El único insecto de la Antártida, que puede sobrevivir dos años congelado, es también el único animal terrestre que vive allí

Las extremas condiciones climáticas de la Antártida hacen que la vida allí sea escasa. Microorganismos al margen, la mayoría corresponde a hongos, de los que se han clasificado hasta 1.400 especies perfectamente adaptadas al frío extremo. Si hablamos de especies vegetales, apenas hay un centenar, de las que sólo tres son de flor y el resto fundamentalmente musgos (sin contar los 700 tipos de algas marinas). ¿Y que pasa con la fauna? Pues que todos los vertebrados son aves o viven vinculados al medio acuático, siendo el único animal puramente terrestre un insecto; el único que hay por cierto. Se llama Belgica antarctica.

En efecto, no falta vida animal en el entorno antártico pero es marina o aérea: pinguinos, focas, ballenas azules, orcas, petreles, krill, lobos marinos… Pero ninguna de las especies nombradas se da en un hábitat exclusivamente terrestre. Ahí sólo aparece Belgica antarctica, un tipo de mosquito no volador endémico de esa región y que además se trata del único insecto propiamente dicho, ya que piojos, ácaros o tardígrados entrarían en una taxonomía más particular.

Eso sí, se parece a alguno de ellos en su capacidad para sobrevivir congelado, aguantando hasta dos años gracias a la energía que acumula previamente en forma de glucosa y almacenada como trehalosa y eritritol. Estas moléculas estabilizan las proteínas de su organismo y se unen a las membranas mediante enlaces de hidrógeno, permitiéndole reducir la cantidad de hielo formada en el interior y superar la congelación de sus fluídos. El color oscuro le permite atraer calor suficiente de los exiguos rayos solares antárticos (tampoco le afecta la radiación ultravioleta).

Pero no se trata exclusivamente de una cuestión de pigmentación. En la Antártida se registran temperaturas de hasta -40º, excesivas incluso para este insecto, que en teoría no soportaría mucho tiempo más allá de -15º ¿Cómo se las arregla entonces? Gracias a la amortiguación térmica del subsuelo: a un simple centímetro de profundidad el frío se reduce y no suele superar los -7º, permaneciendo la mayor parte del año entre 0º y -2º. El casquete polar ayuda a mantener esa estabilidad de forma similar a como lo hace un iglú.

Ahora bien, no es que Belgica antarctica tolere el clima helado sino que lo necesita. Las larvas mueren en una semana cuando a veces las temperaturas se suavizan y rondan los 10º. Por encima de ese nivel, el calor empieza a poner dificultades también a los adultos, que a 30º también perecen en cuestión de horas. En cambio, no les afecta la pérdida de humedad, pudiendo perder hasta un setenta por ciento del agua de su cuerpo sin correr riesgo mortal. Claro que no es algo de lo que deban preocuparse por ahora.

No son ésos los únicos alardes de resistencia de los que puede presumir. También soporta cambios grandes de salinidad y del pH del agua, así como aguanta entre dos y cuatro semanas en condiciones anaerobias (ausencia de oxígeno). Le ayuda su pequeño tamaño, entre 2 y 6 milímetros de largo, a pesar del cual es el animal terrestre stricto sensu más grande del sexto continente. Y es que no se trata de un insecto volador; seguramente carece de alas como resultado de una adaptación evolutiva al medio, ya que si volase los vientos antárticos podrían arrastrarlo a zonas menos frías donde correría peligro.

El RV Belgica anclado en la isla Anvers/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
¿Un superviviente nato? No tanto, si lo miramos desde el prisma de su desarrollo que, como una moneda, tiene dos caras. Una constituye un factor más para explicar la resistencia de Belgica antarctica: su ciclo vital es de dos años pero la mayor parte de ese período lo pasa bajo el hielo en estado larvario, que consta de cuatro etapas y durante el que se alimenta de algas terrestres (sobre todo Prasiola crispa), musgo, detritus orgánicos y microorganismos varios que encuentra en los afloramientos rocosos donde se ubica.

El otro factor viene después. Con ese bufet las larvas van creciendo y eclosionan a principios de su tercer verano austral… paradójicamente para perecer en breve pues su vida adulta ronda la semana, diez días a lo sumo. Es decir, no pueden perder tiempo, así que el primer día ya están apareándose, cosa que hacen en grandes grupos dadas las prisas y lo frenético de la situación. Ello permite que unas jornadas después las hembras pongan huevos y el ciclo vuelva a empezar.

Belgica antarctica debe su nombre a que fue descubierto a finales del siglo XIX (1897-99) por la expedición belga que realizó el barco de exploración RV Belgica patrocinada por Leopoldo II y la Sociedad Geográfica Belga con el objetivo de conseguir la primera invernada nacional en el Polo Sur. Durante aquel viaje se descubrieron el Estrecho de Gerlache (bautizado así en honor al jefe de la misión, el conde Adrien de Gerlache) y otros sitios como las islas Wiencke y Amberes o la costa de Danco.

Volviendo al insecto, es el que tiene el genoma más pequeño secuenciado hasta la fecha: únicamente posee 99 millones de pares de bases de nucleótidos, inferior al del piojo (que tiene 105 millones; el genoma humano tiene 3.200 millones), lo que equivale más o menos a unos 13.500 genes, cantidad similar a la de otros de su orden pero con muy baja densidad de repetición, probablemente por las duras condiciones de su hábitat.

Además, carece de ADN basura (segmentos que no codifican proteínas), lo que desconcierta un poco a los investigadores, estando dedicado la mayor parte de sus genes al desarrollo, algo lógico teniendo en cuenta que es una larva la práctica totalidad de su existencia. Como además no se desplaza demasiado tampoco tiene bien desarrollados sus receptores olfativos, al contrario de lo que pasa con sus acuaporinas (genes encargados de la hidratación celular). Su estudio tiene como objetivo aprender acerca de la evolución del genoma y sus procesos adaptativos para la supervivencia.