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A clase de literatura argentina en Madrid

Un seleccionado de autores argentinos reflexionó ayer sobre nuestra literatura y el arte contemporáneo en el tramo final de ARCO. Graciela Speranza fue la encargada de comenzar con una conferencia y pidió dedicar la jornada a Ricardo Piglia. El nombre del recientemente fallecido escritor recorrió también el diálogo que la crítica y profesora tuvo con Fabio Kacero, quien expone sus obras en la feria. Luego, Alan Pauls leyó un ensayo dedicado a los dos Reinaldo Laddaga, padre e hijo, y conversó con Patricio Pron. También estaba presente en el auditorio Martín Caparrós.

La apropiación y el robo -sin connotación peyorativa, en términos estrictamente literarios- fueron los procedimientos sobre los que se indagó en un encuentro que se extendió tres horas.

Las Jornadas Viceversa buscaron indagar en el diálogo de la literatura dentro de su universo y también con las artes plásticas. Así emergió desde el comienzo del encuentro el nombre de Pablo Katchadjian, autor de El Aleph engordado, sobre quien, en palabras de Speranza, María Kodama ejerce un «acoso judicial». A través de la explicación de los procedimientos que Jorge Luis Borges realizó para escribir «Pierre Menard, autor del Quijote», en particular el ready made, Speranza consideró que este cuento es también «un Aleph engordado». Kacero abrió las puertas a la cocina de su producción que nada tiene de disparate, sino de inteligencia. En ARCO presenta «Fabio Kacero, autor del Jorge Luis Borges, autor del Pierre Menard, autor del Quijote», donde imita la caligrafía de Borges y, literalmente, escribe el famoso cuento con su puño y letra copiando la del autor.

«Gracias a Borges, los escritores argentinos tenemos una licencia para robar», comenzó Pauls quien se preguntó por qué «el apropiacionismo» tiene tanto éxito en las letras argentinas. También dedicó varios minutos a indagar sobre «Pierre Menard…»: «Creo que cuando Borges lo escribió tenía en la cabeza a esos artistas charlatanes de los que él como Adolfo Bioy Casares tanto se reían. Borges inventa un artista apócrifo que hace un experimento y con este cuento nos enseña a leer».

Manuel Puig y César Aira fueron otros de los nombres a los que se regresó constantemente. Los escritores destacaron en la jornada a varios de sus compatriotas que expusieron en ARCO y la única protagonista fue la literatura argentina. No mencionaron sus flamantes trabajos, sino que buscaron explicar complejos mecanismos de las letras argentinas en una verdadera clase de literatura, una lección que habla de un espíritu de comunidad y de las ganas de que esta expresión sea comprendida más allá del Río de la Plata.

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