En un mismo escenario, en la ciudad de Rosario, y unidos por la consigna «Voy por la paz», cinco premios Nobel coincidieron en que el mundo está embarcado otra vez en una carrera armamentista, y debatieron sobre los principales desafíos del escenario internacional.
Las guerras, el terrorismo, la pobreza, la desigualdad y la corrupción fueron los ejes de la conferencia que brindaron el jueves pasado en la Fundación para la Democracia Internacional, en Rosario, el polaco Lech Walesa, la iraní Shirin Ebadi, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, el costarricense Oscar Arias Sánchez y la guatemalteca Rigoberta Menchú Tum. Es la primera vez que cinco ganadores de un Premio Nobel de la Paz coinciden en la Argentina para compartir su mirada sobre el mundo actual.
Hubo muchas coincidencias, pero también miradas diferentes sobre la crisis en Venezuela, que disparó un contrapunto entre Pérez Esquivel y Arias Sánchez.
Guillermo Whpei, presidente de la Fundación para la Democracia Internacional, fue quien planteó la consigna disparadora de la charla. Advirtió que «la gente piensa que, si no hay guerra, hay paz. Pero cuando hay pobreza, marginación, xenofobia, hambre, falta de educación, falta de inclusión, eso también es falta de paz».
El negocio de la guerra
Pérez Esquivel, quien por ser local ejerció como una especie de anfitrión ante sus colegas, abrió el debate con la frase: «La paz no se regala, se construye, como la democracia». El presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia América Latina, quien obtuvo el Nobel en 1980 por su compromiso con la defensa de los derechos humanos durante la dictadura, consideró que «actualmente en América latina hay muchos problemas, porque se agudizó la exclusión social, la pobreza, la marginalidad y los conflictos armados».
Rigoberta Menchú, la líder indígena guatemalteca premiada en 1992, avanzó con su mirada sobre el miedo y la necesidad de romper con la idea de que para participar «hay que pedir permiso». Además, profundizó sobre el negocio de la venta de armas y la guerra.
«La violencia es una industria que tiene rendimiento económico para ciertos sectores. La industria armamentista en el mundo no sólo siempre triunfó sino que lo va a seguir haciendo, porque la población se deja amedrentar por el miedo, por la indiferencia y por el ocultamiento de la verdad», apuntó la dirigente que lucha por la justicia social y los derechos de los indígenas.
Por su parte, el polaco Lech Walesa consideró que «es importante leer bien lo que el tiempo enseña y realizar el diagnóstico correcto. No debemos olvidar que la democracia se compone de tres elementos: las leyes y la constitución de cada país; el comportamiento de las sociedades cuando van a votar y su riqueza».
El histórico líder gremial, cofundador de Solidaridad, el primer sindicato libre en el bloque del Este, y quien fue galardonado en 1983, concluyó: «Si se quiere mejorar la democracia, hay que entender cuál de estos aspectos hay que mejorar».
Uno de los discursos más movilizadores fue el de la abogada iraní Shirin Ebadi, la primera mujer musulmana en recibir un Nobel en 2003, por su lucha por los derechos humanos.
Ebadi analizó que «existe un nuevo auge de las guerras porque aumenta la cantidad de clientes que compran armas». Y se centró en la situación de Medio Oriente, donde -según sostuvo- «desde hace años hay cada vez más zonas de conflicto por rivalidades entre Arabia Saudita e Irán. Los Estados Unidos apoyan al primero y Rusia a Teherán».
Por otro lado, la jurista iraní señaló que hasta el año pasado, las principales causas de muerte en esa región eran las guerras y el terrorismo, pero ahora se sumó el hambre. «Hay una pobreza extrema en países muy ricos, que tienen petróleo. Esto tiene que ver con la corrupción de la clase política», dijo.
Y entrelazó ese panorama con la crisis de los refugiados. «Muchos ciudadanos arriesgan sus vidas para huir y llegar a Europa. Diariamente hay inmigrantes que mueren ahogados en el Mediterráneo. En el primer año de esta crisis los gobiernos europeos aceptaron a los inmigrantes, pero ahora cerraron sus fronteras. Los que llegan a Europa viven como refugiados en campamentos bajo condiciones inhumanas. Esta situación es terrible.»
A su turno, Oscar Arias Sánchez, ex presidente de Costa Rica y reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 1987 por participar en los procesos de pacificación de los conflictos armados de América Central en los años 80, reconoció que «en la historia de la humanidad se ha vivido sólo instantes de una paz que ha siempre sido efímera».
Arias se centró luego en la crisis de Venezuela, algo que generó disonancias con su par Pérez Esquivel. «El chavismo le hizo mucho daño a su gente», insistió el costarricense y opinó que en la actualidad no existe en el mundo un gobierno tan «dañino» para su pueblo como el que comanda Nicolás Maduro. Admitió avances en la distribución de la riqueza, una meta que, en su opinión, se alcanzó «destruyendo la economía».
Pérez Esquivel defendió a Maduro al aclarar que su gobierno «no es dictatorial», sino «constitucional» y que está siendo atacado desde hace mucho tiempo por los Estados Unidos, que no quiere «perder su patio trasero». «El chavismo avanzó en superar la pobreza, el hambre y la desigualdad», sostuvo.
Arias no se quedó atrás, e indicó que, desde su punto de vista, Venezuela «dejó de ser una democracia hace mucho tiempo», ya que, según concluyó, las democracias «no tienen presos políticos».