierto siendo amateur y representándome a mí, a mi entrenador, a mi equipo y a mi familia», sostiene la estadounidense.
Su familia es clave para entender la mentalidad de Ledecky. En 2007, cuando la nadadora tenía 10 años, su abuela Berta invitó a sus hijos y nietos a Praga. Un especie de retiro espiritual para la saga Ledecky que se juntaron con sus parientes en República Checa. No era un encuentro cualquiera, Berta Ledecky tenía planeado una visita al cementerio judío de la capital checa, símbolo de la barbarie nazi. Dice la ganadora de 11 medallas de oro en los mundiales que sus abuelos están siempre presente en su vida. Impulso suficiente para nadar a la velocidad de los hombres. «Nada con la fuerza que nosotros», se sorprendió su compatriota Ryan Lochte; «ella hacía las series más rápido que yo. Cuando la vi en la piscina me pregunté: ‘¿Qué está pasando?». Y ella lo aclara: «Sólo me gusta nadar rápido, no pienso en la distancia», sentencia Ledecky. Ninguna mujer en Estados Unidos ostenta más medallas que ella. Parece que nada tras el mito de Phelps.
Ledecky, que aspira a sumar seis títulos en el Mundial de Natación de Budapest, comenzó con buen pie y logró ya los dos primeros en 400 metros libre y relevo 4×100 metros libre.