La actriz Olivia de Havilland, leyenda de la etapa dorada de Hollywood, murió en su residencia de París. Era la última sobreviviente del equipo principal de «Lo que el viento se llevó», rodada en 1939 y uno de los títulos emblemáticos del cine hollywoodense de todos los tiempos.
La actriz Olivia de Havilland, leyenda de la etapa dorada de Hollywood, murió anoche a los 104 años, mientras dormía «plácidamente» en su residencia de París, según informó el medio especializado Enterteinment Weekly y lo confirmó más tarde su representante al sitio The Hollywood Reporter, según informa la agencia de noticias DPA.
De Havilland no estaba delante de una cámara desde la década de 1980, cuando tuvo algunas participaciones en series de televisión -del cine se había despedido en 1979, cuando hizo de Reina Madre en «El quinto mosquetero», de Ken Annakin- y como parte de las glorias de la Meca del cine tuvo una partida silenciosa.
Nacida en Tokio, Japón, el 1 de julio de 1916 y nacionalizada francesa desde 1950, después de ganar el Oscar por «La heredera», era la última sobreviviente del equipo principal de «Lo que el viento se llevó», rodada en 1939 y uno de los títulos emblemáticos del cine hollywoodense de todos los tiempos.
El primero en decir adiós fue el atildado Leslie Howard, cuyo avión cayó en la costa de La Coruña en 1943, aparentemente abatido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, seguido por Clark Gable en 1960 y Vivien Leigh en 1967, a quienes se agrega el nombre de Hattie McDaniel, la querible criada «Mammie», en 1952, primera afrodescendiente en ganar el Oscar como actriz de reparto.
Junto a Kirk Douglas, también nacido en 1916 y muerto en febrero pasado, De Havilland era la única sobreviviente de la época clásica y el 21 de junio de 2017 fue la persona más longeva en ser nombrada Dama por la reina de Inglaterra.
Ganadora de dos Oscar -por «Lágrimas de una madre» (1946), de Mitchell Leisen, y por «La heredera» (1949)-, de William Wyler, fue una de las estrellas con más fans en la década de los 40, al igual que su hermana menor, Joan Fontaine (1917-2013), con la que, según las revistas, tuvo alguna disputa por competencias varias que las mantuvo alejadas durante más de siete décadas.
Según esas mismas publicaciones, la más importante de esas batallas era quién moriría primero: «Me casé primero, gané el Oscar antes que Olivia y, si muero primero, sin duda se pondrá furiosa porque también le habré ganado en eso», señaló Fontaine al Hollywood Reporter en 1978, a los 61 años.
Ni siquiera en sus últimos tiempos las célebres actrices se reconciliaron; separadas por el océano en los últimos años -De Havilland vivía en París y Fontaine en California- también se habían enfrentado por papeles en las películas, premios de la Academia e incluso amantes.
La larga disputa entre ambas hacía que en Hollywood saltaran una y otra vez a los titulares; en su autobiografía, «Ningún lecho de rosas», publicada en 1978, Fontaine contó que ella y Olivia ni siquiera se llevaron bien de niñas, pero cuando ambas comenzaron a hacer carrera en el cine saltaron las chispas. «Es posible separarse de una hermana, igual que de un marido -dijo a la revista People-. No la veo nunca ni tengo la menor intención de hacerlo.»
Con problemas de salud durante su infancia y padres separados, junto a su madre y su hermana arribó a California, donde tuvo una educación corriente y, durante una representación universitaria de «Sueño de una noche de verano» De Havilland fue descubierta por Max Reinhardt, refugiado austríaco que la incluyó luego en la versión cinematográfica de la obra, que codirigió con William Dieterle en 1935.
Desde entonces fue «la» cara femenina de la compañía Warner Bros durante varios años, en los que dirigida por Michael Curtiz -el futuro realizador de «Casablanca»- formó pareja con Errol Flynn en «El capitán Blood» (1935), «La carga de la Brigada Ligera» (1936), «La aventuras de Robin Hood» y «El hombre propone…» (1938), «Esclavos del oro» y «Mi reino por un amor» (1939), «Caravana de audaces» (1940) y «Murieron con las botas puestas» (1940).
También tuvo romances en la pantalla con James Cagney («El predilecto», 1935, «¡Ay, qué rubia!», 1941), Fredric March («Adversidad», 1936), Leslie Howard, disputado con Bette Davis («Caprichos del corazón», 1937), Dick Powell («La heredera ardiente», 1938), David Niven («Raffles», 1939), de vuelta Howard («Lo que el viento se llevó», 1939), Charles Boyer («La puerta de oro», 1941), Henry Fonda («La debilidad del hombre», 1942), Ray Milland («La novia en un lío», 1946) y Montgomery Clift» en «La heredera» (1949).
Otros de sus galanes fueron Richard Burton («Mi prima Raquel», 1952), Gilbert Roland («La cautiva de Felipe II», 1955), Robert Mitchum y Frank Sinatra («No serás un extraño», 1955), Alan Ladd («El rebelde orgulloso», 1958), Dirk Bogarde («La noche es mi enemiga», 1959), Rossano Brazzi («La luz en la plaza», 1962), Joseph Cotten, también disputado por la Davis («Cálmate, dulce Carlota», 1964) y James Caan («Diez horas de terror», 1966).
Ya mayor, participó en películas corales como «El mundo de los aventureros» (1970), «Aeropuerto 77» (1977), «El enjambre» (1978) y la mencionada «El quinto mosquetero» (1979) y en televisión estuvo en los ciclos «Raíces: la nueva generación», «El crucero del amor», «Norte y sur», además de algunas películas para el medio.
En 1941 fue nominada al Oscar como mejor actriz por «La puerta de oro», de Mitchell Leisen, pero ganó su hermana Fontaine por «La sospecha», de Alfred Hitchcock, y se recuerda el gélido encuentro entre ambas estrellas cuando la triunfadora se negó a recibir el saludo de Olivia en el escenario.
Pero más allá de su labor, la estrella también era recordada por su lucha contra los estudios cinematográficos por las condiciones leoninas para los actores consignadas en los contratos, algo que las embelesadas plateas de entonces estaban lejos de conocer.