El Partido Comunista de China (PCCh) diseñó su plan quinquenal, hasta 2025, además de difundir sus objetivos para los próximos 15 años.
En apretada síntesis, consisten en «reforzar las innovaciones, pasar del crecimiento cuantitativo al cualitativo, aumentar los ingresos de la población y descarbonizar la economía».
Como señala Global Times, el país asiático está promoviendo un viraje estratégico de largo aliento; en sus propias palabras «un cambio estructural fundamental en la economía», que consiste en «impulsar drásticamente el mercado de consumo interno para garantizar un crecimiento sostenible a largo plazo libre de riesgos externos», para superar el clima internacional adverso.
Se espera que China se convierta en la mayor economía de consumo del mundo, con una fuerte ampliación de sus clases medias que en este momento suman 400 millones de personas. El énfasis en el mercado interno, y ya no tanto en las exportaciones y en la inversión extranjera, no supone que se abandone el comercio internacional, que tan buenos resultados le ha dado en los últimos treinta años.
El PIB per cápita de China superó la marca de los 10.000 dólares en 2019, aún lejos de los países más desarrollados. Por ejemplo: EEUU alcanza 62.000 dólares y España 30.000, pero China tiene un PIB per cápita muy similar a los de México, Brasil y Argentina.
Para hacerse una idea de la potencia que tiene un crecimiento del mercado interno chino, vale comparar la cantidad de vehículos por habitante. En EEUU hay 965; México y Argentina se acercan a los 300, mientras la media europea oscila entre 600 y 700. China tiene apenas 160 coches cada 1.000 habitantes y 70% de los hogares no tienen autos, un enorme margen para el crecimiento.
El mercado interno chino tiene una potencialidad única, capaz de permitirle al Dragón sortear los nubarrones que dominan el escenario global.
Por eso el editorial de Global Times que comenta las decisiones del PCCh, plantea que «la autosuficiencia económica y tecnológica es necesaria para que la segunda economía más grande del mundo pueda hacer frente a los desafíos sin precedentes planteados por la pandemia de COVID-19, así como a la desquiciada represión de Estados Unidos contra China en muchas áreas».
El presidente Xi Jinping escribió un artículo en la revista del PCCh, QiushiJournal, en el que sintetiza el viraje económico: «Para garantizar la seguridad industrial y la seguridad nacional de China, debemos construir una cadena industrial y de suministro autodesarrollada, controlable, segura y confiable. Debemos esforzarnos por tener al menos una fuente alternativa de productos importantes y canales de suministro para formar un sistema de respaldo industrial».
La autosuficiencia, bandera del gobierno chino, enfatiza en las «tecnologías centrales», aquellas vinculadas a la inteligencia artificial, para superar el «estrangulamiento extranjero sobre los sectores tecnológicos de China», según el propio Xi. El primer paso, decisivo y estratégico, consiste en conseguir la autosuficiencia en semiconductores, el aspecto más vulnerable del Dragón.
El columnista de Asia Times, David Goldman, uno de los más finos analistas de la región, estima que China está dando «un saldo cuántico», ya que las nuevas tecnologías que aplicará en rubros estratégicos, serán «impulsadas por una industria nacional de semiconductores que desafiará el dominio estadounidense en la industria».
Asegura que «China ya ha lanzado un conjunto de nuevas tecnologías que Occidente no ha comenzado a implementar». Entre ellas, la detección remota de los signos vitales que permite el control de epidemias, algoritmos de inteligencia artificial predictiva, los pagos digitales (incluida una moneda digital oficial) que reemplazarán a la banca convencional y los robots industriales de auto-programación que pueden diseñar sus propios procesos de producción.
Sin embargo, y este es el punto decisivo, destaca que «la ventaja de China sobre Occidente no proviene de una tecnología superior. El despegue económico de China se deriva de lo que el economista premio Nobel Edmund Phelps llama «florecimiento masivo»: la voluntad de toda la población de abrazar la innovación».
En otras palabras, está hablando del «factor humano», el título de la novela de espionaje de Graham Greene situada en la Guerra Fría, en la que la actitud de las personas de carne y hueso es tan o más importante que las instituciones en las que se desempeñan.
El libro de Phelps Florecimiento Masivo, publicado en 2013, sostiene que la fuente del dinamismo y la innovación de Occidente «fueron los valores modernos, como el deseo de crear, explorar y enfrentar desafíos». La mayor parte de la innovación no fue impulsada por visionarios aislados como Henry Ford y Steve Jobs, sino «por millones de personas empoderadas» capaces de promover mejoras, como señala la reseña de la Universidad de Princeton.
Destaca que «la innovación y el florecimiento autóctonos se debilitaron hace décadas», tanto en EEUU como en Europa, en gran medida porque «la satisfacción laboral ha disminuido desde finales de la década de 1960».
Aunque Phelps, y Goldman, son defensores de las sociedades y las economías occidentales, no pierden de vista las causas profundas de su decadencia. China es una sociedad floreciente, en la que su población se ha visto beneficiada por un crecimiento que ha elevado considerablemente su nivel de vida. Los chinos se sienten orgullosos de lo que han logrado en las últimas décadas y, a pesar de que subsisten desconformidades, pueden mostrar al mundo su exitoso combate a la pandemia.
El optimismo de la población china viene avalado por hechos concretos. El Dragón ha establecido el sistema de seguridad social más grande del mundo. «El seguro médico básico cubre a más de 1.300 millones de personas y el seguro de pensiones básico cubre a casi 1.000 millones de personas», como señala el comunicado del PCCh de la quinta sesión plenaria del XIX Comité Central.
Cuando Huawei sacó a la venta su último teléfono, el Huawei Mate 40, la tienda virtual JD.com agotó sus existencias en apenas 11 segundos, a pesar de su elevado precio que en Europa ronda los 899 a 1.199 euros. La población china se vuelca con los productos nacionales en detrimento, por ejemplo, del iPhohe 12 de Apple.
Por el contrario, EEUU es una sociedad fracturada, cansada, en la que media población rechaza con odio y desprecio a la otra mitad. Las clases medias y populares se empobrecen, pierden calidad de empleo y acceso a servicios de salud en condiciones.
El «hambre» de los chinos por las nuevas tecnologías y la innovación es, con mucho, el recurso más importante del país en la guerra comercial y tecnológica desatada por la Casa Blanca y el Pentágono. Su propia población, es la retaguardia que le está permitiendo sortear las dificultades y seguir creciendo. No se distraen: saben que su futuro no depende de quien sea el próximo ocupante de la Casa Blanca.