Francisco pidió seguir su ejemplo y recordó que su misión es testimonio de la cercanía de Dios hacia los más pobres
ROMA.- En lo que representó un momento culminante del Jubileo de la Misericordia, Francisco proclamó hoy santa a la Madre Teresa de Calcuta (1910-1997), una de las figuras cristianas más reconocidas del siglo pasado, auténtico ícono de la caridad y ejemplo de esa Iglesia en salida hacia las periferias a la que llama el Papa.
«Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres», dijo el Pontífice, que ante más de 100.000 personas recordó que la Madre Teresa de Calcuta, fundadora de la Congregación de las Misioneras de la Caridad, «hizo sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos». «La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba sabor a cada obra suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera la´grimas para llorar su pobreza y sufrimiento», subrayó. Francisco, que siempre admiró a la diminuta y fuerte madre Teresa, que en 1979 recibió el premio Nobel de la Paz, evocó, además, su cruzada en contra del aborto: «Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre»».
En una misa solemne concelebrada por 2000 sacerdotes, 70 cardenales y 400 obispos y arzobispos de todo el mundo, el ex arzobispo de Buenos Aires también llamó a las más de 100.000 personas presentes en la Plaza de San Pedro, entre las cuales miles de voluntarios que celebraban su jubileo, a seguir su ejemplo. «Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad», dijo. «Que esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión», exhortó.
Mientras que la imagen de la Madre Teresa, vestida con su tradicional sari blanco con borde celeste (los colores de la Virgen María) dominaba el ambiente desde un tapiz colocado en el frente de la Basílica de San Pedro, entre la multitud congregada en la plaza llamaban la atención las banderas de la India -donde Gonxha Agnes Bojaxhiu vivió y murió para curar a los más pobres entre los pobres-, y de Albania, su patria. Se destacaba, además, la presencia en primera fila de un grupo de 1500 pobres que viven en casas que las Misioneras de la Caridad tienen en Italia. Todos ellos disfrutaron, después de la misa, de un almuerzo basado en pizza napolitana que les ofreció el Papa en el atrio del aula Pablo VI, a través de su limosnero, el monseñor polaco Konrad Krajewski.
En una ceremonia con bellísimos coros, pero blindada, marcada por ingentes medidas de seguridad, también asistieron a la ceremonia solemne al menos 15 jefes de Estado y de Gobierno, entre los cuales el primer ministro de la India y la Reina Sofía de España. Debido al calor reinante, muchos se protegían del sol debajo de paraguas.
La multitud estalló en un aplauso a las 10,41, cuando el Papa leyó, en latín, la fórmula de canonización de la nueva santa. Lo hizo después de que el coro de la Capilla Sixtina entonara litanías de los santos, luego de que el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, leyera una breve biografía de la santa de los últimos.
En su sermón, el Papa reiteró que «no hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios». «Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza», sentenció. Al exaltar la figura de la Madre Teresa, «a quien tendremos dificultad en llamar santa y seguiremos llamando Madre Teresa», admitió, el Papa evocó que la religiosa amaba decir: «Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír». «Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura», exhortó. «Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado», también destacó.
Entre la multitud, también había grupos de jóvenes que fueron adoptados por la congregación de la Madre Teresa, que hoy cuenta con 6000 miembros y está presente en 139 países, incluida la Argentina. «La Madre Teresa es nuestro ángel de la guarda, es mi ángel de la guarda, es una presencia constante en nuestros corazones y para mí estar en esta ceremonia es una de las cosas más lindas de mi vida», dijo a LA NACION Rajid, joven oriundo de la India, de 26 años, que hoy es botánico y vive en Italia.
«Ella fue un papa Francisco antes del papa Francisco», dijo el cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Mumbay -la capital cultural y económica de la India-, que la conoció durante muchos años, en un congreso sobre la nueva santa que tuvo lugar el viernes pasado en la Universidad Pontificia Urbaniana. El cardenal Gracias, que es miembro del grupo de cardenales consultores del Papa y estuvo en la misa de canonización, destacó que la religiosa, considerada santa en vida, «era una persona totalmente humilde, sin aires, que no tenía miedo de decir lo que sentía». Recordó, en este sentido, la fuerte condena al aborto que hizo durante el discurso que pronunció al recibir el premio Nobel de la Paz, en 1979. Subrayó, por otra parte, que en la India la Madre Teresa «no es sólo de los católicos, pertenece también a los hindúes, los musulmanes, los judíos y muchos otros».
Sor Mary Prema, la segunda sucesora de la Madre Teresa al frente de las Misioneras de la Caridad, nacida en Alemania y también presente en la ceremonia, a su turno contó una anécdota de lo más elocuente. Cuando la religiosa puso en marcha una sede de la Misioneras de la Caridad en el barrio del Bronx de Nueva York , en 1971, alguien le preguntó por qué lo hacía. Y ella contestó: «si hay gente pobre en la Luna, también iremos allí».