Liliana prefiere hablar de su padre como el hombre excepcional de los premios y las expediciones, lo llama Núñez Jiménez porque es «difícil» hablar en primera persona. Así lo decide y así lo hace.
Me cuenta que nació en 1923 y que desde muy niño sintió una gran inquietud por la geografía y las cuevas cercanas a su pueblo natal Alquízar. Su mayor pasión fue la espeleología, y sus estudios sobre el sistema cavernario de la Isla le valieron la nominación de cuarto descubridor de Cuba, a la altura de Cristóbal Colón, Alejandro de Humboldt y Fernando Ortiz.Pero esto fue en 1995, antes hubo toda una travesía que hicieron de Núñez Jiménez uno de los exploradores cubanos de más alto renombre. «Su primera expedición fue en el río Toa, al oriente de la Isla», recuerda Liliana.
Y es que en 1940 Núñez Jiménez funda la Sociedad Espeleológica de Cuba, desde donde organizó numerosas expediciones por todo el país que le valieron importantes resultados científicos como el descubrimiento de la mayor cueva del país, la Gran Taberna de Santo Tomás en la Sierra de los Órganos.
Como un hombre de su tiempo en Cuba, Núñez Jiménez se hizo guerrillero y combatió junto al Che Guevara en la batalla de Santa Clara, que definió la guerra del Ejército Rebelde contra el Gobierno de Fulgencio Batista en 1958. Fue el propio Guevara quien le otorgó los grados de Capitán a Núñez por sus acciones en la lucha.
Con el triunfo de la Revolución en 1959, Núñez fue designado director ejecutivo del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, la primera ley que tomó el Gobierno revolucionario y que entregó las tierras a campesinos, hasta entonces despojados de los campos cubanos y obligados a vivir en los caminos.En 1960 fue designado embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Cuba en viaje a la Unión Soviética, con la primera delegación oficial de Isla a la antigua URSS. Así presidió las delegaciones oficiales a todos los países socialistas en los primeros años de la Revolución.
Núñez Jiménez, repite Liliana, fue uno de los primeros exploradores cubanos en visitar la Antártida y el Polo Norte. En 1972 visitó el Polo Norte invitado por el servicio meteorológico de la URSS y en 1982 invitado por el mismo organismo, participó en la 27 Expedición Soviética a la Antártida.
Aunque realizó numerosas expediciones en el Caribe, quizás «la más lograda» por el alcance que tuvo fue «En Canoa del Amazonas al Caribe» que este 2018 cumplió 30 años.
Según cuenta su hija Liliana, Núñez junto a un grupo de expedicionarios recorrió unos 20 países entre 1987 y 1988, «salieron de la cuenca del río Napo y atravesaron todo el Orinoco, y por el Amazonas llegaron al arco de las Antillas menores hasta las mayores».
«La expedición tuvo un fuerte enfoque multidisciplinario, con artistas desde la plástica que reflejaron lo que iban viendo a su paso y realizaron también simposios en las ciudades más importantes», agregó Liliana.
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Durante el Gobierno de Juan Velasco Alvarado en Perú, Núñez fue embajador de Cuba en Lima y desde allí simultaneó su labor diplomática con investigaciones en el campo del arte rupestre en los campos peruanos.
Así elaboró una colección de cuatro tomos sobre Arte rupestre en Perú por la que le Gobierno de Alan García le entrega la Orden el Sol de Perú que «premia los servicios extraordinarios prestados a la patria por los peruanos y extranjeros».
Regresa a Cuba como viceministro de cultura hasta que en el año 1994 crea la Fundación de la Naturaleza y el Hombre, «previendo que llegaba al fin su paso por esta tierra y para que no se dispersaran sus archivos», explicó Liliana quien es actualmente su presidenta.
Actualmente la Fundación articula todo el trabajo de Núñez Jiménez con 35 especialistas, entre ellos botánicos, biólogos, historiadores, relacionistas públicos y agrónomos, entre otros.
«La dinámica contemporánea de Cuba nos ha obligado a crear nuevos programas y focalizarnos en líneas que Núñez nos dejó como pistas para el desarrollo, como el Programa de investigación geohistórica que es el más académico de la Fundación», contó su presidenta.
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«Sin embargo el legado más importante que me dejó mi padre fue intentar dentro de la coherencia de un comportamiento cívico el tratar de no tener límites, manteniendo muy en alto los sueños y la posibilidad de que puedan cumplirse», concluyó Liliana, en primera persona.
