Este año cae sábado, mejor día para rumbear, pero en 1987 el 4 de febrero era miércoles. Sin embargo, en una finca del municipio de Guarne, departamento colombiano de Antioquia, no les importaba: había fiesta.
Es que para los capos del Cartel de Medellín los días laborables y los no laborables no tenían nombre, y para Carlos Lehder Rivas, menos.
Sin embargo, ese fue el día que para este hombre se acabó la fiesta.
Este sábado se cumplen 30 años de que se convirtiera en la primer gran figura del narcotráfico en ser extraditada desde Colombia hacia Estados Unidos. (Curiosamente, un mes más tarde Colombia creaba la Dirección Antinarcóticos de la Policía.)
Lennon y Hitler
«Un lunático llamado Carlos Lehder, mitad colombiano, mitad alemán, cien por ciento playboy. Gran admirador de John Lennon y Adolf Hitler». Así lo presenta la serie Narcos en su primer capítulo; algo que confirman muchas otras fuentes documentales; también señalan que admiraba al «Che» Guevara.
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«Carlos Lehder Rivas es quizá el único de los grandes jefes de la mafia colombiana que más que empleados, ha tenido seguidores«, se lee en un artículo de la Revista Semana publicado días después de su caída. «Encarretador, mesiánico y obsesivo, es también el único que se preocupó por formarse culturalmente», agrega el texto.
Nació el 7 de octubre de 1949 en la ciudad de Armenia, en el departamento del Quindío, en el Eje Cafetero colombiano. Su padre, un ingeniero alemán de nombre Wilhelm, que había emigrado a Colombia en la década de 1920, donde estableció un negocio de construcción; su madre, la colombiana Helena Rivas.
Carlos fue el menor de tres hombres y una mujer que concibió la pareja. Sus padres se divorciaron cuando tenía cuatro años. Tras pasar de internado en internado, a los 15 años se fue a vivir a Estados Unidos.
De los autos a la cocaína
«La gente que lo conoció en esa época decía que era algo callado pero muy ambicioso, un inteligente y respetuoso timador«, cuentan Guy Gugliotta y Jeff Leen en su libro «Reyes de la cocaína».
Según Gugliotta y Leen, odiaba a Estados Unidos y quería inundar el país con cocaína para desestabilizar su sistema político.
«A principios de los setenta», cuenta el artículo de Semana, «era ya el cerebro de una compleja red de compraventa y contrabando de carros robados, y según todos los datos que recopiló por aquellos días el FBI, había logrado amasar una pequeña fortuna».
En 1974 ya se dedicaba además al tráfico de marihuana (de la que él mismo era asiduo consumidor), y por eso terminó preso en la cárcel de Danbury, Connecticut, donde empezó a pensar en llevar cocaína desde Colombia, algo que empezó a poner en marcha a partir de 1975, al salir de prisión.
Cayo Norman
Lehder estuvo desde los inicios en el cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar y llegó a ser uno de los hombres más ricos de Colombia.
«A mediados de 1978, el narcotraficante (…) compró la mitad del islote Cayo Norman en las Islas Bahamas cerca a la costa sur de la Florida«, cuenta Eduardo Sáenz Rovner en un artículo publicado en 2011 en la revista Cuadernos de Economía, de la Universidad Nacional, de la que es investigador.
Pero terminó apoderándose de toda la isla: «Sus hombres, norteamericanos, colombianos y alemanes, hostigaron a los vecinos y visitantes a punta de pistola… Para que no quedaran dudas un cadáver acribillado a balazos fue encontrado en un bote de placer a la deriva».
La isla se volvió lugar de paso para los vuelos del Cartel de Medellín, en pequeños aviones de Lehder, quien ideó las rutas.
Además de todo, patrocinó un movimiento político (Movimiento Latino Nacional, que consiguió en 1984 escaños en asambleas municipales y en la departamental del Quindío), fundó un periódico (Quindío Libre) y estableció un hotel campestre (La Posada Alemana).
