Ayer, a las 3.31 de la madrugada, antes de que su objetivo se asomara sobre el horizonte, salió disparada hacia el espacio la sonda solar Parker, una misión de la NASA que intentará develar las paradojas todavía irresueltas de nuestra estrella doméstica.
Dos horas después de su lanzamiento, la NASA informó que la nave se encontraba en perfecto estado y operaba normalmente. Durante esta semana, desplegará sus antenas y su brazo magnético. Las pruebas de instrumentos comenzarán a principios de septiembre y durarán aproximadamente un mes.
Esta sonda, que comenzará a transmitir sus observaciones en diciembre, promete ayudar a resolver misterios de la astrofísica estelar. Por ejemplo, ¿por qué, con más de un millón de grados, la corona, esa tenue zona externa de la atmósfera solar, es unas 300 veces más caliente que la superficie, que se encuentra miles de kilómetros más abajo y en la que la temperatura ronda los 6000 grados?
También medirá el campo magnético de la estrella, catalogará los ingredientes del viento solar (un flujo de partículas cargadas, mayormente protones y electrones) y enviará fotos de la corona con detalles imposibles de captar a 150 millones de kilómetros, la distancia que separa la Tierra del Sol. Para esto, deberá aproximarse a algo más de seis millones de kilómetros y soportar unos abrasadores 1300 o 1400 grados.
Misterios sin respuesta
«Aunque hubo otras misiones que enviaron datos del Sol [como las naves Pioneer, las Helios, la Ulysses y las Stereo], esta es la primera que va a llegar tan cerca -destaca Diego Bagú, astrónomo y director de gestión del Planetario de La Plata-. Lograron algo increíble, porque tuvieron que diseñarla de modo que los instrumentos estén todo el tiempo a la sombra para que no se incendien. Así, van a poder enviar datos que ayudarán a develar el curioso caso de la corona, que es tanto más caliente que la superficie, algo extrañísimo».
«Por otro lado -añadió-, va a ofrecer respuestas para conocer mejor el viento solar, una lluvia de partículas que si la Tierra no tuviese el campo magnético que nos protege (algo que ocurre en Marte, que lo perdió) podría hacer estragos. Sería como estar expuestos a dosis masivas de radiaciones en continuado, que provocarían cáncer y malformaciones».
Hace más de 60 años que los científicos buscan respuestas para entender el viento supersónico que sopla a través de todo el sistema solar a alrededor de 1.600.000 kilómetros por hora, las tormentas solares y las partículas que la estrella escupe a
A lo largo del desarrollo del proyecto, debieron enfrentar múltiples desafíos. Por un lado, como destaca en El País Rafael Clemente, fundador y primer director del Museu de la Ciència de Barcelona, «caer» hacia el Sol exige un gasto de energía mayor que ir a los planetas exteriores, porque para llegar a sus cercanías la sonda Parker deberá reducir casi un 80% la velocidad a la que gira la Tierra (unos 100.000 kilómetros por hora).
Para esto se servirá de la gravedad: tendrá que pasar siete veces a poca distancia de Venus. Realizará la primera de estas maniobras, similares a aplicar un freno de mano, a principios de octubre. Luego, a lo largo de siete años, hará seis sobrevuelos más cerca de Venus y 24 acercamientos al Sol, hasta llegar al punto más próximo a la estrella, cuando estará desplazándose a aproximadamente 692.000 kilómetros por hora, lo que la convertirá en el objeto más rápido que haya sido fabricado por la humanidad.
Ciencia extrema
Para que no se funda, la nave va protegida por un escudo de fibra de carbono separado casi un metro de los equipos, que se mantendrán siempre a una agradable temperatura de alrededor de 30 grados. Para hacerlo lo más liviano posible, la estructura del escudo es tan esponjosa que el 97% es espacio vacío.
«Esta misión realmente marca la primera visita de la humanidad a una estrella que tendrá implicancias no solo aquí, en la Tierra, sino también en cómo comprendemos el universo -afirma, en un comunicado de la NASA, Thomas Zurbuchen, codirector científico de la misión-. Logramos algo que hace décadas pertenecía únicamente al ámbito de la ciencia ficción».
Se espera que los hallazgos de esta ambiciosa exploración ayuden a mejorar los pronósticos de eventos meteorológicos espaciales, que pueden dañar satélites y también a los astronautas en órbita, interrumpir las comunicaciones de radio y sobrecargar las redes de energía.
Ocasionalmente, las tormentas solares, que empiezan con enormes explosiones en la superficie de la estrella, expulsan una gran cantidad de energía. Las ha habido a lo largo de la historia. En 1859, por ejemplo, una de ellas golpeó de lleno en la Tierra y ocasionó fallas en la red de telégrafos de América del Norte y Europa. Si algo similar sucediera hoy, podría causar cortes de energía continentales, interferencias en las ondas de radio de alta frecuencia, en las comunicaciones de radio de vuelos comerciales y en los sistemas de GPS, pérdidas incalculables. Exigiría meses o años de reparaciones.
«El lanzamiento fue la culminación de seis décadas de estudio científico y millones de horas de esfuerzo -dijo el director del proyecto, Andy Driesman, del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins-. Ahora, comienza una misión de ciencia extrema».