Hay un momento cuando te embarcas en el ferry desde South Street en Manhattan hacia la Isla de los Gobernadores en el que el horizonte se desvanece y ocupa toda tu atención.
Los altísimos rascacielos de cristal, acero y hormigón se alzan sobre el puerto de color pizarra. Luego, solo ocho minutos después, llegas a tu destino: una isla de 70 hectáreas a solo 730 metros de la metrópolis más grande de EE.UU., y la ciudad se te va de la mente.
Un fuerte del siglo XIX y un elegante bar de ostras al aire libre te dan la bienvenida a la Isla de los Gobernadores, haciendo un guiño a su pasado como bastión militar y su encarnación actual como un lugar de recreo urbano.
La isla, que una vez fue el hogar de los nativos americanos Lenape, se llamaba Paggank, o «Isla de las nueces», debido a su abundancia de castaños, nogales y robles.
Cuando llegaron los holandeses, establecieron aquí el primer asentamiento de su colonia de Nueva Ámsterdam, lo que convirtió a esta isla portuaria ahora deshabitada en el lugar de nacimiento de la ciudad de Nueva York.
Hoy, la Isla de los Gobernadores (que técnicamente es parte de Manhattan) podría ser el secreto mejor guardado de la ciudad de Nueva York.
El frondoso oasis alberga 11 km de senderos para bicicletas; una granja urbana del tamaño de media hectárea; extensos prados y jardines; toboganes de tres pisos de altura; una pista de patinaje sobre hielo en invierno; y todo tipo de lugares de picnic, parques infantiles e instalaciones artísticas.
La isla ahora es pionera en un concepto inspirador de cero desperdicios que podría mostrar a otras ciudades cómo ser más sostenibles.
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, anunció que la isla ahora sería el lugar de un «laboratorio viviente» de US$700 millones dedicado a encontrar soluciones para abordar la crisis climática.
«El diseño y el concepto del parque realmente se centran [en] la sostenibilidad y la resiliencia», dijo Clare Newman, presidenta y directora ejecutiva del Fideicomiso para la Isla de los Gobernadores, que administra la isla junto con el Servicio de Parques Nacionales.
Aunque la isla originalmente tenía 29 hectáreas, se agregaron otras 40 a principios del siglo XX usando tierra excavada cuando la ciudad extendió la estación de metro Lexington Avenue en Manhattan, duplicando su tamaño hacia el sur.
En 2007, esta parte sur de la isla, en gran parte subdesarrollada, se volvió a imaginar como algo más que un simple espacio recreativo, y el Fideicomiso lo vio como una oportunidad «para demostrarle a toda la ciudad y, con suerte, al mundo, cómo podemos desarrollar entornos urbanos en un forma mucho más sostenible y adaptable».
Esta iniciativa ecológica es el último capítulo de la fascinante historia de la Isla de los Gobernadores.
Los ingleses llegaron a Nueva York en 1664, cuando arrebataron la isla a los holandeses. Once años después de que las tropas británicas se retiraran al final de la Revolución Estadounidense en 1783, el gobierno de Nueva York comenzó a fortificar el puerto mediante la construcción de tres fuertes en la isla: Fort Jay, Castle Williams y South Battery, que ayudaron a disuadir una invasión británica en el guerra de 1812.
Bajo el control del gobierno de EE.UU., la isla se convirtió en una base militar, una estación de cuarentena para refugiados religiosos, una prisión para soldados confederados durante la Guerra Civil, un cuartel general del ejército durante la Segunda Guerra Mundial y finalmente una base de la Guardia Costera hasta 1996.
Luego, la isla quedó en gran parte abandonada durante casi una década mientras el gobierno federal debatía qué hacer con la tierra.
La isla también fue testigo de muchos momentos históricos. En 1919, Wilbur Wright despegó de una pista de aterrizaje en la parte sur de la isla en el primer vuelo estadounidense sobre el agua.
El compositor Burt Bacharach actuó regularmente en The Officer’s Club en la isla a principios de la década de 1950. El presidente Ronald Regan recibió a Mikhail Gorbachov en la mansión Admiral’s House del siglo XIX en 1988.
En 2001, la isla fue designada Monumento Nacional y dos años después, fue vendida a la ciudad y al estado de Nueva York por $1. Finalmente, en 2005, se abrió al público.
El espacio bucólico abierto, tan cerca de la densa ciudad, ha convertido a la Isla de los Gobernadores en un destino cultural y recreativo.
Liggett Terrace, justo al sur de lo que una vez fue el edificio militar más grande del país, ahora es el hogar de food trucks, que ofrecen desde pollo frito del este de Asia hasta comida vegana y pizza.