El periodista colombiano Jorge Enrique Cardona Alzate, cuenta en el libro «Días de memoria», que Lehder transformó La Posada Alemana en un lujoso complejo hotelero con discoteca, rodeado de excentricidades, como dos leones enjaulados en el aparcamiento.
«Como homenaje al célebre integrante de los Beatles, John Lennon, asesinado en diciembre de 1980 en Nueva York, contrató al reconocido escultor colombiano Rodrigo Arenas Betancur e hizo instalar frente al ostentoso estadero una estatua tamaño natural del artista desnudo, con tres huecos en el pecho simbolizando los disparos, una guitarra en su mano derecha y la palabra ‘amor’ cubriendo sus genitales», escribe Cardona Alzate.
La captura
Su vida de excentricidades y lujos se acabó con su captura a los 37 años, sobre la que hay diferentes versiones.
Mark Bowden, en el libro «Killing Pablo» («Matando a Pablo»), asegura, como muchos otros, que Escobar traicionó a Lehder.
«Apostando a que Estados Unidos tenía más interés en combatir a los comunistas que a los narcos», cuenta, «sus abogados se acercaron al Fiscal General de EE.UU. en 1986 con una oferta de información contra guerrillas comunistas, las FARC, el ELN y el M-19, a cambio de una amnistía por sus crímenes con las drogas».
Bowden dice que, entonces, Pablo Escobar ofreció un gesto de buena voluntad: «La policía colombiana fue informada acerca de una fiesta que Lehder había organizado para el 4 de febrero de 1987».
Sin embargo, Jorge Enrique Cardona Alzate, relata otra versión, una en la que la clave parece haber sido la suerte (mala para Lehder, buena para la Policía).
«El mayor de la Policía de la localidad de Rionegro William Lemus, en cumplimiento de un operativo de rutina para corresponder reclamos de la comunidad ante sucesivos escándalos diurnos y nocturnos en la finca Berracal, con unos pocos tiros y apenas un sujeto herido en uno de sus glúteos, terminó capturando al poderoso narcotraficante Carlos Lehder Rivas y a 14 acompañantes que se entregaron mansos», cuenta.
Cardona Alzate recuerda que Lemus le dijo a los medios en ese momento: «Dios mío, nos cayó la Virgen del cielo».
Sea cual sea la versión cierta, terminó ese mismo día en un avión de la DEA que lo llevó a Estados Unidos. La autorización para su extradición ya tenía la firma del Ejecutivo colombiano desde mayo de 1984.
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En EE.UU. fue condenado a cadena perpetua y a 135 años de cárcel; aunque a cambio de colaborar en el juicio contra el expresidente panameño Manuel Noriega EE.UU. se le rebajó la sentencia a 55 años de prisión, aunque él asegura que le habían prometido bajarla a 30 años.
En 2015 le envió una carta al presidente Juan Manuel Santos (ya había hecho lo propio en 2010, cuando el presidente era Álvaro Uribe), quejándose por eso. También le pide que haga gestiones para que pueda regresar a su país. «Merezco morir en Colombia», decía la misiva.
En la carta hay un párrafo curioso, en el que justifica el rol del Cartel de Medellín en el negocio del narcotráfico: «Desde el año 1970, ante la propagación global de la subcultura de la droga estimulante, un grupo de visionarios contrabandistas paisas (de Medellín y el Eje Cafetero), atendiendo a la demanda, logramos lo que por milenios los alquimistas no pudieron, el convertir un kilo de hojas refinadas en un kilo de oro puro».
Con la salida de personajes como Lehder o Pablo Escobar, muerto en un operativo policial el 2 de diciembre de 1993, fueron desapareciendo de la escena este tipo de narcos poco discretos y fueron reemplazados en el negocio por narcos que aprendieron que era más seguro mantener un bajo perfil.
Pero el negocio de ese «oro puro» nunca desapareció.