Cuando excavamos para extraer un metal precioso, un combustible carbonífero o un mineral antiguo, extraemos un capítulo de otra época.
Tales materiales son, en palabras de la escritora canadiense-estadounidense Astra Taylor, el «pasado condensado»: narran épocas épicas de furia magmática, bosques tropicales o vapor hidrotermal.
Tardan millones de años en asentarse o cristalizar, pero solo unos momentos en ser eliminados con maquinaria y explosivos.
Desde que los humanos nos dimos cuenta por primera vez de que el suelo bajo nuestros pies contenía riquezas ocultas, hemos excavado para descubrir qué hay debajo. La minería hace posible casi todos los aspectos de nuestra vida moderna y, a menudo, los efectos en el mundo natural nos parecen muy lejanos.
Ver el impacto visual de una mina puede cambiar sutilmente cómo pensamos acerca de nuestras posesiones.
Incluso estas palabras están llegando a ti a través de materiales geológicos: detrás de tu pantalla, enredados en componentes electrónicos, hay metales que alguna vez estuvieron encerrados durante milenios dentro de una roca.
Y en algún lugar del mundo en este momento, nuestro deseo de tener más y más de esta tecnología está impulsando búsquedas subterráneas cada vez más profundas y amplias de esos recursos.
A continuación, analizamos las innumerables formas en que la minería ha transformado la superficie de la Tierra, desde las llamativas y antinaturales tonalidades de los «estanques de relaves mineros» hasta los paisajes a cielodescubierto que parecen las huellas dactilares de la humanidad misma.
Si los minerales antiguos que codiciamos son el pasado condensado, entonces, lamentablemente, lo que nos espera es un futuro lleno de cicatrices.
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