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Emprender en la Argentina: aprender a nadar en aguas turbulentas

Creemos que el emprendimiento es la clave para el crecimiento y el desarrollo del país. Y por eso trabajamos para que emprender en la Argentina sea cada vez más fácil.
Sabemos que no estamos nadando en una pileta de natación.
Sabemos que no estamos nadando en una pileta de natación.

Por Daniel Tricarico
“Los emprendedores (sociales) no se quedan contentos simplemente con dar peces o enseñar a pescar. Definitivamente no van a descansar hasta haber revolucionado en forma total la industria pesquera”. Bill Drayton, Fundador de Ashoka.

Dos peces están aleteando juntos cuando, en eso, se cruzan con otro pez que nada en sentido contrario. Este pez solitario los saluda con la cabeza y les dice “Buenas, chicos. ¿Cómo está el agua?” Los dos peces siguen nadando un poco más, sin darle demasiada importancia. Después de un rato, uno de ellos le pregunta al otro: “¿De qué agua habla? ¿Qué es el agua?”

El cuento no es mío, de hecho, fue parte de un famoso discurso que David Foster Wallace dio en 2005 a los graduados de la Universidad de Kenyon, Ohio. Y, aunque ya tiene un par de años, lo que el escritor estadounidense quiso transmitir sigue vigente para aquellas organizaciones que hacen frente a problemáticas sociales complejas: las realidades más obvias son, con frecuencia, las más difíciles de ver.

Detengámonos un minuto y veamos, entonces, en qué aguas estamos nadando. Desde la Asociación de Emprendedores de Argentina (ASEA) y otras organizaciones que conformamos el ecosistema emprendedor, creemos que el emprendimiento es la clave para el crecimiento y el desarrollo del país, la clave para constituir un ecosistema económico más dinámico. Y por eso trabajamos para que emprender en la Argentina sea cada vez más fácil.

Sabemos, sin embargo, que no estamos nadando en una pileta de natación.

Implementar una técnica de carrera para lograr la máxima eficiencia sería muy útil si estuviéramos en un ambiente controlado, sin olas y bajo condiciones climáticas estables. Pero acá no existen boyas que separen los carriles. Sabemos que no podremos generar el cambio significativo y sostenible que buscamos solo con nuestra brazada, sin importar cuánta potencia le imprimamos.

Nadamos en aguas abiertas, turbulentas y con muchísimos factores condicionantes. Se trata de un sistema: estamos inmersos en reglas, normas, valores, marcos regulatorios, fuerzas del mercado y modelos mentales arraigados en la sociedad. De esto se trata el -tan mencionado- cambio sistémico que se debiera impulsar: no solo de apoyar a los emprendedores, sino de cambiar las condiciones que hacen que emprender sea tan difícil en nuestro país. De que el sistema en forma integral funcione mejor para PyMES, los emprendedores y para todo aquel que tenga un sueño por delante. Se trata de revolucionar el sistema en todos sus niveles.

En el plano estructural, nuestros esfuerzos están puestos en promover políticas públicas y en acercar herramientas concretas y recursos (accionables a corto plazo) a los emprendedores de todo el país. Ya cosechamos grandes logros gracias al trabajo institucional con otras organizaciones del ecosistema, como La Ley de Emprendedores -que permitió que se empezaran a crear sociedades en un día e hizo que hoy haya más capital emprendedor disponible para invertir-, apoyamos la propuesta de Ley de Sociedades de Beneficio e Interés Colectivo (BIC) (con media sanción) y estamos ansiosos por ver el impacto de la nueva Ley de Economía del Conocimiento a partir de enero de 2020.

También sabemos que transformar un sistema se trata, como bien establecen Mark Kramer, Peter Senge y John Kania en el artículo “The Water of Systems Change”, de transformar las relaciones entre las personas que conforman ese sistema. En este sentido, estamos convencidos de que la conversación no puede ser verticalista y queremos que la voz de los emprendedores incida en la toma de decisiones. Lo estamos logrando: la comunidad sigue creciendo, sólida, identificando y conectando con aquellos actores del ecosistema de innovación público y privado que también deben ser parte de la solución.

Pero, quizás, el mayor desafío se encuentra bajo el agua. Se trata de exponer las creencias y asunciones que nos están conteniendo, que influyen en cómo pensamos, actuamos y hablamos como sociedad. Queda un largo camino por recorrer, pero somos optimistas -sin perder de vista el contexto actual-: ya vimos avances en el plano del empoderamiento femenino -como propuestas para reducir la brecha de género en ciencia y tecnología – y del impulso a los emprendimientos con impacto social, ambiental y económico.

Sabemos en qué aguas estamos nadando. Y sabemos que son muchísimos los cambios -en todos los niveles- que todavía necesitamos para que el emprendimiento se convierta en una verdadera fuente de desarrollo y vector del crecimiento nacional. En eso estamos, trabajando día a día en una época donde lo único permanente es el cambio. La clave, en aguas turbulentas, está en no olvidar que somos parte de un sistema. En dejar de buscar la innovación incremental, dejar de lado los viejos modelos mentales y buscar la innovación sistémica. En levantar la respiración cada dos brazadas para no perder de vista el punto de referencia.

(*) Director ejecutivo de ASEA

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