Después de la Segunda Guerra Mundial se comenzaron a construir refugios antiaéreos para proteger a los civiles ante un posible bombardeo nuclear. Pero los altos cargos del Gobierno y del Ejército necesitaban una protección especial en tiempos de guerra, tan solo ellos podían tomar decisiones y aplicar medidas para salvar el país.
Se construyeron refugios especialmente protegidos en completo secreto en diferentes partes de la ciudad. Los gobernantes también tenían medios de transporte seguros para escapar de la ciudad en caso de bombardeo. El metro normal no era apropiado por su bajo nivel de protección así que se construyó un segundo metro que conecta los principales refugios del gobierno y los centros de mando subterráneos y que también tiene unas largas radiales que van fuera de las fronteras de la ciudad hasta unos enormes refugios en la periferia. Los moscovitas bautizaron este sistema como Metro-2.
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No estamos destapando ningún secreto de Estado, las pruebas de la existencia de estos sistemas son públicas. Primero están las tapas de los pozos y los sistemas de ventilación situados en diferentes partes de la ciudad. Las líneas de metro de Moscú se construyeron con un método de perforación profunda que excavaba una galería de 6 metros de diámetro y 60-70 metros de profundidad para alcanzar el nivel donde realmente comienza la construcción de la línea. Posteriormente la galería se usa para transportar máquinas excavadoras hasta el nivel de la excavación y para retirar la tierra.
Una vez que se ha terminado la construcción se cierra la galería y cuando se abre es llevar a cabo trabajos. En los años 70 se abrió una de esas galerías junto a la Plaza Roja, dentro del edificio de Gostinni Dvor y se podía ver en las fotos panorámicas del Kremlin.
Hoy en día se puede ver otra de esas galerías cerca de la estación de metro de Kitái-gorod, cuando se sabe que la construcción del suburbano civil aquí lleva parada décadas. También ha habido algunas pocas galerías activas en la periferia y en los límites de la ciudad donde no hay metro. El descuidado aspecto, casi abandonado, de las galerías y de los quioscos de ventilación contribuyen a su secretismo, pero al mismo tiempo están bien protegidas y es imposible infiltrarse.
También se pueden hallar pruebas dentro del Metro de Moscú, en algunas estaciones hay escaleras bloqueadas y puertas que dan a «ninguna parte». También está la famosa línea sin salida que se puede ver a la izquierda del tren cuando se va desde Sportívnaya hasta Universitet. La línea, según informan los exploradores aficionados, termina en una inmensa puerta cercana que se cree que es una de las entradas del Metro-2.
Una fuente interna le ha relatado a Rusia Hoy que los oficiales que tienen acceso al Metro-2 tan solo tienen permiso para una de las partes del sistema. Ninguno de ellos sabe cuántos niveles de autorización existen, por lo que nadie puede ver el conjunto, ni tener todo el plano, lo que hace que la desclasificación de toda la instalación sea prácticamente imposible.
Búnkeres de Stalin: verdaderos y falsos
En Moscú hay dos búnkeres de Stalin a los que se puede entrar fácilmente en una visita organizada. El primero de ellos se encuentra cerca del hotel Izmailovski y se dice que fue construido en los años 30, en realidad este lugar es una antigua zona de almacenamiento que fue decorada en los años 90 como atracción turística. El segundo búnker se encuentra cerca de la estación de metro de Taganskaya y es real. Sin embargo no tiene ninguna relación con Stalin, su construcción se terminó después de la muerte de este.
Este edificio se construyó como refugio para el cuartel general de la Fuerza Aérea de larga distancia. Se encuentra a 60 metros de profundidad y ocupa una superficie de 7000 metros cuadrados. En los años 60 el búnker fue equipado con sistemas de soporte vital, reservas de agua y comida para mantener a los oficiales durante un largo tiempo, pero en los años 80 se deterioró y finalmente en 1995 fue desclasificado.
Para entonces los únicos objetos originales que quedaban eran el recubierto de acero de los muros y las puertas herméticas. A pesar de ello el edificio es muy interesante. La galería de la entrada principal, con un ascensor que lleva hasta el territorio del búnker, está protegida por un techo de hormigón de siete metros de espesor oculto dentro de una casa falsa del siglo XIX con ventanas negras. Este techo protege la galería de la onda expansiva de una explosión nuclear y puede resistir el impacto directo de una bomba.
Hoy en día el búnker es propiedad de una empresa privada que ha abierto el Museo de la Guerra Fría y ofrece visitas guiadas, organiza fiestas, banquetes y presentaciones, como por ejemplo el estreno mundial del popular juego de ordenador Red Alert 3.
Entre los momentos más populares de la visita están la alarma de ataque antiaéreo que suena en todas las visitas guiadas y un ataque nuclear falso contra otros países que los invitados pueden «lanzar» desde el búnker.
Rusia Hoy se puso en contacto con Víctor B, un antiguo guía, que nos contó la reacción de los visitantes ante la representación de la alarma antiaérea: «En su mayoría es de miedo, especialmente entre las mujeres y los niños, pero se pasa enseguida cuando el guía les cuenta que es de mentira. Sin embargo hubo un par de situaciones difíciles. Una vez una señora muy alegre de Sudamérica se desmayó con el sonido de la alarma, otra vez un hombre mayor se meó en los pantalones al oírla».
Pero, como dice Víctor, «todo el mundo reacciona con alegría ante el truco del lanzamiento de misiles nucleares, ¡especialmente los estadounidenses! Comienzan a bombardear su país inmediatamente: ‘¡Vamos a por Nueva York!’ No es que nos importe mucho, somos de Florida». Este tipo de bromas eran inimaginables, por supuesto, durante la Guerra Fría y, afortunadamente, estos tiempos han pasado, aunque los refugios estratégicos de verdad siguen existiendo y se rumorea que siguen en perfecto estado de conservación.