Los Spurs colgarán el en AT&T Center la casaca Nº 20 que el bahiense lució durante 16 temporadas. Antes sonó el himno nacional argentino en la previa del partido frente a Cleveland Cavaliers.
Y después de Leclercq, el dueto integrado por el músico local Bruce Robison y su compatriota, la cantante Kelly Willis, entonaron el Himno de los Estados Unidos.
Leclercq, la cantante argentina que tiene una voz todavía en crecimiento pese a tener 24 años, llegó a San Antonio ayer por la mañana procedente de Los Ángeles, donde vive, y se mostró muy nerviosa antes de representar a su país en una oportunidad ante el gran público que la sorprendió.
«Dudé un poco cuando me lo propusieron y casi digo que no, porque era tan grande lo que me iba a pasar que me intimidaba mucho», confesó.
El que la contactó fue Martín Guigui, un productor argentino ganador de Grammys, quien la invitó a cantar el Himno Nacional. Hace unos pocos días estrenó en Los Ángeles su canción «Wherever you go», producida por Javier Martínez y Lucas Villemur. Su primer sencillo, «The Mission», hace un año fue número 1 en Itunes, en Argentina. Pero su gran salto lo dio gracias a «Manu» Ginóbili y la NBA.
Luego, en el entretiempo del partido, un total de siete integrantes de la Generación Dorada que obtuvo los Juegos Olímpicos Atenas 2004 volvió a jugar dentro de un rectángulo de básquetbol con Emanuel Ginóbili el día de su despedida, aunque no utilizaron una pelota para ello, sino que contaron experiencias vividas junto a él a lo largo de sus carreras, en una creativa mesa ronda desarrollada durante el entretiempo del partido entre los Spurs y Cleveland.
«Cuando me tocó ir a un cardiólogo decidí llevarlo a ‘Manu’ para que preguntara todo lo que yo no iba a poder hacer. Por eso le estoy tan agradecido», empezó la ronda de reconocimientos Fabricio Oberto.
«Yo quería tener la camiseta que había usado Emanuel en el All Star (Juegos de las Estrellas) y en una puja durante el remate él se la dio a la otra persona que ofrecía mano a mano conmigo, porque el precio se había ido muy arriba. Pero una semana después me dio otra suya, porque yo había quedado muy frustrado», se sumó Luis Scola.
Un poco más abajo desde su talla, Alejandro Montecchia recordó que en un viaje con la selección argentina Ginóbili le «pidió dos veces una cortapluma. Y aunque le advertí que era muy filosa, no me prestó atención y se cortó en ambas ocasiones. Siempre fue muy cabeza dura».
«Sí, pero infundía un gran respeto en el grupo. En un entrenamiento antes de un partido con la selección se pelearon Carlos Delfino y Andrés Nocioni, y no paraban, hasta que intervino ‘Manu’ en la discusión y los dos se callaron. No volaba ni una mosca», acotó otro base, Pablo Prigioni.
Y justamente Nocioni fue el más crítico con algunas características del bahiense. «A ‘Manu’, si lo quieren, es porque nunca estuvieron compartiendo una habitación con él, porque es muy desordenado», lo «acusó».
En cambio el burzaquense Gabriel Fernández y su compadre, Juan Ignacio Sánchez, fueron más benévolos con Ginóbili.
«Una vez en un avión el vuelo se hizo muy movido y teníamos mucho miedo. Por eso le dije a ‘Pepe’ que se iba a caer, pero él me dijo que no iba a pasar eso porque estaba Manu», contó Fernández.
«Por eso le pusimos el elegido. Y lo mismo sucedía en medio de los partidos. Cuando la cosa se ponía difícil y no sabíamos para dónde ir, recurríamos a él y retomábamos el rumbo», completó Sánchez.
La mesa redonda estuvo conducida por el periodista Adrián Paenza, uno de los pioneros en coberturas de la NBA desde mucho antes que Ginóbilidesembarcara en los Spurs y de los que más saben del básquetbol estadounidense entre sus colegas argentinos, además de tener una estrecha relación con «Manu», quien suele consultarlo asiduamente dada su condición de profesor de matemáticas.
Una vez finalizado el encuentro que el local ganó 116-110, comenzó el momento más emotivo de la noche. El estadio se fue preparando para inmortalizar a una de sus estrellas más brillantes. El noveno jugador de la historia en la franquicia texana en quedar en lo más alto del estadio para siempre; el primer argentino en romper los límites de lo imposible.