La vida del bucanero más famoso está llena de leyendas y mitos. En esta nota te contamos sus batallas y el día de su muerte.
Fue el pirata de más corta carrera y sin embargo el que más sangre derramó. Edward Teach, recordado como Barbanegra, aterró a los marineros del Caribe y de la costa este de Estados Unidos entre 1716 y 1718. Su personaje inspiró cuentos y películas como el más malvado de la historia. Pero el legendario bucanero, de enredada barba negra, perdió la última batalla y fue abatido el 22 de noviembre de 1718, hace poco más 300 años.
En un largo artículo publicado este viernes, National Geographic recuerda en su sitio al famoso pirata que sembraba terror allí por donde pasaba.
«Su apodo, Barbanegra, se debió a su abundante y enredada barba, de un intenso color negro, la cual adornaba, según reza la leyenda, con mechas de cañón que él mismo encendía durante los abordajes para infundir aún más terror entre sus enemigos», relata.
Dónde nació es un misterio. Pudo haber sido en Gran Bretaña, en Estados Unidos o hasta en Jamaica. Su espíritu infame venía de familia, que manejaba una cantina, donde drogaban a los marineros para luego embarcarlos en naves aberrantes necesitadas de tripulación pero a las que nadie quería subir.
Pero como Barbanegra sabía leer y escribir tal vez tuvo otros orígenes más acomodados.
Con todo, no hay dudas de que su fechorías en el mar empezaron durante la guerra entre Francia e Inglaterra por el control de Estados Unidos. Él era un corsario inglés y su presa eran los barcos franceses. Pero cuando la guerra terminó, el destino de corsario viró rápidamente al de pirata.
Según relata National Geographic, la isla de Nueva Providencia fue el escenario de sus primeras maldades. Ahí fue donde capturó un carguero español procedente de La Habana, otro de las Bermudas y un tercero de Madeira.
En 1717 se apoderó del barco mercante francés Concorde, que se convertiría luego en su buque insignia. Lo rebautizó, algo que entre marinos no trae buena suerte. Un barco nace y muere con su propio nombre. Sin embargo lo rebautizó como Queen Anne’s Revenge (La venganza de la reina Ana). Lo convirtió en una formidable máquina de guerra a la que armó con más de cincuenta cañones. Pero el espectacular Queen Anne terminó en el fondo de mar. Lo encontraron mucho después, apenas restos, en 1997 frente a Carolina del Norte.
Durante diez años una expedición buscó al Queen Anne. El doctor Richard Lawrence, director de la expedición, hurgó en la sección de libros raros de la biblioteca pública de Nueva York y en el Atlántico Norte, hasta localizar el lugar en el mar.
Cuando encontró los restos del Queen Anne exclamó: «Estoy un 90 por ciento seguro de que los restos que encontramos frente a la costa de Carolina del Norte son del barco de Barbanegra».
Claro que se encontraron restos del galeón: algunas partes, una campana de bronce y un cañón.
El barco se fue a pique en una memorable batalla frente a las costas de Beaufort, en Carolina del Norte, en abril de 1717. Barbanegra logró huir llevándose un tesoro. Al menos eso dice la leyenda. Nadie nunca encontró una moneda de esa montaña de oro que acuñó el pirata durante sus años de pillaje.
Pero el hallazgo del barco no aportó más datos sobre Barbanegra. De él sigue sin saberse gran cosa, algo que alimenta aún más su leyenda.
Dicen los relatos de época que Barbanegra no respetaba para nada las reglas de la piratería.
No tenía nada de romántico. No era justo a la hora de repartir el botín.
No se parecía en nada a Francis Drake o a Errol Flynt en la pantalla.
Era tremendamente cruel con su tripulación y mató a más de 200 hombres y mujeres, incluyendo a varios de sus contramaestres, en sus dos años de piratería.
A uno de estos últimos, Israel Hands, lo asesinó después de emborracharse juntos una noche de junio de 1717. Torturaba a los prisioneros de las batallas y participaba de orgías sanguinarias. De más está decir que le tenían pánico.
Iba con tres pares de pistolas y dos espadas. Tenía la voz ronca y era alto: imponentes dos metros de altura, y aspecto y mirada demoníacos.
Según National Geographic, la «hazaña» que hizo célebre a Barbanegra fue en la base naval de San Vicente, en las islas de Barlovento, donde capturó al Great Allen, que transportaba un valioso cargamento. Asesinó a la tripulación y quemó el barco. Al conocerse la noticia, el buque de guerra inglés Scarborough zarpó enseguida para dar caza a Barbanegra, pero el navío sufrió una sonada derrota y tuvo que retirase. La noticia corrió como la pólvora y Barbanegra se convirtió en el enemigo público número uno del Imperio.
Vivo o muerto
En 1718, el gobernador de Virginia, Alexander Spotswood, ofreció 100 libras de recompensa por la captura del pirata «vivo o muerto». Los ataques del pirata estaban poniendo en jaque la economía de la colonia.
Spotswood envió al teniente de la Marina Real, Robert Maynard, a buscarlo
Maynard y su gente partieron a bordo de dos balandras, dos pequeñas embarcaciones de un solo palo, Ranger y Jane. Navegó hasta el extremo de la isla de Ocracoke, en Carolina del Norte, y lo encontró. Pero no actuó entonces, esperó.
Barbanegra luchando contra el teniente Robert Maynard. Obra de Jean Leon Gerome Ferris (1920).
Barbanegra luchando contra el teniente Robert Maynard. Obra de Jean Leon Gerome Ferris (1920).
Barbanegra cayó víctima de su propia omnipotencia: hacía tiempo que no se ocultaba y que aparecía en las costas y los bares del puerto sin importarle nada.
Por eso, Maynard lo encontró fácilmente a bordo de otra balandra, tomando ron. Toda la noche, Barbanegra había tomado ron haciendo negocios con el capitán de ese barco.
Al día siguiente, el 22 de noviembre de 1718, Barbanegra, que ya estaba avisado de la llegada del teniente inglés, puso rumbo hacía el interior de los canales de la isla a bordo del Adventure.
La batalla fue sangrienta, con los barcos varándose en los canales internos de la isla. Barbanegra decidió abordar una de las balandras inglesas, a la que vio vacía. Su tripulación estaba escondida en la bodega con la armas listas. Fue la trampa perfecta. Barbanegra cayó con 20 cuchillazos y cinco tiros encima.
La tripulación fue detenida, juzgada y condenada a muerte. La cabeza de Barbanegra colgó durante mucho tiempo del bauprés, el mástil que sale casi horizontalmente de la proa, de su propia nave.
Dicen que el fantasma de Barbanegra flotó durante días alrededor del barco, incluso hoy su alma sigue vagando en Teach’s Hole, en la isla de Ocracoke.
Con información de archivo Clarín y National Geographic