Cinco miradores para admirar Nueva York

De día y de noche, al amanecer o al atardecer, cinco terrazas que regalan vistas únicas de una de las ciudades con más rascacielos del mundo

1- El Empire State.

Nueva York es el emblema universal de la ciudad de los rascacielos, pero el más famoso de todos es el indestructible -ni King Kong pudo con él- Empire State. Situado en pleno Midtown, sus dos observatorios -en los pisos 86 y 102- ofrecen algunas de las más famosas vistas de Manhattan y son también un ícono cinematográfico presente en películas como Algo para recordar o Sintonía de amor. La plataforma principal es la del piso 86, en 360 grados y al aire libre, mientras la superior del piso 102 es más pequeña y cerrada: pero además de la mayor altura, invita a disfrutar de llegar en un ascensor Otis manual. La experiencia completa comienza en el vestíbulo de ingreso al edificio, de inspiración art deco y uno de los pocos interiores neoyorquinos considerados monumento histórico. Por supuesto, luego de la vista de Manhattan desde arriba hay que alejarse unas cuadras para disfrutar del espectáculo que brinda el edificio iluminado.

2- Top of the Rock.

El gran dilema del amante de las vistas es el duelo Empire State-Top of the Rock. ¿Puede la plataforma de observación del 30 Rockefeller Plaza, en el gran complejo del Rockefeller Center, aportar algo más para ver la ciudad desde arriba? Sin duda, porque es la única que permite ver la silueta del Empire State sobresaliendo en el atardecer. Un rato antes de la puesta del sol es la mejor hora para ir, ya que se podrán tener imágenes diurnas y espectaculares fotos nocturnas de Manhattan iluminada. El ascensor lleva hacia los pisos 6, 69 y 70, que ofrecen vistas en 360 grados a unos 260 metros de altura, pero sólo en el último sin vidrios protectores (este es el mejor para las imágenes, pero no se puede usar trípode). Suele estar menos concurrido que su gran rival y la perspectiva es diferente, además de ser mejor hacia el Central Park.

3- One World Observatory.

La torre espejada que se levanta donde alguna vez estuvieron las Torres Gemelas es uno de los nuevos íconos del sur de Manhattan, donde el memorial del World Trade Center es sencillamente un must do de la visita a Nueva York. Pero además de su impactante silueta sobre una zona aún en reconstrucción, aquí también hay un observatorio que se jacta de ser el más alto de la ciudad y ostenta un lema de tinte conmemorativo: See Forever. La torre alcanza 541 metros de altura y el Main Observatory del piso 100 está a 381 metros: pero por ser totalmente cerrado, no hay que temerle al vértigo. Más allá de la observación en sí (con los numerosos reflejos que implica la estructura vidriada), que permite ver Manhattan, Nueva Jersey y Brooklyn, el objetivo es brindar una experiencia interactiva, que incluye presentaciones multimedia, ascensores cubiertos de LED que suben en menos de 50 segundos, time-lapses, iPads con información sobre la vista y un restaurante (¡reservar con mucho tiempo de antelación!) para cenar con vista a la ciudad.

4-Tramway aéreo de Roosevelt Island.

Se sale un poco de la Manhattan estrictamente turística y precisamente por eso es más interesante y diferente en sus vistas de la ciudad. Los memoriosos tal vez recuerden haberlo visto en algunas escenas de Spiderman, Scarface o Léon, pero para vivirlo de primera mano hay que ir a tomarlo en la Tram Plaza de la calle 60 y la Segunda Avenida (cerca del subte de avenida Lexington calle 59). Este teleférico atraviesa el East River para conectar Roosevelt Island (situada entre Manhattan y Queens) con el Upper East Side de Manhattan. Es un medio de transporte muy popular, cuyas cabinas realizan decenas de viajes diarios llevando un máximo de 110 personas en cada uno. El trayecto, que recorre 940 metros a casi 30 km/h, dura tres minutos y en su punto más alto alcanza los 76 metros sobre el East River, con vistas sobre el East Side y el Midtown.

5- High Line, verde y no tan alto.

Aquí no se trata de batir récords de altura, sino de disfrutar uno de los paseos más lindos y verdes de Manhattan, viendo a la vez algunos tramos de la ciudad desde arriba. Es una gran pasarela de acero, situada a nueve metros de altura, que corre sobre el lado oeste de la ciudad, en paralelo con el Hudson River. La High Line arranca en el Meatpacking District, una de las antiguas zonas industriales de Manhattan, y en sus casi dos kilómetros y medio de recorrido ofrece un oasis florido al margen de los rascacielos. Inspirada en la Promenade Plantée de París, un paseo verde de la capital francesa, corre sobre lo que fue una antigua línea ferroviaria, en desuso desde los años 80, y representa un triunfo de la naturaleza urbana sobre los negocios inmobiliarios (que ahora se desarrollan en sus márgenes). Es accesible a través de once entradas, la visitan más de cinco millones de personas por año y en algunos de sus tramos es posible sentarse literalmente sobre el tránsito neoyorquino. Y todo sin pagar entrada.