El aparato volaba sobre “Ciudad de Dios” en misión policial contra una banda. Cayó por accidente y murieron cuatro ocupantes. Hallan los cuerpos de siete jóvenes asesinados.
“Ciudad de Dios”, la favela que fue escenario de la película homónima, volvió al palco ayer como protagonista de uno de los peores rebrotes de violencia en la castigada Río de Janeiro. Un helicóptero policial, que estaría en una misión contra los narcos, cayó cuando sobrevolaba el conglomerado: en el episodio murieron cuatro policías militares. Al anochecer del sábado desaparecieron siete jóvenes de la comunidad. Sus cuerpos fueron encontrados hoy en un matorral, encapuchados y con rastros de terribles torturas. Los habían asesinado a balazos.
El hallazgo de los cadáveres de los muchachos produjo un estado de rebelión en ese barrio marginal, ubicado en la misma región donde se yergue el Parque Olímpico, en el que se desarrolló la Olimpíada de Río 2016.
Los padres de los chicos y los vecinos temen que estas muertes hayan sido parte de una “represalia” (por cierto indiscriminada) contra bandas narcos que, supuestamente, habrían derribado la aeronave policial. Lo cierto es que, ya entrada la noche dominguera, la propia policía carioca desmintió el entramado de la historia: ni el helicóptero ni sus tripulantes mostraban orificios de bala. En síntesis, nadie abatió el aparato, que se accidentó sin causas todavía determinadas.
El secretario de Seguridad Pública del gobierno fluminense, Roberto Sá, “por el laudo de la necropsia, no hay perforación de balas en los cuerpos (de los policías) ni en la máquina (que tripulaban)” . Sin embargo, la conclusión no impidió que la cúpula de la secretaría de Seguridad ordenara a la Policía Militar la “ocupación por tiempo indeterminado” de “Cidade de Deus”.
Desde Brasilia, el presidente Michel Temer expresó sus condolencias a las familias de los agentes muertos. Y su ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, le ofreció al gobernador Luiz Pezao la ayuda de la Fuerza Nacional –un cuerpo de élite– para controlar la “salvajería”, que habría resultado de enfrentamientos entre mafias del tráfico de drogas y las milicias parapoliciales.
Todo indica que el helicóptero sufrió un desperfecto y que los policías murieron por cuenta del impacto de la caída. Así lo indicó el Instituto Médico Legal donde se hacen las necropsias. Mientras equipos de la Policía Militar fluminense tiraban pétalos de rosa (sic) en los entierros de los cuatro integrantes de la fuerza, los vecinos llevaron los siete cuerpos de los chicos asesinados, que fueron encontrados en baldíos cercanos, a una plaza de la comunidad.
Leonardo da Silva Martins, padre de uno de los jóvenes asesinados, declaró a la prensa que encontró el cuerpo de su hijo de 23 años tirado de bruces: “Tiene heridas de cuchillo, con signos de tortura. Fue encapuchado y baleado”, sostuvo. El hombre relató que al desaparecer el muchacho “tratamos de buscar en los matorrales. Pero los policías no nos dejaron entrar para encontrarlos. Esto es inhumano”.
Otro de los vecinos, Thiago Oliveira, dijo a la TV brasileña que las víctimas de la favela lo fueron por el “odio que genera odio, una crueldad”. Ante la presión de los habitantes, la policía civil inició una investigación sobre cómo la historia terminó con semejante masacre. “Se pretende saber al detalle las circunstancias de lo ocurrido”, indicó la institución policial.
La tensión fue en aumento a lo largo de hoy. Al punto que la gente de la favela fue impedida de manifestarse contra los siete homicidios. Los moradores de Cidade de Deus no tienen dudas: “Fueron ejecutados”, dijeron. Entre tanto, los agentes del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) continuaban esta noche, al cierre de esta edición, con la ocupación de la comunidad. Y el gobernador Pezao demostraba su congoja por la muerte de los policías, sin mencionar los siete acribillados de la favela.
Todo esto viene a alimentar el caldo de cultivo de eventuales rebeliones cariocas, que comenzó a hervir en cuanto terminó la Olimpíada. Varias favelas de la “ciudad Maravillosa”, la “postal” de Brasil, retomaron los “acostumbrados” enfrentamientos entre narcos, parapoliciales y policías.
El estado provincial fluminense está en quiebra y otro tanto ocurre con su vistosa capital. Su gobernador, un hombre del mismo partido que el presidente Temer (el PMDB), quiere salir del atascadero financiero con una reducción de 30% en los salarios de la administración pública y en las jubilaciones de los estatales. Las manifestaciones han abundado estos días, desde que trascendió que se iría a instrumentar semejante medida. Se suman muchos condimentos peligrosos como para impedir una futura explosión social.