Varios gobiernos alrededor del mundo están viendo que si hay algo más difícil que imponer un confinamiento en su población es, precisamente, cómo retirar ese confinamiento sin exponer a la gente a una nueva ola de contagio del coronavirus.
Pero no todos los países enfrentan este reto de cómo comenzar una “nueva normalidad” ante la pandemia de covid-19.
Suecia ha sido un notable caso aparte.
Allí no hubo confinamiento.
Ha sido uno de los pocos países en Europa que optó por no imponer restricciones en su población para evitar la propagación del virus.
Muchos miran ahora al país escandinavo para ver cómo podría establecerse algún tipo de vida “seminormal” mientras se cuenta con una vacuna.
Otros, sin embargo, apuntan a las más de 3.600 muertes que el covid-19 ha causado en Suecia, un país con 10 millones de habitantes.
Y las comparan con las 1.000 muertes que el virus ha provocado en sus países vecinos, Dinamarca, Noruega y Finlandia, que suman en total 15 millones de habitantes, y que sí impusieron un confinamiento en sus poblaciones.
¿Adoptó Suecia un enfoque correcto o fue este un experimento que ha provocado muertes que pudieron evitarse?
“El número de muertes, por supuesto, es una estadística importante cuando hablamos del impacto de covid-19, pero hay muchos otros factores e impactos que ocurren durante una pandemia”, le dice a BBC Mundo Paul Franks, profesor de epidemiología genética de la Universidad de Lund, en Suecia.
“De manera que debemos dejar de hablar solo de muertes y empezar a hablar de muertes y otras morbilidades de salud, como la salud mental, violencia doméstica y otras características dañinas de un confinamiento”.
“Y además lo que puede parecer un fracaso hoy podría ser un éxito en el futuro si empezamos a ver que las tasas de mortalidad de otros países comienzan a aumentar cuando retiren sus confinamientos”, señala el experto.
Autoaislamiento
Desde afuera podría parecer que, mientras los países alrededor imponían restricciones estrictas, los suecos siguieron con su vida normal.
Pero no fue así.
Se prohibieron las reuniones de más de 50 personas, se establecieron reglas de distanciamiento social y se le pidió a la gente que, si podía, trabajara en su casa.
Y a los mayores de 70 años se les dijo que se quedaran en su casa para protegerse de la infección.
Por otra parte, los restaurantes, bares, gimnasios y tiendas del país escandinavo han permanecido abiertos, igual que las guarderías y colegios para los menores de 16 años.
Pero a pesar de que no se usó la palabra confinamiento, la vasta mayoría de la población optó por adoptar, de manera voluntaria, un distanciamiento social.
Esto, como le explicó a BBC Mundo Maddy Savage, la corresponsal de la BBC en Estocolmo, ha sido el punto crucial de la estrategia sueca para disminuir la propagación del virus.
“Desde el principio de la pandemia se establecieron directrices y la gente las siguió», dice Savage.
«Todos empezaron a trabajar en su casa, se redujo el número de gente y autos en las calles, se redujo el uso de transporte público”, añade.
Confianza en las instituciones
“No podemos generalizar pero esta es una población muy obediente. Confían en las autoridades y por ello han seguido los lineamientos”.
En efecto, en una conferencia de prensa a finales de abril, la misma Organización Mundial de la Salud elogió la forma como Suecia estaba manejando la pandemia.