Los empleados de Apple tienen grandes expectativas sobre el nuevo campus de la compañía, la sede circular de cristal con la que soñó Steve Jobs y que está valorada en 5 mil millones de dólares. Se espera que sea inaugurada el próximo año por lo que la Nave Espacial, como se le ha llamado, está casi lista. Pronto la empresa podrá deshacerse de las ataduras terrenales, las restricciones del tiempo y el espacio, y estará lista para despegar.
O por lo menos ese era el plan. Pero en los últimos meses, después de más de una década de crecimiento sin precedentes, hubo un frenazo en esta historia. Los últimos informes de ganancias de Apple revelan que han llegado a su punto más alto. Aunque son la envidia del mundo corporativo, el pesimismo rodea todas sus acciones.
Hace unos meses dije que esa opinión era demasiado sombría. Debido al tamaño de la base de consumidores y las escasas probabilidades de que los amantes del iPhone lo cambien por un Android, el futuro próximo de Apple es positivo. “Que no cunda el pánico, a Apple le está yendo bien”, escribí.
Eso aún es cierto. Varios analistas predicen que a lo largo del siguiente año, las ventas del nuevo iPhone tendrán un crecimiento lento en vez de disminuir, con lo que deberían mantener su balance dentro de los excepcionales niveles actuales.
Pero no se construyen monumentos corporativos en forma de nave espacial porque a la empresa le vaya bien. Muchos se preguntan si Apple puede conservar su lugar como la Estrella Polar del firmamento tecnológico. ¿Acaso la compañía puede construir la siguiente gran plataforma de la computación, como lo hizo con la anterior? ¿Sus mejores días están por venir, como lo afirmó el director ejecutivo, Timothy Cook? ¿O el nuevo campus será la cereza del pastel en una era que Apple ha dominado y que jamás volveremos a ver?
Propongo una idea. Para tener éxito en la siguiente era tecnológica, esta empresa necesita tomar una serie de riesgos más grandes y audaces.
La última década de Apple, en su mayor parte al mando de Jobs, estuvo definida por un enfoque perfeccionista. Como lo presumen sus ejecutivos y sus videos publicitarios, la compañía rechaza cientos de ideas antes de aceptar una. Esa actitud era perfectamente adecuada para una era específica de la tecnología: el ascenso de los dispositivos móviles, que fue la expresión definitiva de la pericia de Apple para crear aparatos que podrían ser joyas.
Pero es probable que la próxima era esté dominada por los servicios de datos en línea: más productos como Siri y Apple Pay, y menos dispositivos independientes como el iPhone.
En ese ambiente, podría ser que la búsqueda paulatina de precisión y perfección no sea la mejor apuesta para Apple. Ahora, la meta de Cook debería ser alterar el ethos gobernante de Apple para incluir un poco de caos en la compañía.
Es probable que la empresa ya esté trabajando para idear algunos planes audaces (desde hace mucho se ha informado sobre proyectos como un auto y un servicio de televisión paga). El cambio al que me refiero no sería radical, sino evolutivo. Debería ser una compañía más ágil y ligeramente más pública en cuanto a sus experimentos, así como sacar más proyectos en menos tiempo. Cuando lancen productos, deberían solucionar y mejorar lo que esté mal con más rapidez. Sobre todo, deberían tomar más riesgos; deberían decir “sí” más a menudo.
Estos cambios serán difíciles porque podrían desestabilizar la base de consumidores de Apple y su marca. Experimentar más significa fracasar más, generalmente en público. Fracasar significa tener una mala imagen y verse mal no es algo que le guste a Apple.
CreditStuart Goldenberg
Apple podría beneficiarse si asume el riesgo de tener una actitud despreocupada que le permita sacar productos más experimentales. Estamos viviendo una época extraña en la tecnología. Hay muchas nuevas tecnologías que podrían ser las grandes novedades del futuro —la inteligencia artificial, la realidad virtual, los drones, los dispositivos inteligentes, el Internet de las Cosas—, pero para averiguar cómo unir todas estas piezas con el fin de crear experiencias que le encanten a la gente es necesario experimentar.
Un buen ejemplo es la Amazon Echo, la computadora de uso doméstico con reconocimiento de voz que antes era un extraño artilugio y ahora se ha convertido en un ejemplo revolucionario y útil del futuro de la computación. No parece accidental que la Echo —al igual que el exitoso servicio computación en la nube y su servicio de suscripción Prime— haya nacido de una compañía cuyo director ejecutivo ha aceptado los riesgos y el fracaso como un indicador de salud corporativa.
“Creo que somos el mejor lugar del mundo para fracasar, y el fracaso y la invención son gemelos inseparables”, escribió Jeff Bezos, el director ejecutivo, en una carta reciente dirigida a sus accionistas. Agregó: “La mayoría de las grandes organizaciones aceptan la idea de la invención, pero no están dispuestas a sufrir una serie de experimentos fallidos, que son necesarios para lograr sus objetivos”.
Apple ha acumulado muchas de las piezas necesarias para crear tecnologías del futuro. Tiene experiencia en el reconocimiento de voz, el procesamiento de datos, la tecnología ponible y, desde luego, el diseño de hardware y software. Lo más importante es que también tiene una base de usuarios dispuestos a probar sus productos más recientes.
Lo que todavía no tiene es suficiente apetito para enfrentar la velocidad y los riesgos que acompañan la creación y el mantenimiento de nuevos servicios. Algunos de sus pecados han sido imperdonables. Siri fue una de las primeras tecnologías de reconocimiento de voz que se lanzaron al público. Cuando salió no era perfecta pero Apple la ha mejorado con el tiempo y hoy en día es mucho más poderosa.
Ben Thompson, quien escribe en el sitio Stratchery, citó hace poco una letanía de limitaciones en los servicios de Apple: entre ellos la App Store, iMessage, Apple Play y Apple Music. Thompson dijo que la inusual estructura organizativa de Apple —en la que los ejecutivos están a cargo de determinadas funciones de negocios, como la ingeniería o la mercadotecnia, y no las líneas de productos— funcionaba mejor para crear hardware en vez de fascinantes servicios en línea.
También es importante señalar que Apple tiene consumidores muy pacientes y que el valor general de su ecosistema a menudo compensa déficits específicos en algunos de sus servicios. Pensemos en Apple Music, una suscripción a un servicio que no ofrecía mayores ventajas que sus rivales como Spotify. Sin embargo, a pesar de haber llegado tarde al mercado y no ser tan agradable de usar como su competencia, Apple Music ha acumulado 13 millones de suscriptores que pagan 120 dólares al año.
“Ya se convirtió en un negocio de 2 mil millones de dólares y hace un año no existía”, dijo Kulbinder Garcha, un analista de Credit Suisse, quien ha afirmado que las ganancias de Apple pueden crecer de manera significativa al crear y mejorar servicios en línea. Si la empresa se apresura a solucionar algunos de sus problemas con Apple Music —limpiar la interfaz de usuario, agregar funciones útiles como el buscador interno de letras de canciones de Spotify— fácilmente podría aprovechar ese crecimiento.
“Estas cosas no tienen que ser un éxito desde el principio, pero lo importante es que continúen aprendiendo de sus errores y sigan actualizándolos”, dijo Garcha. En otras palabras, sean más rápidos, asuman más riesgos y sean audaces.