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Un lomense fanático del mate: tiene más de 150 y prueba yerbas de todo el mundo

Maximiliano Molina los colecciona y se volvió un especialista. Sus consejos para prepararlo y compartirlo.

Nadie pondría en duda que el mate ​es la infusión más autóctona y tradicional del país. Tampoco cuestionaría que tenga un día conmemorativo: el 30 de noviembre es el Día Nacional del Mate. Son muchos los amantes de esta bebida que invita a la unión. Entre ellos, hay un lomense que lleva en su sangre la pasión color “verde yerba”.

Se trata de Maximiliano Molina (44), coleccionista de mates y de yerba, quien tiene cantidades de recipientes y paquetes de distintas marcas, no sólo argentinas sino de distintas partes del mundo donde la infusión se consume, como Portugal.

Sobre el nacimiento de su gran pasión, Molina cuenta: “Comencé a los 18 años gracias a mi ex suegra. Porque el mate que hacía mi vieja era horripilante por la yerba que usaba, y cuando la mamá de mi ex pareja de entonces me convidó uno dulce, fue el momento inaugural”.

De todo el mundo. Maximiliano guarda más de 250 paquetes de yerba diferentes.

Desde entonces, este fanático del mate ya lleva más de dos décadas de “catar” cada yerba que compra, le regalan o pide a algún familiar que le traiga del exterior.

Así fue afianzando su paladar y ya tiene sus preferencias, entre las que destacan las marcas Playadito, Mañanita y Liebig, una artesanal de una colonia alemana en Misiones.

“Algo que aprendí con estos años es que por más que haya cientos de yerbas para probar, si el packaging es malo, la yerba también”, dice el lomense, sin titubear.

Además, Maximiliano es parte de grupos en redes sociales donde comparte su sabiduría con otros y viceversa. Es tan sociable que hasta le envían yerbas de otras provincias.

Fanático. Maxi, en la puerta de Matear 2019, la muestra que se hizo en La Rural por el Día del Mate.

Si de reglas se trata, también tiene sus lineamientos a la hora de tomar mate y compartir: agua a 80 grados, 3/4 de yerba en el recipiente, no quitarle el polvo y que al verterle liquido, haga espuma. Y por supuesto, que la ronda “no supere las cinco personas”.

“Soy de virgo y me gusta que las cosas sean algo estructuradas y equitativas para todos. Y por Dios, que jamás toquen la bombilla”, indica entre risas mientras brinda detalles sobre cómo es capaz de tomarse en un rato tres termos solo o mantener un uso frecuente de 15 diferentes recipientes.

Molina, quien además es fotógrafo profesional y fanático de las motos, no dudó ni un instante en asistir al “MATEAR 2019”, la feria especializada que se realizó el sábado 30 de noviembre en el predio de La Rural de Palermo. El cuenta que se sintió “en su elemento”.

Colección. Una parte de los más de 150 mates que tiene Maxi.

“Ingresé con mi mate bajo el brazo y quedé asombrado de la cantidad de gente que había. Para un fanático como yo, es fuerte ver todo el interés de centenares de personas concentrado en un solo lugar”, reflexiona sobre su experiencia. No desaprovechó la oportunidad para conseguir un mate de casi 4 mil pesos, el que considera “top». «Está hecho en cuero de alpaca, con un borde de virola brillante y un tallado ‘pampeano’ muy fino», describe.

Ubicados sobre cuatro estantes, algunos de sus mates están expuestos como trofeos dorados y relucientes. Pero son mucho más que mates de calabaza, porongos, de mármol o vidrio… Son también recuerdos, lugares y experiencias que Maxi puede contar, con miles de características y particularidades distintas.

“Es sabida la cantidad de propiedades de la mateína, de productores y de especialidades que tiene el mate, pero hay algo más: el mate es una compañía, es un testigo de todo lo que pasa, un compañero que no dice nada”, reflexiona.

Humor. Un fotomontaje de Maxi adentro de una “pileta” de mate.

Compañero de ruta, confidente, pareja, padre de dos hijos, fotógrafo. Así se lo puede describir a Maxi Molina si tuviésemos que enumerar cuestiones que lo hacen ser. Pero si hay algo que lo convierte en único es su pasión por el mate, sus ganas de saber más sobre el tema. Porque si hay alguien que está dispuesto a recorrer el país y el mundo con su paladar y a pequeños sorbos, es este lomense.

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