En 2018, el Colectivo Isla de los Gobernadores instaló 36 tiendas de campaña privadas con vistas a la Estatua de la Libertad. El año pasado, abrió el Spa QC NY, lo que permite a los huéspedes relajarse en una cama de infrarrojos, en una sauna o sala de vapor, o en la piscina de hidromasaje al aire libre con vistas a los helicópteros que descienden hacia el distrito financiero y los transbordadores que cruzan el puerto.
Cuando abren, cada uno de estos negocios se comprometen con la iniciativa Zero Waste Island (Isla de cero desperdicios), firmando un acuerdo que detalla, entre otras cosas, qué materiales están permitidos y cuáles no.
Todos los que venden alimentos deben usar utensiliosbiodegradables, lo que, según Newman, «marca una gran diferencia» para que la isla alcance su objetivo de cero desperdicio.
La organización sin fines de lucro Earth Matter NY es el socio del Fideoicomiso en Zero Waste Island, y recoge todos los desechos orgánicos, incluidos los utensilios biodegradables y los restos de comida junto con los materiales de jardinería de los encargados de mantenimiento, y los convierte en abono para los jardines de la isla.
El papel, el vidrio, el plástico, el aluminio y la basura común se colocan en otros contenedores y se procesan por separado.
«Vinimos a la isla con la idea de reciclar y crear este ciclo cerrado», explicó la cofundadora y directora ejecutiva de Earth Matter NY, Marisa DeDominicis. «De lo que se trata realmente es del Zero Waste Island».
El año pasado, Earth Matter NY recolectó más de 118.000 kilos de desechos orgánicos, un aumento anual del 28 % desde 2021.
«Cuando clasificamos las cosas, a veces es como un trabajo de detective», dijo Andrea Lieske, gerente de Zero Waste Island en Earth Matter NY.
Si encuentran una cantidad excesiva de vasos que no son biodegradables, por ejemplo, verificarán en qué bolsa vinieron y rastrearán en qué área de la isla recogieron la bolsa, hasta localizar la fuente delos vasos.
Si bien algunos visitantes inevitablemente traen vasos con ellos, la mayoría sonde la isla y, por lo tanto, deberían ser biodegradables.
Además de exigir a los vendedores de alimentos y otros inquilinos que utilicen materiales biodegradables, el Fideicomiso ha prohibido las bolsas y popotes de plástico, y la venta de botellas de agua de plástico en la isla.
Cuando no están holgazaneando en Hammock Grove, tomando el sol o explorando las instalaciones de arte, los visitantes de la isla pueden ver esta iniciativa de cero desperdicio en acción.
En la parte sur de la isla, Earth Matter comparte espacio con un jardín de enseñanza y un santuario de abejas. Es allí donde el personal y los voluntarios (junto con los pollos residentes) clasifican los materiales orgánicos y crean montañas de abono humeante, algunas de hasta dos metros de alto y 30 metros de largo, alcanzando una temperatura de 66°C en el proceso de descomposición natural.
Después de aproximadamente 12 a 15 meses, el abono está listo para distribuirse en jardines y parques de toda la isla, así como en jardines comunitarios en los parques de la ciudad de Nueva York.
Si bien la Isla de los Gobernadores brilla como un ejemplo de política de residuos, los desafíos persisten.
«La cantidad de materia orgánica seguirá aumentando a medida que la isla se desarrolle», dijo DeDominicis.
El año pasado fue la primera vez que la isla estuvo abierta todo el año y atrajo a 939.000 visitantes, muchos más que los 600.000 de 2021.
Se espera que el campus recién anunciado de 37.000 metros cuadrados, que se centrará en la investigación de soluciones climáticas y se denominará «New York Climate Exchange», traiga miles de puestos de trabajo a la isla cuando se inaugure en 2028.
Para satisfacer estas necesidades futuras, el Fideicomiso trabajará con un consultor de desechos y se enfocará en rastrear y controlar de cerca lo que va fuera de la isla al vertedero.
«Nuestro objetivo es lograr que ese porcentaje sea tan bajo como sea humanamente posible y, en última instancia, llegar a cero», dijo Newman.
Aunque el Centro para Soluciones Climáticas aumentará el tráfico peatonal y posiblemente hará que sea más difícil controlar los desechos, los beneficios finales son claros.
Como dijo Newman, «todo esto es parte de la visión: lograr aquí en la isla un ejemplo de miniciudad de renombre mundial sobre cómo lograr vecindarios resilientes mucho más sostenibles y adaptables».