La antigua Constantinopla no sólo es un destino frecuente sino una escala estratégica para muchos otros viajes; cinco lugares para visitar durante una estada corta en esta capital entre Europa y Asia
Estambul , con 15 millones de habitantes, es la ciudad más importante de un país que en 2023, cuando se festejen los primeros 100 años de la creación de la República de Turquía, espera ubicarse entre las diez economías más potentes del mundo (hoy se encuentra entre los 20 primeros lugares). El 97% de su superficie se encuentra en Asia y el resto, en Europa; sin embargo la población está repartida casi en partes iguales en los continentes.
Por la ciudad pasan gran parte de los 35 millones de turistas que todos los años visitan Turquía, argumento válido para la construcción de un tercer aeropuerto que, ostentan allí, será el más grande de Europa. Desde la terminal aérea Atatürk (que significa Padre de los Turcos, en honor a Mustafá Kemal, fundador del Partido Nacionalista Turco; proclamó la República de Turquía y fue presidente en cuatro períodos) hacia el centro de la ciudad aún puede verse una antigua muralla de 22 kilómetros, perteneciente al siglo IV en tiempos del emperador Teodocio, que rodeaba a toda Constantinopla para protegerla de sus enemigos. Constantinopla es el nombre histórico de la actual Estambul.
Es un destino que podría unirse a otros países de Europa en un viaje planificado desde la Argentina, por ejemplo, con Croacia, enlazados por la aerolínea Turkish Airlines, que brinda la posibilidad de hacer noche en Estambul, con pasaje abierto, y llegar luego a Zagreb desde donde se podría regresar a Buenos Aires. La aerolínea turca posee en Estambul su centro de entrenamiento, con diez simuladores en los que se capacitan entre 600 y 1500 pilotos por día y 40.000 al año (de varias empresas), además del resto de la tripulación.
«Es un viaje que se puede hacer en tres días», explica la guía en Estambul, en un español perfecto. En la primera jornada recomienda visitar la Mezquita Azul, Santa Sofía, las cisternas y el Palacio Topkapi; el segundo día, el Gran Bazar, realizar un paseo por el Bósforo y el Palacio Dolmabahce; para finalizar con un recorrido gastronómico por la ciudad, el barrio Ortakay, la peatonal de cafés y restaurantes.
1. Gran Bazar
Existe un lugar en el mundo donde no se cumplen las leyes del mercado comercial, donde regatear el precio es más importante que comprar. Eso es lo primero que debe aprenderse antes de visitar el Gran Bazar de Estambul, en Turquía. Allí no es necesario gastar dinero, aunque difícil es no tentarse con las especias, telas, productos regionales y hasta joyas de varios miles de dólares que se ofrecen en los pasillos centenarios, pero sí hay que estar preparado y predispuesto a los intercambios acalorados que proponen los dueños de las tiendas para negociar el mejor precio. El cliente suele quedarse con la sensación de haber ganado una batalla si logra cerrar un trato, aunque allí nadie pierde.
La intensidad que se vive en el Gran Bazar es un reflejo de lo que ocurre en toda Estambul, ubicada entre Europa y Asia y dividida por el estrecho del Bósforo. La cadencia diaria se detiene pocas veces, como cuando suenan las sirenas para marcar los horarios estipulados para los rezos, cinco veces al día, en las 2500 mezquitas distribuidas en todo la ciudad.
2. Mezquita Azul
Junto a los sabores típicos de Turquía, que se pueden encontrar en platos como sarma, dolma o kebab, los templos son el símbolo que caracteriza a una ciudad donde predomina la población musulmana. La más importante es la Mezquita Azul, hoy en proceso de restauración aunque abierta al público, construida entre 1609 y 1617 por decisión del sultán Ahmed. Su nombre original es Sultanahmet Camii, posee más de 20.000 azulejos y 260 ventanas y vitrales que le dan un tono azul. Es la visita obligada al pasar por Estambul porque, además, se encuentra en un lugar estratégico para combinar el recorrido con otros atractivos. Abierta al público todos los días, de 9 a 19, con entrada gratuita.
3. Las Cisternas
La temperatura ardiente del exterior queda opacada cuando se ingresa a las cisternas donde la oscuridad gana terreno entre la tenue luz. En la ciudad hay entre 60 y 100 cisternas, pero una de las más importantes se encuentra a cerca de la Mezquita Azul y Santa Sofía. Se trata de un reservorio que era utilizado para depositar el agua potable para todos los habitantes de Constantinopla y tenían una capacidad para almacenar 80.000 metros cúbicos de agua. Allí se grabaron escenas de varias películas, como Inferno, con Tom Hanks. Aunque actuamente se encuentra en «su primera restauración en 1500 años», según la información oficial, sigue abierta al público todos los días de 9 a 17.30 y la entrada cuesta 20 liras turcas (unos 5 dólares).
4. Santa Sofía
El recorrido en esa zona se puede completar con Santa Sofía, una construcción imponente del siglo IV que estuvo a cargo de Constantino El Grande. Fue iglesia, después mezquita hasta que Atatürk la convirtió en un museo en 1935. Desde el parque Sultanahmet puede apreciarse la magnitud del templo y, al otro lado, la gran Mezquita Azul. Sin dudas, uno de los puntos más concurridos por turistas de todo el mundo. Abierta al público de 9 a 17. Entrada, 40 liras.
5. Ciragan Palace Kempinski
La ciudad europea y la asiática están separadas por el zigzagueante Bósforo, un canal de 32 kilómetros de longitud, con un ancho de entre 700 y 3500 metros y una profundidad media de 60 metros. Desde hace siglos es la vía natural de comunicación y comercio entre los dos continentes. En su orilla se pueden encontrar joyas como el Ciragan Palace, el único palacio otomano imperial convertido en hotel en Turquía, actualmente un hotel cinco estrellas de la cadena Kempinski. El fastuoso edificio es un ejemplo más del rico patrimonio cultural concentrado en la ciudad.