E-book vs. libros tradicionales: qué prefieren los argentinos a la hora de leer

Joaquín Rodríguez Freire

JOAQUÍN RODRÍGUEZ FREIRE (Ambito)
A partir de la segunda mitad del siglo XX, la irrupción de internet y de las nuevas tecnologías modificaron drásticamente la historia otorgando una dinámica mucho más vertiginosa. La literatura no permaneció inmune a la ola modernizadora y nuevos soportes como el e-book irrumpieron buscando destronar a los formatos impresos. Según un nuevo estudio, cuatro de cada diez argentinos reconocieron haber leído al menos un libro durante el último año (39%), mientras que solo un 7% de ellos utilizó un e-book.

La investigación, desarrollada por la Universidad Argentina del Empresariado (UADE) en colaboración con «Voices!», destaca que la penetración de estos dispositivos aún no ha sido masiva en la Argentina. Para profundizar sobre los datos, ámbito.com dialogó con Alejandra Fuentes Cuiñas, responsable del estudio: «A nivel mundial la penetración tiene un bajo impacto. Tuve la oportunidad de realizar trabajos similares en Madrid y marcaría que, aún dentro de otros mercados, realidades y países, todavía hay muy bajos niveles de aceptación».

Según destaca Fuentes Cuiñas, la instalación de nuevas tendencias en los soportes de consumo literario se deben a problemas de índole técnicos y cognitivos, derivados de temas históricos. «Desde chicos nos enseñan a escribir en un cuaderno de papel o a leer de libros físicos», afirma. Los datos recabados sobre el tema marcan que entre los menores de 50 años, el uso de e-books triplica a la declarada por los de mayor edad (10% y 3% respectivamente), pero el dato más alto se constata en la clase alta, donde la lectura de e-books alcanza al 33%.

«La lectura es un fenómeno de clases sociales con niveles educativos elevados y, normalmente, viene acompañando por niveles socio-económicos altos. La lectura digital es un fenómeno arraigado a estas clases, que son aquellas que se permiten explorar formas diferentes de poder leer», apunta. Además, el relevamiento recoge que las mujeres son aquellas que leyeron más en el último año: 43% contra un 34% de hombres.

Consultado por este medio, Hernán Rozenkrantz, editor graduado en la UBA y director de la editorial Severlfeld, expresó: «La bibliodiversidad es muy importante. Que existan libros y títulos más allá de su temática o de su composición, que a uno le gusten o no, es importante, porque todo libro es una expresión cultural. Es bueno que exista la multiplicidad para que todos puedan encontrar algo que les guste, que les interese; que les haga aprender algo para sentirse mejor».

«Un libro no deja de ser un producto cultural en mercancía y significación, eso hace que tenga que tener un soporte, un continente que sea tangible para que la gente se incline a adquirirlo. Existen varias propuestas para adaptar las editoriales a los e-books, una es una plataforma similar a «Netflix» pero de lectura. Existen editores que hoy ofrecen la versión digital como complemento a la versión en papel. Hay otros que se vuelcan a la publicación digital por costos de producción», detalla Rozenkrantz.

Por último, el editor asegura que no ve amenazada su profesión a partir del desembarco de las nuevas tecnologías en el campo literario. «No creo que nuestra generación vea morir el libro papel, todavía hay larga vida, prueba es la cantidad de libros que se producen, cada año más y más. La cantidad de librerías es otro indicio, desde 2004 hasta la fecha el número de libros publicados en papel creció. El público latino y argentino sigue teniendo aprecio por el objeto papel pese a sus lógicas desventajas», resume.

En esa línea también se expresa Marco Castagna, un joven escritor que dirige la revista digital de arte «Bohemia» y que acaba de publicar «Dylan en el Desierto» (Ascabusi, 2016), su primer libro de ficción: «El libro tiene un encanto que evidentemente es difícil de reemplazar. El contacto con el papel y con el objeto profana y provoca, tiene algo que no se puede dar en otro formato, de alguna manera porque no se lo puede reemplazar por otro soporte».

En coincidencia con Fuentes Cuiñas, Castagna también ve en los nuevos dispositivos un «complemento» para con los formatos clásicos. «Hace mucho que se anuncia la muerte del libro pero yo diría que es eterno, no creo que se pueda reemplazar». «En su libro ‘Mientras Escribo’, Stephen King recomienda leer siempre: en las filas del banco, antes de dormir o escuchando un audiolibro mientras uno maneja. La experiencia de la lectura tiene una cosa mágica que incluye hasta una experiencia sensorial», puntualiza.

«En la Feria del Libro lo veo mucho. Hay gente de clase media o media baja que sigue apostando por el formato impreso. Hay un vínculo ahí. El autor te puede firmar el libro, se puede marcar, hay una cosa física y palpable», concluye el escritor.

El gran quiebre en cuanto al consumo tecnológico de literatura se produjo en el año 2007, cuando la tienda online «Amazon» lanzó «Kindle», un dispositivo portátil y electrónico que permite la lectura, almacenamiento y compra de textos. Actualmente la empresa produce la séptima generación del artefacto y, en Argentina, su precio oscila entre los $ 1.600 y los $ 4.000, según las diferentes especificidades de cada modelo.