Si hay alguien que ha estudiado los secretos de Tenochtitlan, la antigua capital de los mexicas, es el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
El jurado del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022 lo distinguió este miércoles con el galardón por su «extraordinario rigor intelectual» y su «excepcional contribución» al conocimiento de las sociedades y culturas prehispánicas.
«Es para mí un altísimo honor que mucho agradezco», respondió el también antropólogo en un comunicado difundido por la Fundación Princesa de Asturias.
El galardón está destinado a honrar la labor científica, técnica, cultural, social y humana y puede comprender tanto a personas como instituciones, con especial interés en el ámbito hispánico.
Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940) ha sido reconocido por su rigor «para reconstruir las civilizaciones de México y Mesoamérica, y para hacer que dicha herencia se incorpore con objetividad y libre de cualquier mito».
Es el fundador del Proyecto Templo Mayor, una serie de excavaciones y estudios del axis mundi (eje del mundo) de la ciudad de Tenochtitlan, antigua capital de los mexicas. También fue director de este proyecto entre 1979 y 1982.
Precisamente, el jurado nombra su trabajo en el Templo Mayor de Tenochtitlan, así como en Tula y Teotihuacán, que constituyen «por la intensidad y la continuidad de la investigación de campo, páginas ejemplares del desarrollo científico de la arqueología y del diálogo fecundo con el pasado, entre culturas distintas y entre las ciencias sociales y humanas».
De la Coyolxauhqui al Templo Mayor
21 de febrero de 1978, corazón del centro histórico de la Ciudad de México. Un grupo de trabajadores realizaba labores de cableado eléctrico cuando, de repente, se toparon con una piedra esculpida. Era la Coyolxauhqui, la deidad relacionada con la luna y una de las pocas esculturas tenochcas (de Tenochtitlan) que muestran la desnudez femenina.
De casi 8 toneladas y 3,25 metros de diámetro, la pieza prehispánica aparece mencionada en las crónicas de Diego Durán, Tezozómoc y fray Bernardino de Sahagún, como parte del panteón mexica. Es la más grande de las seis esculturas de esta deidad que se han hallado hasta el momento, según el Instituto Nacional de Arqueología e Historia de México.
Fue precisamente este hallazgo, solo unos pasos del Zócalo, lo que llevó a crear el Proyecto Templo Mayor, encabezado por recién laureado Matos Moctezuma.
Del descubrimiento de la Coyolxauhqui surgieron muchos más. Uno de los últimos, en 2017, el templo dedicado a Echécatl, el dios del viento, un recinto religioso de estructura circular.
El trabajo de los arqueólogos, en el que ha estado implicado Matos, ha ido revelando los restos de este recinto sagrado prehispánico que ahora se conoce como Templo Mayor y que es un espacio ceremonial de un tamaño equivalente al de dos canchas de fútbol.
Tenochtitlan, la «Venecia americana»
La historia de Ciudad de México está ligada a las ruinas de Tenochtitlan, una de las mayores ciudades del mundo que cautivó a Hernán Cortés hace cinco siglos.
La capital del imperio mexica tenía un aspecto de «urbe palaciega» dijo a BBC Mundo el doctor en Historia de América Esteban Mira Caballos.
Y allí es donde se dio el primer encuentro entre Cortés y Moctezuma II, el 8 de noviembre de 1519. Este evento marcó para siempre la conquista del territorio del actual México.
«Era una ciudad lacustre, ubicada en medio de un lago, aislada, a la que solo se podía acceder por tres calzadas y que debía ser abastecida desde el exterior», explicó Mira, quien la denominó como la ‘Venecia americana» del Nuevo Mundo.
Lo que se sabe hoy de cómo era Tenochtitlan es «gracias a estudios con representaciones cartográficas que se han venido haciendo desde la época virreinal», contó a BBC Mundo el historiador mexicano Andrés Lira González.
Entre otros, dice él, la descripción y mapa de antiguos barrios indígenas que elaboró el sacerdote y cartógrafo mexicano Antonio Alzate en 1789, además de informes sobre testimonios, planos de la ciudad de siglos XVI y XVII e importantes estudios de los arqueólogos Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján.
Excavar el pasado, entenderlo en el presente
El jurado del Princesa de Asturias destacó de Matos «su inteligencia científica, su capacidad de divulgación y su compromiso social« y apuntaron que su obra sirve de inspiración «para las próximas generaciones de científicos sociales y de ciudadanos».
Por más de 40 años, Matos Moctezuma se ha dedicado no solo a buscar bajo tierra, sino a sacar a la superficie y explicar la cultura mexica.
Parte de esta labor se materializa en libros como «Las piedras negadas: de la Coatlicue al Templo Mayor» (1998), donde habla precisamente del proyecto arqueológico en el centro de Ciudad de México, «Muerte a filo de obsidiana: los nahuas frente a la muerte» (1975), o «Vida y muerte en el Templo Mayor» (1986).
«Penetrar en el pasado para traerlo al presente ha sido la labor que de manera constante he desempeñado a lo largo de mi vida. El día de hoy veo con enorme satisfacción los frutos de esa tarea», sostuvo Matos al saber del Premio Princesa de Asturias.
Esta labor, dijo el antropólogo, le ha permitido conocer la propia historia de México y «cómo esta se unía con la historia de otros países como España«. Y enfatizó que ambas naciones «son países hermanos que están unidos por lazos indisolubles y deberán estrechar aún más sus relaciones».
Matos Moctezuma es maestro en Ciencias Antropológicas, con especialidad en Arqueología, por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Con estas instituciones ha realizado diversas investigaciones en lugares arqueológicos como el Tepeapulco, Tlatelolco, Tula y Teotihuacan.
También ha sido director del museo Nacional de Antropología y presidente del Consejo de Arqueología del INAH (Instituto Nacional de Arqueología e Historia) y fundador del Programa de Arqueología Urbana (PAU).
Recientemente fue reconocido junto a Leonardo López Luján, también del Proyecto Templo Mayor, como nuevo miembro honorario internacional de la Academia Americana de Artes y Ciencias (AAAS, por su sigla en inglés), en la Clase de Ciencias Sociales y del Comportamiento, Sección Antropología y Arqueología. Una cátedra de la Universidad de Harvard lleva su nombre.