Célebre por la repercusión de dos adaptaciones de sus novelas, Lo que queda del día, con Anthony Hopkins y Emma Thompson, y Nunca me abandones, con Keira Knightley y Andrew Garfield, el escritor británico también ha escrito guiones originales y telefilm
El escritor anglojaponés Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1948) que desde hoy el 114º ganador del Premio Nobel de Literatura, es un confeso cinéfilo y un reconocido guionista, cuyas novelas también fueron adaptadas al cine. Esta mañana, la Academia Sueca destacó que con sus «novelas de gran fuerza emotiva, ha descubierto el abismo bajo nuestro sentido ilusorio de conexión con el mundo».
La memoria, el tiempo y la desilusión son temas centrales en su obra, una búsqueda que se vio tan bien reflejada en su novela más aclamada, Los restos del día. Escrita en 1989 y llevada al cine -aquí se conoció como Lo que queda del día– por James Ivory en 1993, con Anthony Hopkins y Emma Thompson como protagonistas. La primera versión del guión fue de Harold Pinter, también premio Nobel de Literatura, luego desarrollado por Ruth Prawer Jhabvala. El éxito, comercial y de la crítica del film (fue nominado a ocho premios Oscar), le dio a Ishiguro un gran impulso internacional.
Los caminos entre el escritor nacido en Japón y James Ivory volverían a cruzarse enLa condesa rusa (2006). En esta ocasión, Ishiguro escribió el guion original del film que protagonizaron Ralph Fiennes, las hermanas Lynn y Vanessa Redgrave y la hija y sobrina de éstas, Natasha Richardson. «No se puede forzar a un novelista de primera línea a hacer algo; siempre hacen lo que creen que deben o quieren hacer -explicaba Ivory en aquél momento-. Habíamos discutido con Ishiguro una serie de proyectos, pero él se dedicó a escribir su propia historia, que se sitúa en Shangai.»
En el contexto de la inminente guerra chino-japonesa, en los albores del fin de una época, coinciden los destinos de Todd Jackson (Fiennes), un ex diplomático ciego que intenta enterrar un pasado traumático y Sofía Belinskya (Richardson), una condesa rusa que sobrevive como dama de compañía en clubes nocturnos para poder mantener a su extensa familia. Los acontecimientos políticos se suceden imparables en una ciudad sumergida en el caos.
Vale destacar que la relación de Ishiguro con el cine comenzó mucho antes del éxito de Lo que queda del día. Para la BBC firmó sus primeros guiones en celebrados telefilms: A Profile of Arthur J. Mason y The Gourmet, ambos de 1984.
En los créditos de La canción más triste del mundo (2003), la exquisita película del canadiense Guy Maddin puede leerse que está basada en un argumento original de Kazuo Ishiguro, un relato que nada tiene que ver con la realidad que golpeaba en Lo que queda del día. En el film de Maddin uno se topa con oníricas reminiscencias al cine mudo, con una Isabella Rossellini intentando sobrevivir en la Gran Depresión.
Sin demasiada suerte, en 2010, se estrenó Nunca me abandones, film de Mark Romanek basado en la novela del flamante premio Nobel, con guión de Alex Garland. El propio Ishiguro fue el productor ejecutivo de la película que contaba en su reparto conKeira Knightley , Carey Mulligan, Andrew Garfield y la mítica Charlotte Rampling. Aunque pasó por los cines sin pena ni gloria, le proporcionó a Garfield uno de sus primeros papeles destacados, como un humano clónico creado para convertirse en donante involuntario de órganos. Esta misma novela fue adaptada como serie en Japón y se emitió en 2016 con el título de Watashi wo hanasanai de.
Para Kazuo Ishiguro, escribir una novela es un trabajo muy duro y «por eso una vez que la terminas lo último que quieres es volver sobre el mismo material», daba las razones de las por qué no adapta sus propias novelas al cine en una entrevista publicada en el diario El País de España. «Hasta cierto punto es sano que el autor deje paso a alguien fresco. Pero creo que la relación entre cine y literatura es importantísima y una de las razones por las que los libros se mantienen en el centro de nuestra cultura.»
Los derechos de su última novela, El gigante enterrado, ya fueron comprados por el productor Scott Rudin (Red social, Steve Jobs, Sin lugar para los débiles). Mientras espera ansioso la adaptación de esa ambiciosa producción, Ishiguro se refugia en el microcine que hizo construir en la casa que ocupa, junto a su mujer, en el norte de Londres. Allí organiza ciclos de películas como todo buen cinéfilo.