El día que el presidente argentino fue recibido en Notre-Dame de París

Marcelo T. de Alvear arribando al Ayuntamiento de París, en su último día en París, antes de regresar a Buenos Aires.Marcelo T. de Alvear arribando al Ayuntamiento de París, en su último día en París, antes de regresar a Buenos Aires. Fuente: Archivo – Crédito: Gallica

Hace cien años, los tiempos electorales en la Argentina eran más breves. La fórmula radical fue definida por la Convención del partido apenas tres semanas antes de que se realizaran las elecciones programadas para el 2 de abril. Los nominados fueron Marcelo Torcuato de Alvear y Elpidio González. Sin hacer campaña, la dupla radical arrasó en la votación nacional con más de 47% de los votos y convirtió a Alvear en el sucesor presidencial de Hipólito Yrigoyen.

Más allá de que faltaba formalizar el resultado a través del Colegio Electoral, el nieto del general Alvear -e hijo del primer intendente, Torcuato de Alvear- tomó conocimiento en la primera semana de abril que reemplazaría a don Hipólito en octubre.

Marcelo de Alvear no estuvo presente en ninguno de estos pasos. Se encontraba en París cuando fue nominado por la Convención Radical y durante las elecciones; se mantuvo en su destino (era embajador en Francia) cuando el Colegio Electoral lo designó. Una vez oficializada su condición de sucesor, realizó viajes por las principales ciudades de Europa y regresó a París, donde inició los preparativos par el retorno a la Patria.

Fue entonces cuando, investido con el título de presidente electo, recibió la invitación para participar de la misa más importante del año, en Notre-Dame de París. Nos referimos al 15 de agosto, día en que se celebra la Asunción de la Virgen. Para entender la relevancia de la fecha en París, debemos remontarnos al año 1637 cuando el rey Luis XIII, quien no podía tener hijos, prometió que su reino sería consagrado a la Virgen si llegaba el heredero. Así ocurrió: en septiembre de 1638 nació el futuro Luis XIV, popularmente conocido por su apodo «el Rey Sol», como por la frase absolutista que se le atribuye: «El Estado soy yo», por sus veinte hijos habidos en diversas relaciones y por ser quien ordenó la construcción del Palacio de Versalles.

A partir del nacimiento del vástago, la procesión por la Virgen los 15 de agosto se convirtió en el acontecimiento religioso de París.

El cardenal Louis-Ernest Dubois, arzobispo católico de París, cursó la invitación al presidente electo. Alvear, quien transitaba la última semana en la ciudad y se disponía a regresar, concurrió a Notre-Dame en compañía de su adorable mujer, Regina Pacini. También asistieron con el invitado especial, dos matrimonios: Luis Emilio Bemberg Elortondo (nieto del cervecero Otto Bemberg y tío de la escritoria María Luisa Bemberg) y Suzanne Hély D’Oissel de Bemberg; y también Alberto Figueroa y Rosa Giraldez de Figueroa. Ambos caballeros se desempañaban en la embajada argentina. Acotamos que Figueroa fue la mano derecha de Alvear durante su presidencia.

A las diez de la mañana del 15 de agosto, los automóviles oficiales de la representación argentina se detuvieron en la entrada de la Catedral. El presidente electo fue recibido en la puerta de la iglesia por el mismísimo cardenal Dubois. La fachada de Notre-Dame, que había sido cubierta por paredes de ladrillos durante la Primera Guerra Mundial, para evitar que fuera dañada por algún bombardeo, ya se encontraba descubierta, en su plenitud, con las figuras tallas a la vista. Alvear y su comitiva fueron escoltados por el cardenal hasta unos sillones cercanos al coro, en un sitio privilegiado.

Durante la ceremonia religiosa, el padre Dubois se refirió al nuevo presidente y deseó prosperidad a todo el pueblo argentino.

Uno de los momentos más emocionantes fue la ejecución de una sonata de Bach, en manos de Louis Vierne, cuya ceguera no le impidió, durante los treinta y siete años que se hizo cargo del órgano de la Catedral, conmover a los feligreses con su talento.

A la hora de colaborar con limosnas para los pobres de París, la contribución de Alvear fue la más generosa. Una vez concluida la misa, el cardenal acompañó a los Alvear hasta el portón de Notre-Dame y renovó los votos por la prosperidad de la Argentina.

La actividad de presidente electo en la capital de Francia prosiguió por dos días más. En la tarde del día 17 fue recibido por el Ayuntamiento, vecino de la Catedral, y luego se dirigió al Arco de Triunfo, donde depositó flores en la tumba del Soldado Desconocido. El 18 partió a Burdeos para abordar el vapor Massilia que lo transportó a Buenos Aires. Arribó al puerto del Plata el 4 de septiembre, cargado con decenas de baúles y portando los votos de bienestar propiciados por el arzobispo en la legendaria Catedral de Notre-Dame.