Castro fue conocido por ser un líder y tirano cubano, pero también, su lado mujeriego lo llevó a conocer a una mujer con la misión de asesinarlo
La historia habla de las acciones políticas de Fidel Castro que lo señalaron como dictador por haber privado a los cubanos de sus libertades económicas y políticas. También habla de sus cualidades como líder, orador y «soldado de las ideas»; de sus amoríos y de la decena de hijos que tuvo, pero sin duda, un momento clave en la historia fue la mujer que se convirtió en amante y amenaza: Marita Lorenz.
Ese fue el inicio de un romance de ocho meses con él, que lejos de verse como un cuento de hadas, pudo convertirse en un momento clave de la historia si hubiese seguido un encargo especial de la CIA: asesinar al mandatario.
La vida nunca fue fácil para Marita; cuando era niña, estuvo encerrada en un campo de concentración por lo que podría asumirse que la muerte no sería un impedimento para ella. Pero para Marita, su relación con Fidel ya era un momento clave en su vida, ya que estaba perdidamente enamorada de él, incluso aseguraba que desprendía una fuerza seductora enorme.
Ante el mundo, Marita ya era «la novia de Fidel Castro» pero tras quedar embarazada y creer haber perdido a su hijo durante el parto, viajó lejos de Cuba. La CIA la buscó para reclutarla como agente y por un momento, pasó a ser un peligro en potencia para el mandatario. «Quien sobrevivió a Bergen-Belsen (campo de concentración) puede trabajar para la CIA», le repetía su entrenador Frank Sturgis, quien en palabras de Fidel, era «el más peligroso agente de la historia».
Marita debía ponerle veneno a Castro en su café, pero a pesar de haberlo intentado, no se atrevió a cumplir con la misión (de hecho logró deshacerse de estas y alegó que se trató de un fallo). Castro fue su primer gran amor, y lo amó por sobre todas las cosas, según relató en el semanario francés Paris-Matchen. La espía era una protegida de la CIA, llegó a estar implicada en la supuesta conspiración para asesinar a John F. Kennedy e incluso en el caso Watergate contra Richard Nixon.
Castro era una mente brillante y enseguida se dio cuenta de las intenciones de Marita, por lo que tomó una pistola y la retó a tirar del gatillo, a lo que esta contestó ‘no quise matarte la primera vez, no quiero matarte una segunda'», relata en su libro de memorias, «Yo fui la espía que amó al comandante».
Marita tuvo todas las armas para cumplir el asesinato de Castro, pero el amor la cegó.