La barranca de Diamante va cediendo. La comparación de imágenes tomadas la semana pasada con las de este domingo muestran con claridad el descenso de una gran masa de barranca. Algo natural, explican los acostumbrados vecinos que saben que viven en un lugar que está prohibido por una ordenanza municipal de 1979.
Ayer, 14 familias recibieron una orden judicial de desalojo. Son las catorce casas afectadas directamente, ubicadas en el extremo oeste de la barranca puntualmente en el barrio San Roque, al borde de la imponente imagen del Cristo Pescador que parece proteger al resto de los vecinos. Esas familias no pueden volver a sus viviendas. Sin embargo, alrededor de 45 familias también son alertadas por el daño colateral que pueda dejar el derrumbe. La mayoría de ellas no quieren dejar sus casas.
La barranca baja. Lo hace lentamente, aunque más pronunciado que de forma natural pues el caño cloacal que expulsa todos los desechos de la ciudad al río (Diamante no tiene planta de tratamiento de aguas servidas) está vertiendo sus fluidos en el fondo de esa gigante grieta tras partirse en dos la tierra. Según pudo conocer Clarín, el gobierno de Entre Ríos ya envió los meteriales para desviar el curso de los líquidos cloacales pero aún esperan por su colocación.
La Municipalidad de Diamante monitorea la situación y está llevando ayuda a los vecinos.
Por estas horas, un equipo de geólogos de Buenos Aires junto a la fuerza aérea está haciendo un estudio del suelo para determinar hasta dónde llega la gravedad de la grieta. De este estudio podría desprenderse el resultado de las consecuencias de este desprendimiento.
Ya se sabe, según estudios de finales de los 70s, que la zona es inestable y de riesgo. Fue hecho tras un desprendimiento de características más graves que las de la actualidad en «la ciudad blanca», nombre que identifica a Diamante, paradójicamente por el color que desde el río tienen sus barrancas, hoy tan amenazantes para una parte de sus pobladores.