Fuera como fuera, su historia iba a ser extraordinaria, pues estaba destinado a ser el gobernante absoluto de casi un cuarto de la población del mundo. Pero terminó siendo única pues, a diferencia de sus antepasados, inició con el siglo XX y sufrió las consecuencias.
Aisin-Gioro Puyi nació en febrero de 1906 en Pekín cuando su tío Guangxu era el emperador de China. Este, sin embargo, llevaba ya 8 años bajo el arresto domiciliario en el que lo había puesto su tía, la emperatriz viuda Cixi, la misma que lo había escogido para ocupar el trono del Dragón y se había mantenido como regente bajo el título de «Santa madre, emperatriz viuda».
Ella misma ordenó el 13 de noviembre de 1908 que trajeran a la Ciudad Prohibida, la residencia oficial de los emperadores y su corte, así como centro ceremonial y político del gobierno chino, al sucesor de Guangxu, quien estaba agonizando.
El elegido era Puyi y, a pesar de su corta edad, nunca olvidó su encuentro con la formidable Cixi, cuyo «rostro demacrado y aterrador» vio a través de una cortina gris y rodeado de extraños.
«Se dice que estallé en fuertes aullidos al verlo y comencé a temblar incontrolablemente. Cixi le dijo a alguien que me diera algunos dulces, pero los tiré al piso y grité ‘¡Quiero a mi niñera, quiero a mi niñera!’, para su gran disgusto», recordaría años después.