Indiana Jones y el llamado del destino | «Un capítulo final deprimente y oscuro»: la dura crítica de la BBC a la última película de la famosa saga

Indiana Jones ha vuelto.

Han pasado 34 años desde la película que se suponía que sería su despedida -incluso tenía la palabra «última» en el título- y 15 años desde que regresó en «Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal», pero Harrison Ford se ha puesto su sombrero fedora marrón y su chaqueta de cuero por quinta y seguramente última vez.

En esta ocasión, sin embargo, tiene 80 años (es 20 años mayor que Sean Connery cuando interpretó al padre de Indy en «La última cruzada»), y la película no está dirigida por el co-creador de la serie, Steven Spielberg, sino por James Mangold, por lo que Indiana Jones and the Dial of Destiny (traducida como «Indiana Jones y el llamado del destino» o «Indiana Jones y el dial del destino») tiene el potencial de ser un desastre.

La buena noticia es que no es un desastre. Es un nuevo capítulo respetable y competente de la serie. La mala noticia es que un desastre podría haber valido más la pena.

«Indiana Jones y el llamado del destino» toma un giro repentino, audaz y que seguramente será polémico hacia un territorio desconocido y loco en su última media hora, pero por lo demás es como una obra fanficción, un videojuego o un paseo en un parque temático de la franquicia, en el sentido de que se contenta con incluir referencias a todo lo que ya has visto en otras películas de Indiana Jones, pero con poca chispa de Spielberg.

La sensación de que no es tan emocionante como esperabas se apodera de ti durante un prólogo ambientado en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

Indy y su amigo Basil (Toby Jones) están tratando de evitar que los asediados nazis se retiren a Berlín con un tren cargado de antigüedades saqueadas, entre las cuales les llama la atención un artilugio construido por Arquímedes.

Con un claro parecido con el aletiómetro de «La brújula dorada» (la película de Philip Pullman, protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig), este instrumento de ciencia ficción no solo usa las matemáticas para predecir tormentas y terremotos, sino también «fisuras en el tiempo», de ahí que también un físico nazi, Voller (Mads Mikkelsen, haciendo el rol de eurovillano que le queda tan bien), esté ansioso por tenerlo en sus manos.

Hablando de «fisuras en el tiempo», Ford ha sido digitalmente rejuvenecido para tener la cara más suave y el cabello castaño espeso que tenía en «Indiana Jones y los cazadores del arca perdida«, pero este truco digital termina transmitiendo la sensación de alguien que no es del todo real.

Cannes

FUENTE DE LA IMAGEN,REUTERS

Pie de foto,La película se estrenó en el Festival de Cannes, en el que Harrison Ford recibió un galardón a toda su carrera.

De hecho, este prólogo demasiado largo no solo se remonta a la escena del tren al comienzo de «Indiana Jones y la última cruzada», sino que recuerda lo ocurrido con la animación de Tintin que hizo Spielberg, en el hecho de que aunque los escapes de último minuto son teóricamente emocionantes, en estos casos obviamente son demasiado falsos como para acelerar el pulso.

Lo que es peor es que cuando la película salta a 1969, persiste la irrealidad cargada de las imágenes creadas por computadora. Indy ahora está a punto de jubilarse de un trabajo de enseñanza desalentador en Nueva York. No hay señales de la esposa y el hijo que tuvo al final de «Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal» y, en general, él parece ser una reliquia similar a las que suele desenterrar.

Pero entonces su ahijada, la cordial hija arqueóloga de Basil, Helena (Phoebe Waller-Bridge), aparece para preguntarle sobre el artilugio de Arquímedes, que ha estado desaparecido durante décadas y que se ha partido en dos piezas, lo que incrementa las posibilidades de búsqueda.

Por supuesto, Helena no es la única persona que sigue su rastro. Voller está vivo y bien y ha estado trabajando para el gobierno de Estados Unidos, por lo que pronto los buenos y los malos se persiguen entre sí a través de las cavernas habituales, los templos y los polvorientos mercados de la cuenca del Mediterráneo.

Usando el látigo con tristeza

Al igual que otra de las llamadas «secuelas heredadas» de Ford, «Star Wars: el despertar de la Fuerza», esta trae de vuelta personajes antiguos (Sallah de John Rhys-Davies tiene un cameo sin sentido), presenta nuevos que son extrañamente similares a los personajes antiguos (Ethann Isidore interpreta una copia deficiente de «Tapón» de «Indiana Jones y el templo de la perdición»), y tiene el aire de una película que pasa la antorcha (o el látigo) a la próxima generación.

Pero hace todo esto de una manera aún más sombría que «El despertar de la Fuerza».

Phoebe Waller-Bridge hace el papel de Helena, la ahijada arqueóloga de Indiana Jones.

FUENTE DE LA IMAGEN,LUCASFILM

Pie de foto,Phoebe Waller-Bridge hace el papel de Helena, la ahijada arqueóloga de Indiana Jones.

No estoy seguro de cuántos fanáticos quieren ver a Indiana Jones como un anciano roto e indefenso que se esconde en un rincón mientras su ahijada condescendiente asume el liderazgo, pero eso es lo que nos dan. Y es tan sombrío como suena.

Además, todo es más pequeño y más barato que en la trilogía original. ¿Indy contra el poderío militar del Tercer Reich en 1936? Todos podríamos apoyar eso. ¿Pero Indy contra un científico y sus secuaces silenciosos e intercambiables en 1969? Simplemente no es gran cosa.

Mangold y su equipo ejecutan diligentemente las secuencias de acción, pero a menudo es difícil saber qué está pasando o por qué. Además, hay una escasez de momentos sorprendentes y emocionantes en los que uno quiera ponerse de pie y aplaudir, a pesar de los mejores esfuerzos de la conmovedora banda sonora de John Williams.

Veamos una persecución temprana en Nueva York, por ejemplo.

Está ambientada durante un desfile en honor de los tres astronautas que estaban en la misión lunar Apolo 11, por lo que puedes imaginar las bromas que Spielberg podría haber inventado: alguna payasada con Buzz Aldrin, tal vez, o una luna gigante de papel maché rodando por la Quinta Avenida como la roca en «En busca del arca perdida». Pero Mangold y su equipo hacen tan poco con el desfile que te preguntas por qué se molestaron en organizarlo.

Lo mismo ocurre con las escenas en las que Indy se encuentra cara a cara con unas anguilas con forma de serpiente o cuando encuentra el camino hacia la tumba de Arquímedes.

Las bromas, la diversión y la exuberancia simplemente no están ahí, por lo que en lugar de una alegre despedida de nuestro amado héroe, recibimos un deprimente recordatorio de cuánto más animadas fueron sus aventuras pasadas.

Teniendo en cuenta que el guión se atribuye a cuatro escritores: Mangold, David Koepp y los hermanos Jez y John-Henry Butterworth, ¿no podrían al menos haber pensado en algo genial para que Indy hiciera con su látigo?